Capítulo 27

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Frente a nosotros se alzaba aquella gran puerta color gris. Con los números cero, dos y cinco, grabados a un lado. Me detuve repentinamente, sin poder moverme. Algo en mi decía que no debía seguir. Pero por otro lado no podía parar ahora. No cuando al fin estaba comenzando a abrir mis ojos. Comenzaba a ver la realidad de este lugar. Comenzaba al fin a ver las cosas como en realidad eran.

-¿Estás seguro de no arrepentirte aún? – Preguntó ella girando para verme. Asentí lentamente. Aunque intentara lucir firme y seguro, mi cuerpo parecía no responder correctamente. – Bien.- Dijo mientras se acercaba a la puerta para colocar su pulgar sobre ella.

Esta vez la puerta no abrió. Simplemente la parte de cristal, antes de un color oscuro, se aclaró dejando ver a través del mismo. Casey hizo una señal con su mano para que me acercara. Así lo hice. Me acerqué lo suficiente como para ver lo que había detrás del vidrio.

Dentro de aquella habitación, se encontraba una mujer. De alrededor de unos cincuenta años. Su rostro se parecía cansado. Sus ojos verdes se veían oscuros, y grandes ojeras yacían bajo los mismos. Su cabello era claro, y bastante corto. Su ropa era de un color gris claro al igual que la de Eve.

Se encontraba sentada sobre la cama, con sus piernas estiradas y sus pies cruzados. Sus manos estaban apoyadas entre sus rodillas y su mirada estaba perdida en el suelo. Al parecer no había notado que la observaba. O si lo había hecho, no le interesaba en lo más mínimo, ya que no se movió para nada.

El rostro de aquella mujer me parecía conocido, como si ya lo hubiese visto antes. Aunque no podía recordar dónde exactamente. Algunos de sus rasgos se me hacían muy conocidos. Pero era como si los hubiese visto en otra persona. Otra persona a la que parecía no poder recordar. Me mantuve observándola detalladamente por unos minutos. Casey se mantenía en silencio, a mi derecha. No aguanté más y le pregunté.

-¿Quién es?- Dije. Ella deslizó su mirada desde donde estaba hacia mí lentamente.

-Thomas, ella... - Dijo mientras inhalaba tanto aire como sus pulmones le permitían. Miró a través del vidrio y soltó el aire que estaba conteniendo. Volvió a mirarme y continuó.- Ella es tu madre.

El tiempo se detuvo. Y el control de mi cuerpo ya no estuvo en mis manos. La piel se me erizó y en mi pecho se sintió como si hubieran colocado algo que impedía el paso del aire. No sabía si estaba respirando o no. Era como si el alma me pesara demasiado, como para seguir de pie. Tanto que mis piernas flaquearon y terminé por caer de rodillas al suelo.

Mi mirada estaba puesta al frente. Aunque no podía ver absolutamente nada. Comencé a sentir mis ojos llenándose de agua, haciendo aún más borrosa mi visión. Un repentino calor en mis mejillas fue el indicador de que las lágrimas habían comenzado a caer. Y no pude contenerlas, pues no me podía mover.

Con gran esfuerzo logré inspirar tanto aire como pude. Luego cerré los ojos con fuerza haciendo que toda el agua contenida callera, deslizándose por mis mejillas, haciéndolas arder. Mordí mi labio inferior intentando contener el grito que amenazaba con escaparse de mis labios. Finalmente deje mi cabeza caer, haciendo chocar mi mentón contra el pecho, mientras negaba lentamente. Me negaba a creer aquello. Me negaba a darme cuenta de aquella cruda realidad. Me negaba a creer lo que mis ojos veían y por primera vez desee que estos me estuviesen mintiendo.

Oí a Casey suspirar levemente y luego sentí como se agachaba hasta quedar a mi altura. Colocó una de sus manos sobre mi hombro izquierdo. Su agarre era suave, casi imperceptible. Podía imaginar su incomodidad en este momento. Apuesto a que no esperaba esta reacción de mí parte y aquello la había aturdido dejándola sin saber que hacer o decir. Por un lado agradecía eso. Agradecía que permaneciera en silencio, con nada más que ofrecerme que su compañía. Pues no quería nada más. No tenía ánimos de hablar, mucho menos de escuchar.

De repente hizo algo que me tomo por sorpresa. Algo inesperado. De repente se acercó lo suficiente y me abrazó. Rodeándome con ambos brazos. Acercándome lentamente hacia su cuerpo. No tuve que pensarlo dos veces, cuando acepte tal gesto. Sino que inmediatamente la rodee también con mis brazos. Sosteniéndola con fuerza. Quizá más de la debida, pero no me importó. Ella no dijo nada. Simplemente se quedó allí. Junto a mí. Compartiendo mi soledad. Mi tristeza. Acompañándome en mi desolación.

Y yo no pude hacer más que sentirme culpable. Culpable por haber permitido que tantas cosas malas les sucedieran a todos ellos. Culpable por ser tan ciego. Culpable por no levantarme por las cosas que quería y que creía justas. Culpable por quedarme sentado mientras observaba un mundo ficticio, de fantasía, que se alzaba frente a mis ojos, en lugar de buscar la verdad. Culpable por no moverme de mi zona de confort. Pero más que nada, culpable por traicionarla, y culpable por permitir que la lastimaran.

No sé por cuanto tiempo estuvimos así, pero luego de lo que para mí fueron un par de minutos, un aparato en su muñeca –parecido a un reloj- sonó. Iluminando la cuadrada pantalla de con un color verde claro. Ella movió su cabeza de encima de la mía y observó aquel aparato. Después, con su otra mano presiono la pantalla y ésta dejó de sonar. Llenó de aire sus pulmones, para finalmente, después de tanto tiempo volver a hablar.

-Thomas, es hora de llevarte a casa. – Dijo en voz baja. Y sus palabras fueron como un detonante para hacerme volver a la realidad.

-¿Qué? –Pregunté anonadado.- No. No puedo volver allí. No después de lo que acabo de ver. No.

-Dijiste 'No' más de tres veces, ¿lo notaste? – Comentó ella intentando romper con la tensión. – Vamos, no puedes quedarte aquí. Tengo que devolverte al helitransporte, antes de que comiencen a notar tu ausencia.

-No quiero irme. – Dije separándome para poder mirarla a los ojos.- No quiero alejarme de aquí.

-Tienes que hacerlo. –Respondió ella.-Es por el bien de todos.

-¿Podré volver? – Pregunté sin ánimos.

-Tal vez más adelante. – Dijo.- Pero ahora no es el momento indicado.

Desvié mi mirada no muy convencido, pero me puse de pie. Ella me siguió. Y comenzó a caminar. Me quedé un minuto observando aquel cristal que antes era trasparente pero ahora era opaco.

-Me gustaría conocer la historia. Me gustaría saber más de ella. – Dije en voz baja antes de comenzar a caminar detrás de Casey.

-Y lo harás.- Dijo la susodicha.- A su tiempo...

Me guió puerta tras puerta hacia el elevador y una salida. Pero no era exactamente por donde habíamos ingresado, sino más bien parecía ser un balcón. Algo amplio y sin baranda. Me indicó con su mano para que me acercara al borde.

-No intentaras tirarme de nuevo ¿o sí? – Pregunté dudoso, intentando sonreír.

-No creerás que puedo levantar tu peso así como así, ¿no? – Respondió ella. – Es más fácil si ya estás en el aire...- Dijo mientras me sonreía con un has malicia en sus ojos.

-Entonces...- Dijo acercándose.

-No. –Dije poniendo mis manos para intentar detenerla.

-Si.- Dijo ella para nuevamente lanzarme al vacío.

Inmediatamente saltó ella y me sostuvo con fuerza comenzando a elevarme. El aire corría fresco, chocando contra mi rostro mientras experimentaba el hecho de volar. Se podía sentir la libertad. Libertad que creí conocer, pero que en realidad desconocía. Era extraño pensar que pase toda mi vida en una nave aérea y que no sabía lo que era volar.

Sus alas se movían al compás y su corazón latía con calma. Su perfume se mezclaba con el olor de la tierra mojada por el roció de la noche, creando una esencia especial. Cerré mis ojos para disfrutar plenamente de ese sentimiento que se colaba por cada uno de mis poros.

Pero el sueño terminó, tan pronto como mis pies tocaron el suelo. El suelo metálico perteneciente al piso del aerotransporte. Abrí los ojos con fatiga y sentí como su agarre se aflojaba, liberándome completamente. 'Buenas noches' la escuché suspirar, para luego marcharse.


RADIOACTIVE -Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora