Capítulo 3. Estarás bien conmigo

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Puedes hacer esto, puedes hacer esto, vamos James no lo arruines, sólo es un juego, un juego estúpido.
Sentía el metal frío de la barra que estaba sobre mis piernas y me agarré a ella con manos sudorosas.
—¿Cómo dices?—. Preguntó Logan a mi lado.
Lo miré de soslayo.
—Nada—él me lanzó una mirada de: ¿crees que me voy a tragar eso?—bueno la verdad es que estoy algo nerviosa—. Admití.
Él arqueo una ceja y sonrió.
—¿De verdad? ¿No le tendrás miedo a las alturas o algo así? Todavía podemos bajarnos si tú quieres... aún no se llenan los vagones... tal vez no debí...
—¡No! tranquilo, estoy bien, es sólo... adrenalina pero se me pasará cuando estemos allá arriba—.
—¿Segura?—Yo asentí y sonreí—bien—ahora el sonreía abiertamente y algo brilló en sus ojos, como una idea o revelación—aunque ya sabes, si tienes miedo siempre puedes abrazarte a mi—. Me guiñó un ojo.
Lo miré asombrada.
—¿¡Me estás coqueteando!?—.
Él se encogió de hombros y yo entrecerré los ojos.
Y creí que era un chico serio. Pensé.
—Ni lo sueñes—. Dije cruzándome de brazos pero justo en ese momento la maldita máquina dio un bandazo para empezar a avanzar así que me fui hacia adelante y grité por la sorpresa.
Las personas me miraron como si estuviera loca y luego se concentraron en sus asuntos.
—¡Wow! Vaya, tranquila Rachel, sólo estamos empezando—. Apenas oía a Logan, todo en mi cabeza era el pequeño carrito avanzando lentamente por una superficie y luego ascendiendo y ascendiendo y ascendiendo.
Ahora el viento azotaba en mi rostro y enredaba mi cabello.
Joder, joder, joder, ¿que tan alto vamos?
Parecía que mi corazón se iba a salir de mi pecho, casi podía verlo a través de mi camisa como en las caricaturas.
Ya habíamos terminado de subir y estábamos en un espacio plano, era una curva que acababa en una bajada, mire sorprendida hacia abajo y todo era tan pequeño...
—Dios—. Me giré a ver a Logan y él estaba tan tranquilo... pero al verme levantó su brazo.
—Ven aquí—. Me mordí el labio con duda, estábamos tan cerca de la maldita bajada....
Al carajoPensé antes de enredar mis brazos en su cintura y cerrar los ojos.
Un segundo después sentí el vértigo al caer con fuerza y luego algunos giros y otra vez el aire azotaba mi cara. Logan temblaba a mi lado así que abrí los ojos para ver que le ocurría... el muy tarado se estaba riendo. Me miró y por encima de los gritos y chillidos de las personas gritó:
—¡Vamos Rachel! Tienes que abrir los ojos esta vez ¡te estás perdiendo de la diversión!—.
Lo miré con horror y él se rió.
—Sólo un segundo y no te soltaré, estarás bien conmigo—.
Al momento que me dijo eso supe que era verdad, estaría bien con él pasara lo que pasara.
Así que me enderecé y gritamos al caer una vez mas, luego giramos y volvimos a caer para ascender nuevamente, dar otras vueltas y finalmente caer para terminar en una superficie plana que después me di cuenta era el lugar donde habíamos empezado.
El estrecho carrito se detuvo y el hombre encargado nos dijo que podíamos bajar.
Logan se levantó como si nada y me tendió la mano para que saliera pero mis piernas se sentían raras y con un ligero temblor. Además creo que había dejado mi estómago allá arriba en alguna curva.
—Espera un segundo—. Le pedí mientras me levantaba lentamente.
Sentía mis piernas moverse involuntariamente y caminé como Bambi unos segundos antes de que Logan resoplara y se agachara levemente frente a mi.
—¿Qué haces?—. Pregunté.
—Sube—.
—¿Disculpa?—.
—Que te subas a mi espalda, yo te llevaré—. Lo miré atónita.
—Debes estar de broma, no pienso....
—Vamos... no me hagas llevarte como un costal—.
—No lo harías...
Él sonrió y arqueó una ceja.
Lo siguiente que supe fue que mis pies ya no tocaban el suelo y tenía su espalda frente a mi.
—¡Por el amor de Dios, bájame!—. Le grité cuando recuperé el aliento.
—Ah, ah—. Dijo tranquilamente mientras caminaba a no sé donde.
La gente nos miraba, algunos sonriendo y otros con sorpresa o como si fuéramos unos lunáticos.
—¡Logan! Estamos haciendo un espectáculo—.
—Mmmmm.... nop tú eres la que está haciéndolo con tus gritos—.
—¡Argh! ¡Bájame! Debo de pesar como mil kilos—. Él se rió.
—Nah... eres como una pluma—.
—No te creo ¡bájame!—. Golpeé su espalda.
—¡Ok!—. Me deslizó frente a él hasta que mis pies tocaron el piso.
—¡Gracias!—. Grité sarcástica. Él se rió y negó con la cabeza.
En ese momento me di cuenta de lo cerca que estábamos.
Mi respiración se cortó y busqué algo que decir para escapar, sin embargo sólo podía pensar en el color de sus ojos; eran cafés... pero mas claros, como la miel de maple.
Él se inclinó un poco y pude sentir su aliento en mis mejillas.
Estábamos tan cerca y sí me inclinaba tan sólo un poco tocaría sus labios con los míos.
Desvíe la mirada hasta allí y luego de regreso a sus ojos los cuales me miraban con atención.
Nunca había hecho esto... ¡pero al diablo! Esos labios merecen ser besados. Pensé antes de avanzar el resto de la distancia que separaba nuestras bocas.

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