La voz de Miguel había retumbado en los oídos de Guillermo. Después de tanto tiempo de no verse, este se presentaba como si no pasara nada, en un momento demasiado crítico para Guillermo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Guillermo entre dientes.
Miguel solo rió.
—Vine por ti —Miguel tomó la manos de Guillermo, enseguida este jaló sus manos dejando caer las de Miguel.
—¡Estás loco! —exclamó entre dientes Guillermo—, no iré contigo a ningún lado, Samuel me necesita.
La mirada de Miguel ardía como el mismo infierno, hacia quemar el interior de Guillermo. Miguel apretó sus dientes y lo destruyó con esa mirada poderosa que poseía.
—¿No estás dispuesto aceptar mi oferta? —presionó Miguel.
Guillermo negó con la cabeza. Avanzó hacia delante y chocó hombro con Miguel.
—Detente —Miguel tomó el hombro de Guillermo—, no te he dicho mi oferta.
—Y no necesito oírla —Guillermo continuó derecho sin mirar a Miguel.
—Idiota, acabas de perder todo lo que te ofrecía —la voz fue casi nula, solo balbuceo mientras veía a Guillermo marcharse.
Guillermo estaba confuso, no se sentía bien para poder seguir soportando tanto peso. ¿Puedo soportar más? Esa era pregunta que inundaba cada espacio de la mente de Guillermo. Sus manos temblaban y sus ojos lloraban al ver a Samuel recostado en aquella cama de hospital. No podía soportar que el amor de su vida se fuera en un abrir y cerrar de ojos. Todo estaba siendo difícil. Nada salía bien.
—Todo saldrá bien —Samuel tomó la mano de Guillermo y la apretó fuerte.
Guillermo agachó su mirada y tomó un poco de aire.
—Estoy seguro que todo estará bien.
El padre de Samuel entró por la puerta. Se veía un poco triste, pero aun sonreía.
—Guillermo, ¿Nos dejas hablar a solas por favor? —pidió amablemente el señor Luque.
Guillermo accedió con la cabeza.
—Samuel.
—Padre.
Su papá solo rio.
—¿Tú sabías de tu enfermedad? —tragó un poco de saliva—, porque si es así, fuiste muy egoísta con Guillermo.
—Sí, sí lo sabía.
—¿Por qué diablos no dijiste nada? —con cara de confusión preguntó su padre.
Samuel quería llorar, pero no era común en él. Se sentía devastado por dentro, todo esto era una gran carga para su conciencia. Esto demostraba que Samuel había sido egoísta con el ser que más ama en estos momentos. No se sabía el porqué Samuel lo había hecho, pero debía tener una muy buena explicación sobre todo esto.
—Guillermo me apoya, simplemente no quise lastimarlo y alejarlo de mí. ¿Recuerdas a Jonhy? El nunca fue mi mejor amigo, éramos novios, padre. ¿Sabes porque me abandonó? Porque habías quebrado en tu empresa. Me dejó solo por no tener dinero. Ahora imagina a Guillermo al decirle que tenía Sida, me iba dejar de inmediato.
—Guillermo no es así, él sigue aquí, apoyándote.
Samuel no pudo contener sus lágrimas.
—Espero hijo, que algún día te des cuenta que hay personas que realmente te apoyan. No te quedes encerrado en tu nube, salta de esa nube y salta a la realidad... por favor.
El señor salió de la sala con una sonrisa apagada. Todo era tan duro para todos, pero por alguna razón Guillermo seguía manteniendo una sonrisa brillante, aunque en el fondo estuviera destrozado por todo lo que estaba pasando.
Eran las 12:00 de la madrugada y Guillermo tenía hambre. La cafetería del hospital estaba cerrada y así que decidió ir por comida rápida algún restaurante que estuviera abierto a esa hora. Sin pensar mucho, recordó que había una pizzería cerca.
En menos de 10 minutos Guillermo ya estaba en dicha pizzería, la ordenó y en 5 minutos estaba de regreso al hospital. Guillermo no poseía carro, así que tuvo que ir caminando.
—¡Idiota!
Una camioneta color negro se estacionó se una manera brusca frente de él, Guillermo se asusto al ver bajar hombres con mascaras negras.
—¡Aquí te tenemos!
Guillermo fue jaloneado hacia el carro, quienes lo subieron de una manera agresiva, recibiendo varios golpes. Guillermo no se dejó y golpeó al sujeto que lo sostenía. Bajó del carro corriendo, trato de escapar, pero dicha camioneta lo perseguía con ventaja. Por suerte, había una policía estacionada justo en una esquina, Guillermo se refugió en dicha patrulla.
Por alguna extraña razón, Guillermo pudo reconocer dos voces muy conocidas... la de Carlos y Miguel.
