La respiración de ambos era profunda, estaban ellos dos solos mientras que los demás buscaban al verdadero vándalo, y digamos que Guillermo lo tenía enfrente de él a punto de besarlo; Guillermo no podía resistir no besar esos labios semi húmedos, mientras que a la mirada de Samuel no había chica ni chico que se resistiera.
—¿Lo harás? —pregunto Samuel acariciando las mejillas de Guillermo.
Guillermo solo seguía mirándolo fijo.
—Hazlo tu —cedió Guillermo.
Guillermo mordió su labio haciendo un gesto de deseo, Samuel se comenzó a acercar de manera lenta, Guillermo solo miraba a Samuel quien ya con sus labios húmedos se acercaba a los labios de Guillermo.
La temperatura se elevo en aquel pequeño salón de clase, las manos de Samuel recorrían todo el cuerpo de Guillermo, quien solo se dejaba llevar por su instinto.
—¿Seguro?—pregunto Guillermo sujetando las manos de Samuel.
Samuel comenzó a besar el cuello de Guillermo de manera ardiente, la respuesta estaba clara en aquellos besos y rozones de labios.
La luna llena los abrazaba con calor y las estrellas bailaban al ritmo de la excitación. En el escritorio se encontraba el cuerpo desnudo de Guillermo
Los pasos de Carlos se hacían sonar, el rechinido de su tenis ponía los nervios de punta.
—¿Qué es esto? —se pregunto Carlos al mirar unos pétalos.
—El camino a la felicidad —dijo una voz fría por detrás de Carlos.
La cabeza de Carlos comenzó a girar junto con su cuerpo para toparse con quien menos pensaba.
—¿Qué haces aquí? —pregunto Miguel interrogando.
La mano de Miguel cayó en el hombro de Carlos, dejando que esta recorriera su espalda ancha.
Carlos comenzaba a estimularse y dejarse llevar por el deseo.
—Ven —dijeron los labios húmedos de Miguel.
Miguel sujeto a Carlos y comenzó a arrastrarlo de manera lenta hacia un cuarto de limpieza.
La mirada de Carlos se dejaba ver en la oscuridad, la sonrisa extremadamente sexy de Miguel iluminaba los pensamientos de Carlos.
—¿Quieres? —pregunto Miguel comenzando a desabotonar su camisa.
Carlos no pudo evitar tragar saliva.
—Comienza por lo bueno —dijo Miguel mordiendo su labio inferior.
Los labios de Carlos comenzaban a rosar su sensual torso mientras que la cara de Miguel se llenaba de excitación.
La respiración de ambos comenzó a acelerarse.
Las estrellas bailaban a un ritmo lento, la excitación de ambas parejas encendían la mecha de la dinamita, su deseo era grande y su ambición mas.
Los labios de Miguel besaban el cuello de Carlos dejando pequeños chupetones rojos, su piel se erizaba al sentirá aquellos dientes pasar por su cuello.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —susurro Migue mientras que su labios se desliaban por su oreja.
Mientras tanto en el salón donde se encontraba Samuel y Guillermo.
La mirada de Samuel caía en el abismo de la pasión, los lazos rojos que lo sujetaban contra su deseo, contra su instinto animal.
Guillermo se balanceaba en el cuerpo desnudo de Samuel, quien dejaba explorar el mundo de la excitación.
—Déjame ser tu león —dijo la voz gruesa de Samuel.
—Déjame ser tu látigo —respondió agitado Guillermo.
