Capítulo 16

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Se encontraba en su habitación, hablaba por Skype con su virtual amigo. Hace unos momentos su casa era un caos, siempre pasaba lo mismo cuando debían vacacionar y más cuando se trataba de Noruega, de Fjaera. Esta vez el joven decidió no ir, «Tal vez vaya luego». Aun esperaba a su amiga, nervioso miraba como los números no parecían cambiar en el reloj de su ordenador. Hoy planeaba presentarle a Mangel, a la persona que si no fuera por la distancia, no dudaría en llamarlo «amigo».

— Rubiuh, hoy vas a subir vídeo?—le preguntó.

— No, va a estar Mia...—se excusó.

— No sabe aun?—volvió a preguntar curioso.

— Si, lo sabe, pero aun asi me incomoda. Todavía no ha visto ningún vídeo porque yo se lo prohibo— le explicó un tanto nervioso.

— Pero Celia los ve—arremetió—. Qué hace que sea distinto?

— No lo sé, Mangel—se inclinó en su silla pensando en ese detalle—. Creo que me importa mas lo que piense Mia—se atrevió a decir.

Y en eso sonó el timbre. Ella esperaba en el pórtico de la casa, cansada por las bolsas que llevaba en mano y agobiada por el calor en las calles. Se había atrevido a pasar por el súper para prepararle unas pizzas a su mejor amigo. La puerta se abrió y lo vio sonriendo antes de que él bromeara y cerrara la misma otra vez.

— Rubén!—gritó apenas.

Volvió abrir la puerta y carcajeó divertido, pero ella solo lo miró cansada, le iba a implorar que le dejara darse una ducha en su casa.

— Oh, vaya, no te vi. Lo siento—bromeó.

— Te odio—claramente irónica.

— Vas a pasar?—preguntó.

Mia viró los ojos, avanzó un paso y, hacerlo, Rubén le quitó las bolsas para él cargarlas por ella. Aquel gesto amable, hizo que naciera una sonrisa en el rostro de la chica e ingresó en la casa luego de que él se apartara. Cerró la puerta tras ella y observó rápido la casa. Estaba algo oscura, solo la luz de una lámpara de pie iluminaba la casa.

— Qué hago con esto?—preguntó Rubén.

Se rió sola por haberse olvidado de que él cargaba las bolsas.

— A la cocina—le ordenó.

Él empezó a caminar y ella le siguió.

— Y qué es?—preguntó curioso.

— Traje para hacer pizzas—él sonrió al instante—. Conste que a mi no me agradan tanto pero por ti hago un sacrificio.

— Que mona eres —le dijo y se acercó a ella para abrazarla con fuerza, la chica se sonrojó al instante y se quedó inmóvil mientras él la envolvía.

Inhaló su aroma, su perfume, ese que la volvía loca. Más de una vez pensó en preguntarle cual usaba pero esa pregunta jamás salió de su boca. Cada vez que estaba con él descubría cuánto lo necesitaba, lo mucho que disfrutaba de su compañía y la forma en la que se había acostumbrado al joven. Tanto que no se atrevía a imaginarse lejos de él, no era capaz, Rubén era parte de Mia. Sería una tortura estar distanciada. 

— Sucede algo?—preguntó tímida cuando notó que llevaban tiempo abrazados. «Tampoco quiero separarme pero es raro».

— Siempre estarás a mi lado, verdad?—le preguntó.

Sintió una opresión en su pecho, levantó los brazos a sus lados para corresponder aquel abrazo como era debido y trató de contener sus latidos, estar a la par de los de Rubén. Sucedía algo, lo conocía y lo conocía tanto que sabía lo absurdo que sería preguntarle. El castaño se sentía un osado, prefería guardarse su dolor, sus pensamientos, absolutamente todo lo que lo afligía con tal de que nadie se preocupe por él. «Nadie merece estar triste por mis desgracias», decía. En parte, era como Mia, tal vez por eso se completaban. Ambos comprendían el dolor, no pretendían llamar la atención de nadie, preferían cegar sus temores, sus males, con una sonrisa.

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora