Capítulo 7

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Salgo del auto, aturdida, camino hacia la parte trasera del mismo. Lo primero que veo es faro estrellado y la abolladura en el vehículo que estrellé. Me angustio e incluso me he puesto nerviosa. Por razones como esta, no salgo de la casa, más aún cuando el tiempo me juega en contra y hace que olvide completamente cuales son los pasos a la hora de conducir. Tampoco sé qué clase de engreído se oculta tras el volante.

Del Mercedes negro se abre la puerta y de ahí baja un hombre delgado que se abotona su saco gris con completa elegancia y seguridad. Es alto, bastante, y lleva un traje hecho, aparentemente, a medida. No distingo sus ojos, no tengo la atención suficiente como para identificar el color de sus ojos.

— Te encuentras bien?—pregunta interesado. No me esperaba esa pregunta.

— Si...estoy bien—respondo confusa y vuelvo a mirar el auto para recordar que yo no soy importante—. Lo siento...

— ¿Qué cosa?

— Tu auto....

— Mi auto?—frunce el ceño y se acerca a revisar—. Vaya...—susurra.

— Pagaré los gastos, solo deja que...—me giro para ir en busca de mi bolso, pero su voz me frena.

— No, por favor—camina hacia mi—. Te preocupas por esto?—asiento—. Seguro lo traía de antes. No soy un buen conductor.

— Yo sí y, sé que ahora no lo parece, pero lo soy—suelta una risa.

— Por supuesto! Te creo!—sonríe, con sus manos dentro de los bolsillos de su elegante pantalón.

— Hablo en serio...

— Y yo también lo hago—no deja de sonreír—. Igual, es mi culpa. Iba distraído, buscaba una calle...soy nuevo aquí.

— Aun así, pagaré los gastos.

— El auto ni siquiera es mío!—dice bastante animado—. Es de un familiar. Yo luego lo arreglo..—no me convence aquella historia. Pero no es asunto mío, lo ignoro—. Tienes prisa o no?

— Si, de hecho, voy tarde.

— Entonces deberías irte!

— Qué??

— Llegas tarde y estás aquí, perdiendo tiempo conmigo.

— Tienes razón, debo irme.

— Ve y no te preocupes por el auto—me ofrece una pequeña sonrisa.

— Gracias—me dirijo al auto—. Adiós—le ofrezco una sonrisa tal cual la ensayé.

Me subo al auto, esta vez vigilo que todo esté en orden antes de encender el auto y poner reversa. Observo al hombre dirigirse al auto y antes de salir mira hacia mi auto.

— Conduce con cuidado—bromea.

Y se marcha. Yo hago lo mismo, salvo que vamos a distintas direcciones. Miro el reloj, faltan quince minutos para las cuatro. Llego tarde, pero intento que eso no me perjudique, porque los nervios no sirven de nada a la hora de manejar. El tránsito de Madrid me sorprende, está todo muy calmo para tratarse de un día de semana. Pero mis pensamientos no giran en torno a ello, sino en aquel hombre y su auto. Me había sorprendido por completo la forma en la que actuó, es decir, otro en su lugar bajaría del auto para insultarme. En cambio, él se interesó en que si me encontraba bien. Me daba gracia y hasta vergüenza.

Llego a la casa de Alice y no me sorprende que Ana estuviera afuera con sus amigas, esperándome con el ceño algo fruncido. Se suben rápido, no dan vueltas.

— Llegas tarde!—me reprocha—. Anda, vámonos!—cierra la puerta de la camioneta con fuerza.

— Lo siento—comienzo a adentrarme entre las calles, otra vez, y me animo a verlas por el espejo retrovisor. Realmente se le notaba molesta—. Hice todo lo posible para llegar a tiempo, pero tuve un accidente fuera de casa. ¿Puedes creerlo?

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora