Capítulo 2

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Nadie te enseña a vivir. Aprendes solo, te lastimas demasiado en el camino y logras entenderlo al final de todo, cuando no somos más que la sombra de lo que alguna vez fuimos. Hay tantos que mueren sin haber entendido el propósito o la forma de vivir. Más aún cuando encuentras en otra persona la fórmula. Y yo no la aprendí o en algún punto me perdí. Él tenía mucho que enseñarme aún y el tiempo no quiso detenerse para nosotros.
El tiempo solo avanza, arrebatando los besos y abrazos que pudimos seguir dándonos, los miles de 'te amo' que hubiese deseado decirte mientras me mirabas con esos ojos pardos, que me volvían loca. Hay tantas cosas que deseaba haber hecho contigo Rubén, pero la vida es así, cruel y despiadada; te da y te quita tanto. Realmente intenté frenar el tiempo y nuestro mundo para nosotros pero fue una lucha absurda. Lo lamento.

Lamento tantas cosas, pero mas que nada, lamento no tener esperanzas, fuerza y voluntad para seguir. Porque soy una mujer varada, que no aprendió a continuar con la vida sin el hombre que ama a su lado. Soy débil, solo era fuerte a su lado, por él respiraba pero eso al final no importó . Y ahora me encontraba en el sofá de mi casa. De nuestra casa. Bebiendo para olvidar el dolor, para hundirme en el recuerdo, para no borrar nunca su sonrisa de mi mente. El alcohol no me hacía olvidarlo a él, los medicamentos si, por eso siempre caía en la rutina de sentarme en su sillón favorito con una copa de vino, whisky o vodka, lo que haya en la casa. Lo que aún no lograron quitarme.

Flashback

— ¿Podrías no ignorarme cuando te hablo?

La miró algo desorientada, ya hace varias palabras que Mia se había perdido en sus pensamientos, otra vez. De alguna forma, necesitaba desatarse de la realidad y disfrutar de esos instantes porque luego volvía a su realidad.

Ese día Mía había llamado a Julia desde la mañana temprano en un intento de escaparse de los gritos de sus padres. Era una tortura quedarse allí, más para una adolescente de diecisiete años, aún más para Mia que no pasaba un día sin que llorara pidiendo, tal vez, una vida normal. Pero sabía que no la tendría, no si seguía al lado de sus padres. El tiempo se estaba comportando tan mal con ella, parecía que los minutos jamás cedían un segundo de más, que los días se hacían eternos y que los años no cansaban a nadie, salvo a Mia.

— Lo siento—se disculpó apenas.

Julia frunció el ceño, la chica no era tonta, la conocía hace tan poco pero podía deducir que algo le sucedía. Es decir, siempre que la llamaba la notaba tan angustiada que a veces temía en decirle que se encontraba ocupada. Siempre intentaba estar a su disposición, sentía que ella lo necesitaba y no se equivocaba. Julia no solo era una buena amiga, también era una joven sumamente bonita, rubia, de ojos claros, con una tez tan pálida y con su sonrisa era capaz de encantar a cualquier chico que pasara a su lado.

— ¿Sucedió algo?—preguntó temeraria de que aquello haya incomodado a su amiga—. Sabes que puedes confiar en mi...

— No quiero hablar de eso—Mia apartó la mirada de su amiga, se sentía avergonzada.

No podía creer como sus problemas se le iban de las manos y hacían que cualquier persona se diera cuenta de que no se encontraba de ánimos como siempre habituaba.

— Vale, si tu no quieres no voy a insistir—intentó cambiar de tema—. Por cierto, me había olvidado de decirte que a la noche llega mi primo de Noruega, si quieres puedes venir a casa, haremos una cena—rió—. Ya sabes, cosas de familia...nada demasiado ostentoso.

Mia intentó sonreír, quería que Julia tuviera por sentado que sabía cómo se comportaba una familia de verdad, pero era tan tonto que no pudo hacerlo. Ella sabía tan poco de ello, sólo podía darse una idea por las anécdotas de sus amigas y por lo que veía en la televisión.

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora