Capítulo 24

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Recostada en su cama, se lamentaba todos estos años que había pasado lejos de él, las inminentes lágrimas hacían saber su dolor, lo que le afectaba. Incluso, lo culpable que se sentía por haberlo dejado solo, aun cuando él no la necesitaba. «Debí estar a su lado», se decía mientras aferraba a su pecho el único recuerdo que conservaba de Rubén. Un peluche que le había obsequiado al graduarse de preparatoria. Sonrió pero aun así las lágrimas parecían caer con más facilidad. Y se preguntaran el porqué de sus lágrimas? Pues se atrevió a ver un vídeo de él, uno nuevo y curiosa, mientras se secaba el cabello, lo miró. Se titulaba "50 cosas sobre mi". No había cambiado mucho, sabía con exactitud que iba a decir a medida que avanzaba el vídeo, hasta le hacía gracia. Claro, Rubén jamás había perdido esa chispa que Mia encontraba tan interesante en él. Creía que era una luz y, que su resplandor, era capaz de curar hasta el alma más frágil y rota. Pero todo cambió, toda sonrisa se esfumó. Había notado algo extraño en su mirada, en sus ojos, en su brillo. Pensaba que solo era la iluminación. Pero luego notó una sonrisa forzada y su tono de voz cambió, era mas serio, mas dolorido, como si le costase seguir. Como si tuviese miedo de decir lo que realmente debía. «Y ahora mismo no sé si alguien me va a valer por interés, yo que sé, es una putada. Pero que se le va a hacer? Así es la vida». Lo habían lastimado, era evidente y ella no pudo hacer nada para impedirlo. Había tratado de convencerse todo este tiempo de que el alejarse de Rubén iba a ser lo mejor, para él y para ella. Pero era claro que aquello ya no tenía valor alguno. Se había equivocado con aquel acto osado. Habían terminado los dos con el alma herida.

Acababa de cerrar las ventanas, de devolver la oscuridad a la casa, como cada tarde luego de grabar un vídeo. Julia se encontraba sentada leyendo un libro mientras esperaba a que su primo se dignara en dirigirle la palabra. Rubén simplemente encendió la luz y sacó el móvil de su bolsillo para leer los comentarios en su último vídeo puesto que era lo único que le interesaba. Antes solía ser distinto, no tenía que preocuparse por las críticas porque siempre recibía mensajes halagadores y su vida privada no se veía tan expuesta. Pero todo en su vida había cambiado. Nunca en sus veinticuatro años se hubiese imaginado estar odiando la fama tanto como lo hacía ahora. Las críticas eran cada vez más grandes, casi ocupaba gran parte de la caja de comentarios en aquella plataforma que, en un tiempo, solía amar ,y no es que la deteste, sino que ya no la consideraba la misma de antes. Recibía mensajes de odio, donde lo criticaban por cualquier cosa que él hiciera, se metían con lo que más le dolía y hasta difamaron mentiras que Rubén intentaba desesperado desmentir. Hasta su ex novia, Jennifer, exponía su relación a través de 'tweets'. Lo llamaba 'hipócrita, abusivo y adúltero'. Le dolía, claro, aún la quería. Además, sus viejos amigos ya no querían saber nada de él y Rubén ya no podía hacer nada para evitarlo. Solo moría de impotencia cada noche, cuando percibía un flash filtrándose por las rendijas de su ventana, detestando a aquella persona que estaba allí, abajo, estorbando, intentando ser un intruso en la vida de un joven común y corriente como Rubén. Pero ya no había nada de normal. Ahora era un joven que se estaba consumiendo asimismo por lo que todos llamaban 'fama'.

Apretó sus puños con fuerza y volvió a guardar su teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón. Otra vez lo habían olvidado. Los mensajes 'bonitos' solo duraron un día porque todos habían notado que el chico de ojos verdes actuaba extraño, como si fingiera estar bien delante de una cámara. Exactamente lo que Rubén quería lograr. Pero ya volvieron a olvidarse. Todo volvía de a poco a su normalidad, por así decirlo. Y él debía aprender que esto era así. Que no había nada permanente, mucho menos en su vida. Salvo Mia. El recuerdo aún se sentía latente.

Se sentó junto a Julia, ella lo observó pero luego se volvió al libro que estaba leyendo. Rubén miró la portada. Curiosamente era el mismo libro que Mia leía cuando él se pasaba jugando junto a su amigo, ignorándola, desperdiciando aquellos momentos que podían haber pasado juntos.

— Apestan, verdad?—soltó Julia mientras cerraba el libro.

— Quienes?—preguntó sin apartar la mirada del libro.

— Ya sabes de lo que hablo— él alzó la vista hacia su rostro, la chica lo miraba atenta, notando las ojeras bajo los ojos de Rubén. Sabía que no había dormido correctamente y ya no era por pasarse horas con el ordenador—. De tus suscriptores, Rubén —añadió cruzándose de brazos.

— Algunos son majos—contestó cabizbajo. Había cierta verdad en lo que decía.

— Algunos?—rió irónica —. No soy tonta.

— No quiero hablar de eso. Sabes? Estoy harto—bufó—. No quiero estar más aquí. Quiero irme. Lejos. Iría a buscar a Mia, ahora mismo.

Había dicho aquello, casi sin pensarlo, pero había tanta verdad en sus palabras, tanto anhelo de verla otra vez. Porque deseaba estar con ella en la misma cama, de la forma más inocente que existe, solo para abrazarla, sentir su aroma junto a él y su respiración sincronizada con la suya.

— Te escuché decirlo muchas veces, Rubén. La última vez que la viste ni siquiera la frenaste—dijo levantándose del sillón.

—Y esta vez no pienso dejarla—suspiró. Ella lo observaba cruzada de brazos, estaba a punto de irse—. Iré a verla, sigue en Los Ángeles, verdad?

— Rubén... —susurró Julia, pero él la ignoró.

— Está en Los Ángeles, si o no?—insistió.

— Si, esta pero...

— Listo—la interrumpió —. Sacaré un pasaje para hoy si es posible—decía mientras tomaba su portátil.

Y así lo hizo, aunque la frustración se apoderó de él cuando recibió la noticia de que ningún vuelo zarparía hacia Los Ángeles ese mismo día, tal y como lo deseaba él. Se conformó con saber que al día siguiente tomaría el primer vuelo para verla de nuevo. Luego de que Julia se fuera, Rubén impaciente comenzó a quitar la ropa de su ropero, acomodándola en una maleta. Tenía decidido estar todo el tiempo que fuera necesario con tal de que ella lo aceptara de nuevo en su vida, «Soy un alma rota que busca un ángel para al fin sanar».

Sentado en su ordenador, bebiendo un refresco, intentaba editar el último vídeo grabado esa misma tarde. La concentración era nula. Se encontraba totalmente deprimido, exhausto, cansado de todo lo que se decía de él. Quería irse, huir como un cobarde, otra vez. Entonces escuchó el timbre sonar.

Una sensación extraña y placentera recorrió todo su cuerpo. Sus rodillas parecían sentirse débiles mientras aguardaba allí, esperando a que abriera la puerta y verlo luego de tanto tiempo. Se preguntó por qué se sentía así, «Con él me siento cómoda, es como estar en casa. Él es mi hogar».

— Mia...—balbuceó atónito cuando abrió la puerta.

— Supongo que ahora eres 'Rubius', cierto?—pregunto sin abandonar sus nervios.

— Si... Dios—sonrió—. Estás aquí... —dijo sin poder creérselo.

— Veo que no has olvidado mi nombre— musitó viéndose reflejada en sus ojos pardos.

— No podría hacerlo—contestó—. No lo he intentado.

— Yo sí—admitió.

— Pero ahora estás aquí. Todo dejó de importar, Mia.

Encendió las luces solo por ella y se obligó a comer, también por ella. Hablaban a gusto, con una taza de café entre sus manos, contándose anécdotas, la forma en la que sus vidas habían cambiado. Cuando Rubén le preguntó cómo estaba, ella le respondió con un simple 'Bien', pero para él fue más difícil fingir.

— Algunos son muy majos, pero... Hay cada crítica, cada comentario hiriente.... Esto apesta, Mía.

— Deberías ponerles un freno. Debes decirles todo lo que te hacen sentir, Rubén —dijo sin mirarlo, sabía que al ver su rostro tan afligido, ella rompería en un llanto—. No creí que todo terminaría así...dios.

— Y aun así, te hubieses quedado?—cuestionó—. Te hubieses despedido aunque sea?

— No me hubiese ido—contestó.

— Todo ha ido en picada desde que te fuiste, Mia—suspiró.

— Ya estoy aquí —dijo dejando la taza sobre la mesa ratona. Él imitó sus movimientos y se giró un poco para verla, aún sentados en el sofá, cruzando miradas.

— Cuánto va a durar?—le preguntó.

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora