Capítulo 20

734 90 24
                                    

No había pasado ni medio mes. No se habían visto en todo ese tiempo, se habían distanciado, «Tal vez pueda acostumbrarme a necesitarte constantemente ». Ella se encontraba atravesando el salón de la inmensa casa de los padres del joven, para ir al jardín, donde, hace unos momentos, le comentó Héctor que se encontraba. Intentaba repetir en su cabeza que decirle, que palabras usar para pedirle disculpas por haberse comportado así con él y poder despedirse como era debido puesto que Rubén no era cualquier persona en su vida. Además, Mia estaba por tomar una decisión muy importante, que revolucionaria su mente y vida por completo, y ella necesitaba que todo esté en orden antes de irse, por eso estaba allí.

Se asomó a ver por el inmenso ventanal que daba al jardín, todo era un tanto oscuro, solo las luces situadas a los lados del camino que conducían hacia unos columpios, iluminaban el jardín. Y fue suficiente para verlo, sonriendo como un niño jugando con su juego favorito. Pero algo se detuvo en el corazón de Mia, hasta era capaz de sentir el mismo romperse en mil pedazos, como una copa de cristal; ese sonido era insoportable, como el mismo dolor que provoca un afilado vidrio entre las manos. Los observó por unos instantes a la dulce pareja sonriendo entre beso y beso, descubriendo en la mirada de Rubén algo que ella jamás pudo notar antes, «Nunca me sonreíste de ese modo». Entonces comprendió lo egoísta que estaba siendo en irrumpir en la vida de un ser como él, «Eres un ángel y yo soy el infierno». Sus ojos se cristalizaron, haciendo que todo tenga un tono más cristalino; como un diamante. Tomó las piezas rotas y con el corazón en la mano, salió de allí antes de que notaran su presencia, aunque sabía que esos mundos fusionándose no se fijarían en un ordinario meteorito.

Tomó su vuelo hacia Los Ángeles no sin antes derramar lágrimas mientras dejaba atrás todo lo que ella conocía. La última noche en la que vio a Rubén, entre sollozos se había tomado la molestia en escribir una carta para el chico de ojos indescifrables, una carta que jamás fue dada. Solo la guardó para ella, consideraba que sus palabras se trataban de un acto egoísta, de amor y de locura. La ocultó en un sitio, creyendo que algún día él la encontraría, cuando ya nada valiera la pena. Comprendió, cuando ya se encontraba lejos de él, que se había enamorado y, que por ese acto, había perdido a su mejor amigo, a su confidente, a aquel hombre que la había traído de vuelta a la vida. Se había enamorado de la persona que no debía solo para demostrar que el amor no se elige, se siente, y no hay barreras ni actos osados que impidan sentirse asi... Como si fueras creado únicamente para esa persona.

«Me enamore de ti. No imaginas cuánto lo lamento. Cree una ilusión en mi cabeza, una fantasía a partir de un dulce abrazo en una noche de tormenta. No tuviste la culpa, solo te encargaste de llenar vacíos que ni siquiera creía que tenía. Tu amistad me llenó de buenos días, de gestos y palabras amables que jamás podré borrar. Pero Ruben, estoy viviendo en una farsa. No puedo quedarme aquí y verte enamorarte de otras personas. Siempre voy a estar deseando ser yo. Así que me voy a asegurar de irme sin que nadie me vea, con la cabeza baja y diré que todo está bien entre nosotros aunque no lo sea, aunque ahora me sienta un desastre olvidado. Pero si también sentiste lo mismo que yo aquella noche, si es así Ruben, te esperaré. Tendré prohibido olvidar tu nombre, tu rostro, tu voz, tu sonrisa. Voy a mentirme miles de veces, anhelando, imaginando. Para la eternidad, Mia»

(...)

Despierto en medio de la noche sintiendo esa opresión en el pecho, esa sensación de vacío que se despertó el día en el que Rubén decidió dejarme sola en este mundo, en este infierno. La puerta se abre despacio, la madera rechina, dejándome ver una silueta. Mis latidos se aceleran, golpean fuerte en mi débil pecho, casi puedo escucharlos.

— Estás despierta?—dice una voz suave.

Entonces recuerdo que Ana quiso visitarme este fin de semana.

— Si... —digo, aun desubicada—. Te sientes mal?—pregunto al notar que mi reloj indica las cuatro de la mañana.

— Si... Mia—con la voz quebrada. Me levanto descargando mi peso en mis codos.

— Qué sucedió!?—alarmada.

— Puedo...puedo dormir...contigo?—pregunta titubeante. Sonrío aunque dudo que lo note con la oscuridad de mi habitación.

— Si, claro que si. Ven—ella cierra la puerta, sabe que no me gusta la luz que proviene del pasillo, y camina rápido hacia mi. Me hago un lado y ella se recuesta a mi lado, cubriéndose con las sábanas rápidamente.

— Como cuando era pequeña—dice arrimándose a mi.

— Como cuando eras pequeña —repito y dejo que ella coloque su cabeza sobre mi brazo derecho, como una almohada. Me giro en mi lugar y ella también, dándome la espalda. Entonces comienzo a acariciar su cabello, increíblemente lacio y suave.

— Soñé con él, Mia—suelta luego de un silencio. Cierro los ojos para adentrarme a la oscuridad, en un intento de no llorar.

— Si?—mi voz suena quebrada, es inevitable.

— Estábamos en Noruega, donde solíamos ir con toda la familia, lo recuerdas?—pregunta, pero no contesto. Deseé decirle que sueño con ese sitio todos los días—. Pero estaba triste, lloraba sobre su piedra favorita.... No me quiso decir el porqué, solo... solo repetía «cuida de Mia»—sentí mi corazón detenerse, mis lágrimas humedecen la almohada a pesar de tener los ojos cerrados, aquello no era un impedimento para el dolor.

Nada lo era. Solo estar junto a él podría curar mi pesar.

— Solo fue un sueño—digo rápido y suave para que no note mis sollozos en mi débil voz.

— Si, lo sé. Pero lo extraño tanto. Se siente ese vacío a toda hora—dice como puede, comienzo a sentir mi brazo húmedo, son sus lágrimas cayendo por sus mejillas, continuando su camino—. He visto todos sus vídeos, una y otra vez, a veces debo pausarlos porque me cuesta saber que no está aquí... Con nosotros. Y me invade una sensación de odio. Odio hacia sus fans. Porque nunca lo comprendieron. Nunca supieron cómo era él realmente...

— No digas eso....—musito, interrumpiéndola.

— Pero es verdad!—levanta la voz, sin voltear a verme —. Todo el tiempo entrometiéndose en su vida, como si fueran dueñas de humillarlo, de juzgarlo...

— Tu hermano quiso exponerse...

— Mia...

— No digo que no tengas razón —no dejo que me frene—. Pero... Aprendí a aceptar todo lo que él amaba, Ana. Ellas son parte de él. Y de nosotras... Recuerdas cuando te cantaron para tu cumpleaños?—le pregunto recordando aquello.

— Si...

— Y cómo adoraban que aparecieras en sus vídeos? —continúo.

— Si... Pero, Mia...

— Todo tiene un lado positivo, recuerda eso, Ana. No vivas con rencor, si?

— Si...

— Lo prometes?

— Lo prometo.

Luego de un tiempo ameno, la castaña se durmió por fin. No me creí nada de lo que dije. Sentía que esas palabras no me pertenecían, solo intentaba repetir lo que él le diría en su lugar. Porque él era bueno para convencerla de que no estaba en lo correcto, de que el mundo es un sitio maravilloso, donde solo hay un lado bueno y, el resto, no importa. Rubén era bueno para encontrar la bondad en todo porque él era un ser increíble, que amaba terriblemente a sus fans, a sus 'criaturitas', a sus 'cabesas'... Pocas veces se quejaba, prefería ocultar su molestia, su tristeza, al mundo. «Ellos no deben verme así. No lo merecen». No se daba cuenta que aquello lo estaba destruyendo y yo no hice nada para impedirlo. Mi amor no bastó para frenar la avalancha que se venia sobre nosotros.

Lo lamento, Rubén...

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora