Capítulo 21

654 75 22
                                    

— Michael!—dice ingresando al salón donde él observaba incómodo las fotografías familiares, deteniéndose a mirar una en la que Mia sonreía a gusto junto a su marido.

— Señora Gurdensen—se levanta del sofá y se dirige hacia ella para saludarla con un apretón de manos. Midiendo sus elegantes movimientos, vuelve a su lugar esperando a que la mujer se siente y, cuando lo hace, Michael se vuelve a sentar.

— Cómo está? —le pregunta la mujer rubia frente a él.

— Bien y usted?—lo mira fijamente, jamás creyó encontrarse tan nervioso. Ni siquiera en su primera clase en la Universidad se sintió tan juzgado con una mirada.

— Podríamos decir que...bien, pero creo que usted no vino a discutir ese tema, estoy en lo cierto, ¿verdad?

— Lamento molestarla...

— Oh no, no es ninguna molestia, Michael...

— Y Ana?

— Está en su cuarto, ¿quieres que la llame?

— Quisiera verla, pero...primero quiero hacerle una pregunta, si no le molesta...

— Claro, dime.

— Cómo está Mia?

— Mia—suspira.

— No he sabido nada de ella en casi todo un mes y mañana viajaré a Londres para ver a mi familia. Quisiera irme sabiendo que ella se encuentra relativamente bien...

— Y por qué te interesa tanto el bienestar de Mia?—pregunta siendo filosa.

— Solo tengo la necesidad de que ella este bien, a salvo. Va más allá de tener o no su amistad, Señora Gundersen. Ella necesita alguien que la escuche, que intente comprender su dolor sin juzgarla. Necesita atención.

— Si, a ella me encanta llamar la atención... —habla entre dientes.

— No me refería a eso...

— No sé nada de ella, Michael—suspira—. Suele hacer esto a menudo...

— Esto?...

— Desaparece, Michael. No sabemos dónde está, no da aviso de eso, solo se aísla del mundo. Debe estar en algún sitio, descomunicada, dios sabe que cosas estuvo haciendo durante este tiempo.

— Cómo!? No han intentado buscarla!?—pregunta incrédulo—. No imaginan donde pudo ir?

— Es imposible saberlo, lo hemos intentado pero es absurdo. Mi familia y yo, preferimos dejarla en paz. Una vez desapareció por tres meses, nosotros fingimos que estaba en Los Ángeles, visitando a amigos. Nunca nos dijo dónde estuvo realmente, ni siquiera a Ana.

— Pero...

— Es absurdo, Michael, creeme—dice interrumpiendo lo que estaba por decir—. Pensarás que no me interesa dónde y cómo se encuentra Mia, pero es justo lo contrario. La quiero y la protejo como si fuera una hija, aunque ella no piense así. Más bien, piensa que todo lo que hago, es para lastimarla.

— Solo esta triste.

— Lo sé, yo fui quien perdió a su hijo—irónica—. Y sus hermanos a un hermano, sus tíos a un sobrino, su padre a un hijo, sus abuelos a un nieto... Todos hemos perdido algo en esta vida. No debía ser así, pero aun con el dolor, seguimos viviendo. La vida continua.

— Suena fácil...

— Si, pero la realidad es que la vida sigue. El mundo no se detiene, sigue girando y nosotros debemos acostumbrarnos a seguir. No podemos encadenarnos a los que no están, llorando por algo que sabemos que jamás volverá.

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora