Capítulo 19

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— No será que tus pensamientos se dirigen a una persona, Mia—le dio un trago antes de continuar—. En quién piensas, Mia?

— En nadie...—desvió la mirada—. Solo no pude dormir porque estaba pensando en los pasos que iba a ensayar hoy en el estudio... Ya sabes—inventó.

— Que tragedia—irónica.

— Además, hoy vuelve Celia—fingió una sonrisa, como si aquello le alegrara.

— Que pesada esa tía!—soltó Julia.

— Por qué?—preguntó curiosa ante ese comentario.

— Porque siempre está al pendiente de lo que hace Rubén. Cada vez que ella está con él, parece olvida...—se detuvo. La joven sabía lo que estaba a punto de decir y no la contradecía. Él parecía olvidarse de Mia. Pero tal vez, tenía que ser así y ella ya había aprendido a acostumbrarse a ese pequeño y gran detalle.

— De todo modos es su novia. No puedo decirle a Rubén que termine su relación solo porque a mi no me...agrada—finalmente se atrevió a decirlo.

— Y a ti por qué no te agrada?—se cruzó de brazos—. Ustedes se supone que son amigas...

— No me agrada para Rubén...

— Y quién te agrada para mi primo?—preguntó. Parecía que había otra intención en esa singular pregunta.

— No lo sé —dejó el vaso en el fregadero—. Me voy a dar un baño—decía mientras se acercaba a ella para depositar un beso en la mejilla de la chica—. Te quiero—y salió de allí, difuminando rápidamente su sonrisa.

Mia vio de cerca el reencuentro y pronto deseó no estar allí. Almorzaron los tres juntos pero parecía que ignoraban la presencia de la joven. Cruzó unas cuantas palabras con su mejor amigo y luego nada. Se pasaron la tarde juntos, jugando como dos niños enamorados, riendo, robándose besos que ambos deseaban. Mia notaba que Rubén se comportaba de una forma muy distinta con Celia, sonreía más y reía con más entusiasmo, aunque seguía siendo igual de auténtico. «Conmigo no parece tan feliz...». Hasta pensaba que se trataba de una versión mejorada de Rubén y que ella, solo se encargaba de opacar el brillo que poseía el chico. No podía y no quería terminar con su felicidad, así que decidió callar todo lo que sentía.

Otra semana había pasado, pronto los padres de Rubén regresarian, y ella se encontraba bailando en el estudio de danza, transmitiendo toda su tristeza en la clase de contemporáneo. Rubén estaba allí, observándola o al menos eso creía. Ese día se había atrevido a llevar a Celia, «No creo que lo haya hecho al propósito». Ella ignoraba ese acontecimiento, ese atrevimiento, no quería comprender la magnitud de lo que había hecho Rubén con su simple accionar. Había roto lo más bonito que tenía, lo que lo unía a esa joven, había quebrantado el lazo más maravilloso que podía ocurrir entre un hombre y una mujer; la amistad.

Terminada la clase, salió de allí apresurada, caminando con la dificultad de un bolso golpeando su pierna derecha constantemente a medida que avanzaba. Pero no fue un problema, no lo era comparado a lo que se vendría después, a lo que ella estaba ignorando. Le daba furia. Pasaban todo el tiempo juntos. Refregaba su amor frente a ella. «Debo poner un freno a esto». ¿Pero qué podía hacer? Era obvio que Rubén se fijaría en una joven tan atractiva y simpática como Celia. Desde su cabello pelirrojo, casi anaranjado, hasta sus ojos castaños, todo de ella era bonito. Tenía una sonrisa particular y una voz extremadamente dulce. Hasta despertaba en Mia un poco de envidia. Pero Celia era la chica que Rubén había elegido... «Aveces la forma más heroica de demostrar amor es alejándonos ».

— Bailas muy bien, Mia. Cada vez me sorprendes más—sentado en la silla de su ordenador.

— Lo mismo digo de ti—irónica. Dibujaba compases en su cuaderno, de pie, lo más cerca posible de la puerta; por si necesitaba escapar.

— Alá, eso crees?—sonriendo.

— Ya te dejé el almuerzo de mañana preparado, solo debes calentarlo en el micro y...—la frenó.

— Ya te vas?—preguntó. La miraba extrañado, notando algo diferente en la joven, algo había cambiado.

— Si—sin vueltas.

— Solíamos hablar, Mia—recordó levantándose de su asiento.

— Si, lo hacíamos —contesto sin siquiera mirarlo —. No necesitas nada más, cierto?

— Tanta prisa tienes por irte?

— Tengo trabajo mañana y estoy cansada.

— No es excusa—soltó una risa débil—. Es algo que hice?—se acercó y ella retrocedió con miedo hasta casi dar con la puerta. Él lo percibía—. Vale... Ahora me temes—irónico.

— Donde está Celia?—pregunta para desviar el tema.

— Con una amiga. Dijo que vendría luego.

— Con más razón, me voy...

— Es por Celia?—cuestiona—. Es eso? No te agrada?

— Celia es una mujer... Maravillosa, no tendrás mejor opción que ella!

— Mia...

— No se te ocurra lastimarla... Es una linda chica! No desperdicies el tiempo que luego querrás tener a su lado—su voz sonaba entrecortada por encontrarse nerviosa.

— Mia, que ocurre?—avanzó unos cuantos pasos hacia ella—. Dime, que sucede?

— No preguntes, Rubén. Por favor, no lo hagas—respiró profundo—. Solo tienes que saber que me iré a Los Ángeles pronto.

— Los Ángeles?—repitió intentando comprender—. Qué harás allá?

— Tenias razón. Me llamaron hace días, me dijeron que si aceptaba ellos tendrían todo listo para mi—le explicó desanimada.

— Eso... es fantástico—fingía estar entusiasmado, pero no podía—. Por cuánto tiempo?

— Cuatro...cinco años...no lo recuerdo—sus ojos se volvieron cristalinos.

— Pero eso es mucho tiempo...—musitó mientras analizaba lo que eso conllevaba.

—  Esa es la idea—dijo sincera.

— Y por qué? Merezco saberlo, o no?—preguntaba entristecido.

— Porque llegará el día en el que dejes de necesitarme, Rubén—las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas, haciendo que todo reluciera un poco más, incluido los ojos de aquel joven—. Y olvidarás el hecho de que fui tu amiga, hasta olvidarás mi nombre. No puedo quedarme aquí para ver como eso desaparece, prefiero alejarme ahora que puedo hacerlo.

— Y no importa el hecho de que yo no quiera alejarme de ti?—avanzó un paso más hacia ella.

— Tu y yo no hablamos desde ese día en el que Celia te llamó por teléfono, en el salón de tu casa—recordó secando sus lágrimas—. Tu no lo has notado pero yo no puedo fingir que ese detalle no me interesa. No quiero estar aquí para cuando me alejes por completo de tu vida. Siento que ya me acostumbre a ti y me dolerá muchísimo el día en el que eso pase.

— Mia...

— No es tu culpa. No lo es. Soy yo que confundió las cosas, la que no es lo suficientemente fuerte para quedarse. No debí dejar que me abrazaras esa noche...

«Nos acostumbramos a nuestras presencias, a despertar solo porque anhelabamos esa sonrisa cada tarde, a conformarnos con un simple abrazo en una cama a la madrugada, cuando el cielo reflejaba lo que se venía; una tormenta de sentimientos y de ilusiones rotas».

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora