Capítulo 17

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— Por cierto, ¿cómo te fue con la academia en Los Ángeles? —preguntó—. Se me había pasado preguntar.

Hace unos meses a Mia, tras la audición, se le presentó una oportunidad. Teresa, su profesora, le habló sobre becas de estudio en una prestigiosa academia de baile en Estados Unidos, «Si alguien te echa el ojo mientras bailas, no lo dudes, tendrás trabajo seguro», decía. No perdía nada al contactarse, aunque todo lo hizo con ayuda de Julia. Envió un vídeo que nunca tuvo respuesta. Ni le había dado tiempo a ilusionarse. Todo siguió marchando normal para ella. «A la larga, aprendes a acostumbrarte a las heridas».

— Pésimo. No contestaron, aún—respondió mirando el techo de la habitación mientras comenzaba a escuchar las primeras gotas caer en la madrugada de Madrid.

— Aun—repitió—. Eso no es pésimo. Todavía hay esperanzas—la animó.

— No quiero hablar de las esperanzas contigo, Rubén —dijo sonando algo fría.

— Gracias—irónico.

— Es solo que... No puedo pensar en positivo.

— Si, lo sé.

Lo siguiente fueran palabras que Mia dejó de escuchar cuando logró conciliar el sueño mientras el cielo parecía caerse afuera. En cambio, el no tuvo tanta suerte. A Rubén siempre le resultaba algo complicado concebir el sueño. «Ella dice que no debo pensar en nada». Pero resultaba imposible, aquella hora era el momento exacto para que todos sus pensamientos invadieran su mente, gritando, pidiendo que prestara atención a ellos y él lo hacía. Luego de un tiempo ameno mirando el techo, ya cansado, se giró sobre su lugar, hacia la derecha para encontrarse con ella dormida. Entonces fue ahí cuando decidió perder el tiempo contemplando cómo dormía, la forma en la que parecía sonreír en sueños, tan calmada, tan serena. Recordó cada momento vivido, desde el instante en el que entró a su vida, los malos momentos convertidos en abrazos sinceros y llenos de amor. Era incapaz de cerciorarse de lo importante que era ella en su vida, en su existencia. Ignoraba ese torbellino de sensaciones que despertaba aquella joven cada vez que lo miraba, que le sonreía, que lo abrazaba. «Es tan hermosa», concluyó suspirando.

Esa mañana todo resultaba extraño, desde el primer momento en el que sus ojos se abrieron, notó la extrañeza. No creía que era la falta de luz en la habitación, ni mucho menos la fría ráfaga que ingresaba por la ventana. Le costó despertar, la cama era sumamente cómoda, pero de pronto olvidó ese detalle. Ahora se sentía desubicada. Más cuando se sintió abrazada por los brazos de un hombre, «Por dios... No puede ser posible», se lamentaba en silencio. Él aun seguía dormido plácidamente a su lado, quería irse pero tampoco quería despertarlo. «Pero no puedo quedarme aquí», pensó e intentó levantarse. Pero mientras más se movía, él la aferraba con más fuerza.

— Duerme, amor—decía en sueños —. Todavía no es hora de ir al trabajo....—balbuceaba.

— Amor??... Pero que caraj...—susurró.

— Claro que me gusta —seguia diciendo.

— Rubén!!—intentó despertarlo. No hubo caso, él seguía dormido—. Rubén, suéltame—musito—. Rubén! —esta vez él logró despertarse luego de ese grito.

— Qué?—logró decir algo adormilado—. Que sucede?—aun seguían abrazados.

— Podrías... Soltarme, necesito que me sueltes—algo alterada por los nervios.

— Que te suelte?... Oh dios—dejó de abrazarla de inmediato—. Lo siento...yo...no sé cuando, debí de hacerlo dormido...—titubeaba.

— Si, llevas sin tarde cuenta toda la noche!—malhumorada. 

Hell (r.d) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora