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Porque esta vida es una sinfonía agridulce
Intenta hacer que los extremos se encuentren
Intentas encontrar algo de dinero y entonces mueres
Yo tomaré el único camino en el que siempre he estado
Tu conoces al que te lleva a los lugares
Donde todas las venas se encuentran, si
Sabes que puedo cambiar, puedo cambiar
Pero estoy aquí en mi molde
Estoy aquí en mi molde
Pero soy un millón de diferentes personas
Desde un día al próximo
No puedo cambiar mi molde
No, no, no, no.—The Verve—Bitter Sweet Symphony.


Lauren

Lo que Camila me pide es un imposible. No puedo arriesgarme a perder todo por lo que trabajado tanto. Aunque fuese una herencia, es el patrimonio que me ha dejado mi difunta madre, Sinuhe De Jauregui.

Jamás dejaría que mi inescrupuloso hermano se aprovechara de mis arrebatados impulsos para calmar las ansias de sexo. Nadie puede enterarse de mi matrimonio con Camila, de ser así, sería el comienzo de mi desgracia.

Ha pasado una semana desde que regresamos de Canadá y, aunque esperaba mis deseo por ella fuesen disminuyendo con los días, hasta ahora es todo lo contrario. Cuando llego a casa y la veo, esperando, lista y dispuesta para mi, pierdo por completo mi autocontrol.

Pero ¿cuándo lo he tenido al tratarse de una hermosa mujer? Mi adicción al sexo es mi maldita cruz.

Es lunes, día de pasar tiempo con Jacob. Le he prometido iríamos a jugar al parque. A él le encanta el béisbol, de hecho es uno de los mejores en el equipo del instituto. También es muy inteligente, él conserva un poco de sus padres biológicos.

—Lauren, hay una personita que dice conocerte, se llama Jacob.

—Voy en seguida.

Demonios, cómo pude olvidarme Camila es mi secretaria. Conociendo a Jacob, ya debe de haberle contado todo. Llego casi corriendo a la puerta. Una vez fuera, me quedo de piedra viendo la escena.

Jacob y Camila conversan de los más cómodo. Es casi como si se conocieran de toda la vida. Lo inusual de todo esto es, Jacob casi nunca habla tan fluido con algún desconocido y menos si es una chica. Lo veo llevarse un caramelo a la boca para después entregar el envoltorio a Camila.

—Hey ¿por qué me das el envoltorio?—reprocha la castaña con fingida indignación.

—Es que ahora el envoltorio es más bello porque ya perdió su objetivo en esta vida.

Ambos sonríen. Al igual que yo, Camila parece ligeramente sorprendida. Había olvidado la época como Hippie de su madre.

—Jacob.

—¡Lauren!

El pequeño de nueve años corre a mis brazos. Rodea con sus brazos mi cintura, inclinándome, beso los mechones rubios de su cabeza antes de apartarlo y tomar su mano.

—Ya puedes irte, Camila.

Me dirijo a la castaña qué me mira con cierto brillo en sus ojos, pero éste no tarda en esfumarse una vez depara en mi orden. Si espera la trate diferente, esta equivocada. Es mi empleada en el trabajo y mi desahogo en casa.

A Mí Merced (Camren)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora