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―Eres una idiota, Jauregui.

Kendall se aleja de mí en un ataque de llanto incontrolable, puedo notar sus manos temblando como testimonio de su nerviosismo. Oh, Dios, no recuerdo la última vez que la vi tan vulnerable.

―Kendall...cálmate ¿sí? escúchame...―avanzo un paso hacia ella, pero huye de mí.

―¡¿Dónde estuviste todo este tiempo?!―exige saber entre lágrimas―. Tuve que criar a Jacob sola, Lauren...porque tú no estabas...dónde...―un sollozo interrumpe sus palabras.

Baja la cabeza mientras cubre su rostro con las manos. Dios, nunca debí aparecer así, me duele verla de esa forma y todo por mi imprudencia. Con una señal mía Kristopher sale del apartamento, entonces Kendall y yo nos quedamos solas. Me arriesgo, acercándome a ella para rodearla con mis brazos, pero ella se resiste empujándome para que me aleje.

―No...no...creí que habías muerto, Lauren...nos dejase, a tu hijo y a mí...―reprocha entre lamentos.

Vuelvo a acercarme y esta vez la sostengo fuertemente. Me golpea el pecho con sus manos mientras reniega de mi abrazo, pero de a poco los golpes disminuyen hasta que logro abrazarla por completo.

―Shhh...lo siento, por favor perdóname―beso su cabeza y cierro los ojos cuando corresponde mi abrazo―. Sólo permite que te explique.

―Esto es increíble...tu aquí.

―Lo sé.

―Eres una idiota...hiciste que luciera horrible en tu entierro.

Sonrío a mi pesar. Tomo su rostro entre mis manos y limpio sus lágrimas, sólo por instinto nuestros labios se unen en un corto, pero significativo beso.

―Lo siento, nena. Te aseguro que tengo una buena explicación.

―Más te vale, Jauregui o te juro que jamás te lo perdonaré.

Hago un saludo militar para mostrarle que me ha quedado claro su advertencia. Pero ambas sonreímos para después abrazarnos de nuevo.

―Aunque suene increíble, te extrañé, Lauren.

Suspiro, adsorbiendo lo reconfortante que es tenerla entre mis brazos.

―Casi te creo eso...―digo en broma, ganándome otro golpe―. También te extrañé...a ambos. Por cierto ¿dónde está? ¿cómo está? Quiero verlo.―le pregunto una vez nos alejamos.

Me mira con una sonrisa, sus ojos brillan casi como el primer día en que nació Jacob.

―Es un niño hermoso, Lauren―murmura orgullosa mientras nos sentamos―. Y muy listo también―mira su reloj diciendo―: Debe estar por llegar...

―Mamá, hay un señor en la entrada que conoce mi nombre.

De pronto mis oídos escuchan la melodía más hermosa. Me paralizo, incapaz de decir o hacer nada cuando mi hijo entra por la puerta. Parece más interesado en su mochila que en nada, tanto que no ha notado mi presencia.

―No le respondí cuando me ha llamado porque me has dicho que no hable con extraños.

―Eso está muy bien.

Las palabras salen de mi boca sin darme cuenta. Entonces sus grandes y celestes ojos encuentran los míos después de tanto tiempo. Lo veo parpadear varias veces, luego se quita las gafas para limpiarlas con su camisa y volvérselas a colocar. Sonrío ante el gesto y alzo una mano temblorosa en señal de saludo.

―Hola, hijo.

―¿Lauren? ¿eres tu?―asiento, sintiendo como crece el nudo en mi garganta―. Estas...viva...¿o es otro sueño?

A Mí Merced (Camren)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora