Isla de Margarita, Venezuela.
Una mujer de espalda a su exitoso hotel de lujo veía con admiración a su único hijo varón rompiendo las olas del mar montado en su tabla de surf. El muchacho era su orgullo después de su otra hija que había criado con sacrificio junto al amor de su vida. Aún pensaba lo mismo, cada mañana y cada noche de todos los días desde que se habían escapado del peligro a un lugar mejor.
Inmigrantes les decían, no obstante con esfuerzo y paciencia supieron hacer de aquel apodo discriminante el título perfecto para su primera posada a orillas del mar. Su éxito creció muy rápido y para cuando se dieron cuenta tenían una cadena entera de hoteles por toda la isla. Su fama se hizo notable cuando los turistas extranjeros que viajan a disfrutar de las maravillas de la isla preferían las comodidades y servicios que ofrecían sus hoteles.
A pesar de no tener alternativa respecto a dejar atrás una peligrosa vida, habían encontrado la estabilidad económica y tranquilidad mental que tanto buscaban. Por fin tenían de vuelta la paz que les fue arrebatada.
Pero una parte de si, no era completamente feliz. Cuando huyeron no sólo dejaron sus pertenencias atrás sino también a sus seres amados. Así que decidieron tener su primer hijo como pareja y matrimonio. El chico alto y atractivo graduado con honores de la secundaria era todo lo que hubo soñado para su primera hija la cual hacía años que no veía. A pesar de lo que su antiguo esposo le hizo creer ella jamás perdió las esperanzas de volver a verla.
La más pequeña de sus hijos fue un deseo de su pareja que había experimentado la misma tragedia que ella. Sin embargo y a pesar de que sus hijos sabían la verdad de su pasado no intentaron ocupar el lugar de sus otros hijos ni tampoco opacarlos con sus fantasmas. Al menos uno de ellos lo percibía así.
Ella acariciaba la foto en su collar de oro con la fuerte ilusión de tocar su rostro pálido otra vez como la primera y última vez que logró hacerlo. Su libertad había tenido un doloroso precio, pero con su ahora poder sabía más pronto que tarde tendría la oportunidad de enmendar su error. Los hechos que suscitaban en su ciudad natal eran cruciales para su futuro y el de su familia.
―¿Señora?
La voz gruesa de un hombre la hizo apartar la mirada de su hijo.
―¿Qué noticias tienes? ―preguntó con notable interés y guardando la calma, gesto que la caracterizaba indiscutiblemente.
―Tuvimos algunos inconvenientes, señora.
―¿Qué clase de inconvenientes?―inquirió de nuevo manejando perfectamente el español de la zona.
―Ellos la encontraron primero que nosotros, pero logramos traerla.
El hombre parecía bastante nervioso, cosa rara en él se dijo la mujer. Apartándose de la barandilla se movió hacia la salida, inquieta de ver a su hija.
―¿Dónde está?
―Hemos mandado a acondicionar una habitación para ella, pero...
A ella no le agradaban los peros. Se detuvo, volviéndose para encarar a su hombre de confianza.
―Mauricio, deja de darle vueltas al asunto y dime de una vez qué carajos sucede.
―Mamá, tranquilízate.―su hija intervenía a sabiendas de que a su madre nadie le decía qué hacer, excepto su pareja.
Ella le dedicó una mirada antes de devolver la atención a su empleado.
―Cuéntame qué pasó.
―Hubo una persecución y acabó mal. La buena noticia es que ella está viva y él muerto.
La mujer podía palpar el fin de toda su agonía, una marcada por aquel opresor hombre.
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A Mí Merced (Camren)©
Fanfiction"Ella sólo era dos cosas... Un encanto y una hija de puta." Terminada