Preludio.

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Yu-Gi-Oh! No me pertenece, es propiedad de Kazuki Takahashi.

Capítulo especialmente dedicado a:

fxctheworld Por ser la primera en leer/comentar/votar en esta historia.

HeeyRamirez Porque sus palabras encarecidas me inyectaron la inspiración que muchas veces me abandono.

carrox Mi Sensei, quien se ha ganado todo mi respeto y admiración en poco tiempo.

~Sólo podía dedicarlo expresamente a una de las 3, (si alguien puede decirme como puedo dedicarlo a las 3 lo agradecería eternamente) escogí a fxctheworld por ser la primera en leerme/votar/comentar, pero ello no desdeña las otras dos dedicaciones. :')~

¡Gracias infinitas!

~Prohibido reproducir el multimedia antes de la conclusión del capítulo. xD~

Capítulo largo, tan largo como el tiempo que tardó en ser publicado. Mi manera de disculparme.

-.-


Disputaba con sus párpados la concepción de una visión por más difusa que pudiera ésta ser. Los pliegues desafiaron la resistencia bélica finalizada con su victoria, exhibiendo como galardón una óptica imprecisa.

El fulgor albino de una luz escaldó sus ojos entumidos por los fármacos laxantes diluidos en su cuerpo por un tiempo desconocido a su consciencia. Rozó sus pestañas en más de una ocasión, buscando claudicar el escozor de la luz irradiada. Los orbes azules fueron dilatados al extremo de consentir la imagen de una lámpara fluorescente.

Su cuerpo gimió protestando el instintivo movimiento que procuró realizar, puntualizando el dolor vigente en cada una de las extremidades. Discrepó la objeción sin miramientos, conteniendo el dolor con sonoros carraspeos.

Inclinar el cuerpo hacia delante suscitó una punzada de dolor contraído en su espalda, subyugando la sincronía de sus fuerzas en la conservación del equilibrio amenazado por un consecuente mareo. Conjugó una porción de la sincronizada fuerza en su mano derecha, designando colocarla en su sien para contrarrestar un advenido dolor de cabeza.

La confusión aturdió los rasgos de su semblante cuando visualizó el vendaje adherido a la mano en cuestión.

Imágenes volátiles cruzaron frente a sus ojos como ráfagas de un viento invernal, helando su consciencia perturbada.

Dirigió su mirada turbada hacia el techo, contemplando la luminosidad fluorescente que sustituía el parpadeo emitido por la lámpara que recordaba colgada en un techo desteñido.

Sus ojos remozados de desconcierto admiraron la blancura innata de una recamara médica cualquiera con el olor higiénico caracterizado; en lugar de la sección lúgubre bordada en una densa oscuridad como ornamento de la hediondez protagonizada por la carcoma húmeda que servía de refugio a los insectos cuyas heces apreció con asco.

Confuso en un grado inmensurable, miró por segunda vez su mano vendada, rememorando la pistola antes tutelada en ella. Detrás de la mano saneada, palpó azorado la sábana blanca cubriendo su cintura. La gabardina ausente como indumentaria, reemplazada por el uniforme distintivo de un paciente asistido.

Amor Blanco A Través De Unos Ojos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora