Epílogo: Interludio

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Yu-Gi-Oh! Es propiedad exclusiva de Kazuki Takahashi. Mía es esta obsesión por personajes ficticios, la carencia de oxígeno en cerebro y un desvarío llamado Yura.

He aquí mi regalo hacia los lectores pese a ser yo la cumpleañera. Mayor es el gozo en dar que en recibir.

Epílogo no tan largo como el último capítulo, en cuyas letras el amor, las lágrimas y la emoción se escabullen para pasar desapercibidas...

Puedo descender a la tumba en paz.

-.-

Blanco.

Tan blanco como porcelana frágil es el techo que mis ojos azules perciben gracias al ensanche de los párpados. Aún cautivos por los vestigios del sueño, ejecutan cada orden dictada por mi cerebro ya impuesto a encenderse a las seis de la mañana sin la necesidad de algún despertador o la perturbación del silencio.

Mis coyunturas empiezan a desentumecerse con el movimiento sutil que trazo, mientras a una velocidad no muy disímil de la luz, las neuronas se entrelazan formando las conjeturas que se despliegan como imágenes borrosas de su piel blanca siendo azotada por mis labios ansiosos.

Mi cuerpo padece un ligero estremecimiento al rememorar mi propio deseo. La ansiedad de perderme en su piel blanca como en los caminos turbios de un laberinto o sucumbir al placer como el esclavo se doblega ante el látigo del torturador.

Pero dominar mis concupiscencias es un mérito del cual aún deseo poder jactarme.

Extiendo una mano tentando las sábanas, buscando su calor. Deseándola con el mismo fervor que en la madrugada. Anhelando contemplar su rostro maquillado por el sueño.

Disfrutarla en silencio.

Pero mi ensueño cede paso a la tensión que me alarma cuando mi piel no encuentra la suya y, en su lugar, mis dedos tocan la tela de la camisa antes prendada en su cuerpo, resplandecido por la luz de la luna que nos acunó en el balcón.

Flexiono mi cuerpo para erguirme a medias, observando suspicaz la camisa así como las arrugas de las sábanas por la ausencia de su cuerpo.

¿Qué tan temprano despertó?

Entre besos ardorosos le ordené tomarse el día el libre por lo que no existe un motivo significativo para justificar el haberse levantando casi al rayar el alba.

¿Estará en el baño?

La hipótesis me hace abandonar la cama en un santiamén, sin importarme un posible resfriado por hacerlo descalzo. El frio que aminora el calor de las horas entre las sábanas, no alcanza mi intimidad por estar cubierta con el bóxer.

Turbado, camino hasta el baño, donde las gotas en la tina y otra minúscula que cae de la ducha son las huellas de su presencia.

¿Ha de haber bajado a desayunar?

Es lo más factible.

La pequeña semilla plantada en su vientre necesita mucho abono y ser regada con sumo cuidado.

¿Cuál será la naturaleza de ese retoño?

¿Varón? ¿Hembra?

¿A cuál de los dos se parecerá más? ¿A ella o a mí?

Amor Blanco A Través De Unos Ojos AzulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora