Chapter three; Pieces

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Harry

Camino de la mano de alguien. No sé quién es, tampoco me interesa saberlo. Con ella... Espera, ¿ella? ¿Cómo estoy tan seguro? El tacto de su piel, se me es familiar... A su lado me siento seguro, a pesar de que sean tantas las veces en las que ha sido precisamente ella la que me ha revelado que soy yo el que la hace sentir segura y protegida. Tengo la teoría de que formamos dos mitades. Joder, mira que soy cursi, pero así lo siento yo. Separados no encajamos; somos piezas predestinadas a formar el mismo puzle, sino, nada. No me percato de que sonríe, pero lo hace. Tengo la esperanza de que sea Hessa, pero, ¿por qué pienso en ella? Mejores amigos, nada más. Suelta mi mano y frunzo el ceño. Por el rabillo del ojo la veo alejarse, ¿por qué no la detengo? Continúo caminando sintiendo el suelo hundirse bajo mis pies y entonces reparo en que ando en dirección al mar; el que minutos antes estaba en calma, mientras ella seguía conmigo. Pero ahora que se ha ido, todo va mal, el cielo se ha teñido de un puto tono gris y el agua está revuelta. Olas chocan contra las rocas del fondo y por algún motivo que desconozco, sigo caminando hacia el que, probablemente, sea mi fin. Pero, ni siquiera ahora me atormenta eso, sólo necesito saber si Hessa está bien.

Abro los ojos hasta que logro acostumbrarme a la luz del alba, que me da los putos buenos días. Me he tirado toda la noche con pesadillas de ese tipo; todo muy perfecto hasta que algo malo pasa, y en mitad de todo ese caos mi única preocupación es Hessa. ¿A qué viene tanta obsesión por esa chica a la que no conozco? Ni siquiera sé si realmente éramos mejores amigos. Me retuerzo los dedos mirando por la ventana. Entonces reparo en el cuerpo que duerme en el sofá.

Hessa.

¿Esta chica no tiene vida? Joder, lo hace por mí. Quizá sí que fuésemos los mejores amigos. Me levanto con dificultad de la cama y cogiendo una manta con la que minutos antes dormía, cubro su cuerpo, que se arrulla con los brazos y un fino jersey. Tiene los labios entreabiertos y un suave ronroneo escapa de ellos cada vez que espira. El pelo rubio enmarañado cubre parte de sus delicados rasgos. Observo toda su pálida figura, ahora cubierta con la tela calentita, y contemplando cómo el sol incide en ella, podría asegurar con toda certeza que se trata de una musa y que el ideal de belleza que Basil un día buscó, al ver a Hessa, habría rechazado de mil formas distintas a Dorian, pues habría encontrado aquel ángel en la Tierra que inspirase la mayor de sus obras.

Miro el reloj; apenas son las nueve. El psicólogo de los huevos se pasará a las once, para hacerme nuevas preguntas. No me acuerdo de nada, no sé quién soy, ni quién era antes del accidente. ¿Y si no vuelvo a recordar? No me asusta lo desconocido, algo nervioso sí que me pone  pero...

– ¿Qué haces ahí? – me giro sobresaltado al oír su voz suave incluso recién levantada.

– Pensar.

– ¿En qué? – dice mientras se incorpora. Me recuesto en la cama y clavo la vista en ella; que curiosa me observa con sus inmensos ojos azules.

– En lo extraño que es todo.

– Es normal que te sientas así, yo también estaría agobiada e incluso angustiada por no saber nada de mi verdadera vida.

– En realidad no es agonía o agobio lo que siento. Más bien curiosidad, a pesar de seguir experimentando esa sensación de que no encajo.

– ¿Curiosidad?

– Por descubrir lo que el mundo me depara. Es como si hubiese vuelto a la vida.

– Es como si hubieses vuelto a nacer. Ni siquiera los médicos pensabanque fueses a salir de ésta. Y aquí estás, con seis recuerdosmenos, y diez números de teléfonos olvidados; pero dentro de lo quecabe, bien – sonrío levemente. La angustia se refleja en sus ojos,no me gustaría saber qué sintió al saber que casi me muero. Joder, en realidad es increíble. Casi la palmo, y aquí estoy.

Never▴H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora