Chapter twenty; Laughs

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Hessa

Me agarro el estómago y él me mira con cara de pocos amigos. Las lágrimas casi desbordan de mis ojos e intentando recomponerme le miro con escepticismo.

– Pero vamos a ver, recuerdas cómo hacer cosas tan complicadas como conducir o tocar el piano pero no recuerdas montar en skate, ¿tú te crees que yo soy tonta? – él suspira.

– ¿Crees que te estoy vacilando? – dice cubriéndose el rostro con las manos. Se está sonrojando, ¡llamen a una ambulancia!

– Después de esto no me cabe duda alguna.

– Por fin... – resopla. Me muerdo el labio pensando cómo enseñarle.

– Ven – le digo, él enarca una ceja receloso –. Vamos, prometo caminar hasta que lleguemos al Skate Park.

– ¡Ni de coña voy a ir allí! – frunzo el ceño y entonces es como si lo llevase escrito en la frente.

– ¡Sabes que te vas a caer y te da vergüenza que todos te vean!

– Elemental querido Sherlock... – musita recuperando el tono rosa en las mejillas. Me dan ganas de besárselas. Sonrío.

– Bien, pues no iremos allí hasta que estés preparado – le tiendo la mano y sin demasiada convicción la acepta, dejándose guiar por mí hasta el destino que tengo en mente.

– Bien, pues no iremos allí hasta que estés preparado – le tiendo la mano y sin demasiada convicción la acepta, dejándose guiar por mí hasta el destino que tengo en mente

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La gran calzada permanece oculta tras la nieve, pero se extiende infinita ante nosotros.

– Deja de estudiar a las hormigas, Watson, las he sobornado para que no se rían si te caes – le digo examinando el terreno en busca del sitio ideal, sabiendo a la perfección que Harry hace lo mismo pero con otra finalidad: asegurarse de que estamos solos. ¿Por qué le da tanta vergüenza caerse en público? Yo lo hacía a menudo...


Claro que a veces el desencadenante era Drew.

Las tinieblas resurgen desde lo más profundo de mi alma pero me obligo a callarlas, las amordazo y escondo en las entrañas de mi ser.

Hoy no.


– Venga. Vamos – ordeno tirando de él hasta la parte menos húmeda y cubierta de nieve del lugar –. Lo primero es la protección – digo mientras voy a colocarle el casco.

– Eh, eh, cuidado con mi pelo – se queja mientras apartando mis manos se recoge la melena –. Ahora sí – accede. Le pongo el casco en la cabeza, ocultando su precioso pelo y en respuesta me besa.

– Bien. Lo primero es mantener el equilibrio encima del skate – asiente y colocándose al lado del skate lo mira indeciso –. Tranquilo, que no muerde. Además, las primeras veces lo haré yo contigo – él me dirige una media sonrisa por mi elección de palabras. Le doy un golpe en la espalda riéndome y él contiene una sonrisa mientras pasa su lengua por los labios para humedecérselos –. Vamos, pervertido. Súbete que ya nos impulso yo.

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