Chapter thirty-four; Ever

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Harry

Y todos gritan que lo deje ir de la misma forma que lo hiciste cuando te marchaste a por tabaco, con tus ojos verdes cansados, tu sonrisa torcida y tu pelo despeinado.

La camisa arrugada y el alma hecha pedazos.

"No volveré", pronunciaste.

Sonreí mientras encendías el tercer cigarrillo.

"No me olvides", susurré.

Negaste con la cabeza dando una calada, mientras a mí en el pecho se me clavaba algo más que el humo.


Y llega febrero, oscuro y vacío.
Frío y caliente como la escarcha que se derrite por un verano que nunca amanece.

»humareda a susurros; Ephemeral — 17 febr.

Nunca amanece. Nunca amanece. Nunca amanece. ¿Qué ocurrió en febrero? Pensó que la había destruido, entonces, ¿qué debe sentir ahora?

Suspiro aparcando frente a su casa. No sé qué voy a decirle, cómo voy a actuar, ni qué supone que vaya a buscarla, pero aunque seamos unos pésimos amigos que quieran más, la necesito en mi vida. Jamás he tenido algo tan claro.

Bajo del coche y golpeando la puerta suavemente con los nudillos maldigo mi estampa, pues me he quedado en blanco. He repasado cuarenta millones de veces lo que iba a decirle y ahora no sé ni cómo me llamo. No es la primera vez, tranquilo, saldrás adelante.

Vuelvo a llamar y le frunzo el ceño a la puerta.

Damon.

¿Y si está con el cabronazo ese? El pánico se apodera de mí. Joder. Joder. Joder. Joder. Joder.

Arranco y pongo rumbo hasta la casa de Zayn y Damon.

El dolor ha cesado porque la esperanza sigue viva en mí. No sé qué haría si los encontrase juntos y le rezo a lo que ahí arriba para que eso no pase, pero me he pasado toda la noche dando vueltas pensando en que este no ha de ser nuestro final.

Detrás de toda la ropa, en el armario he encontrado una caja que por algún motivo parecía haber escondido mucho antes del accidente. Dentro había fotos y toda clase de gilipolleces a las que no le he podido encontrar un significado lógico. Pero junto al montón de mierda había fotos. Millones de fotos. Fotos mías de cuando era crío. Con Gem, con un señor mayor que tenía la cara adornada con un gran bigote cano. Anne junto a Rob. Los deseados de pequeños montando todo un show en la misma playa en la que vi por última vez a Hess.

Es como si mi antiguo yo hubiese puesto esa caja ahí para que la encontrase en un momento determinado de mi vida por unas cuestiones concretas.

Y fotos de Hessa. He contado al menos una docena.

Mi vida no parecía encajar, ni siquiera ha tomado un poquito de forma con todo lo visto. Pero ella... Es como si siempre hubiese estado conmigo.

Nunca he creído en la religión, al menos no tengo a Dios en cuenta desde el coma, pero sé que Hessa es un ángel, una especie de ángel custodio que me salvó. Sé que lo hizo.

Y es irónico que ella piense que yo fui el que la salvó una vez.

En una de las fotos, salía con el rostro iluminado por luces de colores. Tenía los labios entreabiertos y sus ojos eran el puro reflejo de la felicidad. Detrás de la instantánea, había escrito con mi letra-jeroglífico: Acantilado. Día de la Estrella. 20 de octubre, Hessa. Nada más. En las dos siguientes salíamos los dos. Y de fondo la gran, voluminosa y fascinante Torre Eiffel.

Never▴H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora