Chapter eighteen; Breaking dawn

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Hessa

El reloj suena.

Bip.

Bip-bip-bip.

Bip.

Bip, ¡tus muertos!

De mala gana me giro y golpeo el rel... una superficie blandita.

– ¡Coño! – se gira mientras mirándome se frota parte de la cara –. Buenos días para ti también, pequeña –. Y el corazón me da un vuelco. Aunque sepa que es de estos apodos que te salen tipo: "Gracias, amor".

Me muerdo el labio.

«Pequeña».

Ha sido tan espontaneo. Tan natural. Pero a la vez ha sonado tan premeditado... Es como si llevase siglos planeando de qué forma llamarme.

Él se acerca a mí y roza con sus labios la punta de mi nariz.

– ¿Te ha parecido muy extraño? – sé al instante a qué se refiere. Niego con la cabeza y él sonríe.

Me muerdo el labio inconscientemente, o quizá totalmente en mis cavales, a sabiendas de que eso le vuelve completamente loco.

Y entonces mordaces recuerdos del desastroso día anterior acuden a mí. Drew está aquí. Los escalofríos se instalan en mi cuerpo y es como si estuviese obligada a saltar de la cama e incorporarme, fuera del manto protector de las sábanas. Permanezco recostada mirando fijamente al frente, como si estuviese esperando que Drew saltase del armario y vienese a por mí.

– Hey... – susurra en voz baja mientras roza mi hombro con los labios. Eso no hace más que incrementar el número de escalofríos y siento la imperiosa necesidad de sacudir mi cuerpo. Ya. Como si eso fuese a hacer que desaparezcan.

– Vamos, vístete, voy a llevarte a desayunar y luego a un sitio – la curiosidad de repente se desespereza dentro de mí, callando de alguna forma el terror que navegaba por mi sangre.

– ¿Adónde?

– Es una sorpresa – responde mientras se dirige al baño.

– Sabes que no me gustan las sorpresas – grito descorriendo las cortinas para que entre la luz del sol.

Él asoma su cabeza repleta de bucles castaños por la puerta con un cepillo lleno de pasta de dientes en la boca. Y no, no es como en las películas que no se ve ni una gotita de la espuma del dentífrico, él parece que tiene la rabia.

– En realidad no lo sé – pues claro, ¿cómo iba a saberlo?

– Bueno, pues ya lo sabes – sonríe con el cepillo aún en la boca y me guiña un ojo mientras antes de desaparecer me ofrece una gran vista de su espalda sin tatuar.

– ¿Has oído hablar del slam? – aparta la mirada de la carretera y entonces me encuentro con unos ojos llenos de felicidad

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– ¿Has oído hablar del slam? – aparta la mirada de la carretera y entonces me encuentro con unos ojos llenos de felicidad. Sonrío mas niego con la cabeza –. El slam es poesía, es un evento en el que algunas personas se reúnen en un mismo sitio, y elegidos al azar recitan alguna de sus obras. También al azar se selecciona un jurado – asiento perdiéndome en sus labios que animados explican qué es el slam. Entonces frunzo el ceño.

Never▴H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora