CAPÍTULO 3

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Realmente creía que mi padre se había  ido a meter dónde no le llamaban, que se había vuelto loco. Estaba más que claro que ese ser era sobrenatural, ¿qué más sino?

Alexandra estaba al borde de un ataque de ansiedad. Si estaba completamente atemorizada por tener que entrar en ese lugar desconocido donde todos morían a explorar, ahora estaba cien veces más acojonada.

Respiró profundamente y trató de pensar con la mente fría; pero no lo consiguió. Iba de camino a una cueva en la que habían muerto una decena de personas por lo menos. No de cualquier forma, era conveniente aclarar. Brutalmente agredidos físicamente, desgarros, laceraciones y cortes profundos; sangrando hasta la muerte.

—¿Que haces, Alex? —Le preguntó su padre al verla guardar los documentos.

Sólo se dejaba llevar por la lógica propia y el sentido común.

—Papá, esto es una locura, mejor demos la vuelta.

Sin embargo, su padre era un temerario, de esos que no vacilaban ante nada. Él quería y descubriría que era lo que sucedía en aquel lugar, le costase lo que le costase. Su temor por encontrarse con el demonio que había dibujado no era mayor que sus ganas descubirle.

—Ya estamos aquí.

Alexandra deseaba con todas sus fuerzas que fuese una broma. Desafortunadamente para ella, no lo era.

No podía creérselo. Desvió la vista hasta el reloj de su muñeca y abrió los ojos desmesuradamente, realmente habían transcurrido bastantes horas de trayecto. Sumida en los documentos y embobada por el boceto tan inhumano que su padre le había confiado, no había medido las horas como correspondía.

—Alex, presta atención. —Le mandó él. —En este punto las cosas son muy serias.

La expresión que su padre puso no le daba buenas vibraciones. La ojiazul sabía que ese caso le llamaba mucho, solo que tampoco pensó que llegaría a poner en peligro su propia integridad física de una manera tan deliberada.

—En estas mochilas tenemos lo necesario para poder avanzar por la cueva sin ninguna dificultad. Esta todo preparado, inclusive la comida para aguantar una semana y poco más.

Abrió los ojos aún más si es que eso era posible. Alex no estaba dispuesta a quedarse entre las paredes frías y oscuras de esa cueva endemoniada por toda una semana.

—¿Cuanto has dicho? 

—Esta es una investigación seria, hija, no puede haber ni el más mínimo fallo.

Su padre cerró el maletero y le puso el seguro al coche.

—Estoy seguro de que no se moverá de aquí, así que vamos Alex. Caminemos hasta la cueva.

Las piernas le temblaban, ciertamente no le gustaban mucho los lugares oscuros. No quería, tenía miedo. No podría hacer un buen trabajo en esas condiciones, tendría que encontrar a alguien más.

—Papá no quiero...—Susurró temerosa.

Agarraba las asas de la mochila que caían sobre sus hombros mientras se mordía el labio inferior. Estaba convencida de que su padre encontraría a alguien más, pero cuando la ignoró y siguió con su camino, no le quedo más remedio que seguirle, aunque no quisiera.

—¿Al menos la cueva sera amplia, no? —Le preguntó aún asustada.

 Él sabía a la perfección que era claustrofóbica y no era un juego. Los espacios pequeños la ponían muy nerviosa, la hacían enloquecer. En una ocasión ya tuvo ataques de ansiedad cuando uno de sus primos la encerró en un armario.

Betrayal | Eyeless JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora