CAPÍTULO 9

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La espalda aún le dolía horrores y no había dormido tan bien como hubiese querido. Pero lo importante es que logró descansar y se encontraba inmensamente mejor.

No es como si Alex estuviera inválida, así que al menos su estado de ánimo había ido a mejor. Se negaba a pensar en si la relación entre sus padres seguiría adelante. Sólo quería disfrutar del tiempo en familia antes de volver con papá a esa trampa mortal, porque, aunque no quisiera ir, se lo había prometido y era lo único que él tenía.

Oyó tres toques suaves y la puerta se abrió tras ellos. Sabía que era su madre la que había llamado, pues esa sutileza que tenía la caracterizaba sólo a ella. Venía con una bandeja en las manos, con el desayuno.

La había estado cuidando realmente bien y se lo agradecía en cantidad, por un momento, Alex sintió como si volviera a tener cinco años. Ahora que no era una niña, le seguía gustando que fuera ella la que la consintiera de vez en cuando.

—Huevos con bacon. —le informó, dejando la bandeja en la mesilla de noche.

Su madre siempre le encontraba el punto crujiente que le gustaba del bacon, pero sin dejar que se quemase. Los huevos poco hechos y todo acompañado de un zumo de frutas. Es la mejor madre del mundo, a la par que cocinera. Nadie la cuidaría mejor que ella jamás.

—Genial. — respondió entusiasmada.

Era el desayuno favorito de Alex desde siempre, y aunque algo calórico, era delicioso. No solían dejarla tomarlo a menudo, no por si resultaba apropiado o no, sino por que a Kylie no le gustaban los huevos fritos. Por lo cual, odiaba que se hiciera ese menú para desayunar.

—Cuando termines baja abajo, Kylie tiene una sorpresa para ti.

Ansintió muchísimo mas contenta. Su hermana le había preparado algo. Hacía tanto que no pasaban ni cinco segundos hablando como las hermanas que eran que hasta había olvidado el verdadero significado de ello.

—No le digas que te lo he dicho. Sabes como es tu hermana con estas cosas.

—Tiene el genio de papá.

Tan cierto como horrible. Cuando esos dos discutían por algo, ya podían prepararse cielo mar y tierra, porque ninguno se rendiría. Son cabezotas y orgullosos como ellos solos, y además argumentaban demasiado bien.

—Te esperamos abajo. —Le guiñó un ojo.

—Vale.

Comenzó a comer notablemente de buen humor hasta dejar el plato reluciente. Tenía mucha hambre para ser sinceros, y estaba ansiosa de bajar abajo y ver lo que Kylie le tenía preparado.

No podía contener la emoción. Si tenía que pasar cien veces el mal momento de la cueva para poder disfrutar tiempos tan entrañables en familia, lo haría sin pensárselo dos veces.

Bajó las escaleras a paso rápido, quería llegar cuanto antes.

—¿Kylie?—preguntó, terminando de bajar la escalera.

Kylie y su madre estaban en el salón juntas, hablando entre ellas. No quiso preguntarles de que, ya que cuando llegó cesaron su charla.

Era como si todo el dolor que aún residía en su cuerpo se desvaneciera por completo y solo quedase espacio para disfrutar en grande el tiempo con su familia.

—¿Me habías llamado?

Alex se acercó a ellas. La cara de su hermana había pasado de vergüenza a ira. ¿Había metido la pata? Mamá dijo que no debía decir nada y no lo había hecho.

—Si ya lo sabías, ¡no me preguntes!— chilló. Su expresión era algo graciosa, roja de ira y con los ojos achinados hasta el punto de parecer cerrados.

No había dicho nada pero fastidió el toque sorpresivo que le daba a la situación.

—Lo siento Kylie.

Iba a ser un momento rememorable, lo recordaría a toda costa. Habrían estado unidas de verdad, como las hermanas que eran

—Idiota. —Le lanzó como un dardo a una diana.

La postura amenazante que había tomado en un principio se relajó, para dejar paso al reposo. La miró a los ojos, directamente. Una mirada eléctrica. Se acercó con rapidez a su hermana y la abrazó con mucha fuerza. Alex notaba la tensión de sus brazos alrededor de su cuerpo, y su afecto que rara vez salía a la luz.

—No tienes por qué hacer lo que papá te diga. —susurró, diría que con un rencor interior. —No lo hagas, por favor.

Al parecer ya estaban al tanto de todo. Sinceramente, la ojiazul lo prefería así. La mentira era una escapatoria para los cobardes. Un arma letal que podía acabar con la vida de una persona. Un veneno que rompía los sentimientos de esa misma persona. Alexandra odiaba mentir. Lo detestaba con todas sus fuerzas.

—Debo hacerlo. —Se limitó a contestar.

No había una razón lógica que justificase el actuar de Alex. No tenía motivos. Era algo que quería hacer por su padre, por todo lo que le quería, sin ser un motivo válido.

Por muy peligroso que llegase a ser, por muy incierto que fuera, lo haría. Aún si debía caminar a ciegas por un campo lleno de explosivos, lo haría.

—No debes. —Le susurró, antes de apartarse de ella.

Su mirada era gélida. Alex no podría definir que ocultaba tras esa coraza de dureza y molestia en ese instante. Mas no era su prioridad, pasar tiempo con ellas era todo lo que le preocupaba por el momento.

—¿Y bien? Papá me recogerá por la tarde.

Kylie se alejó un poco de ella y sacó una pequeña caja alargada de dentro de una bolsa que permanecía sobre la mesa, de la cual no se había percatado.

—¿Es para mí? —preguntó con un leve rubor en lass mejillas.

—Deja de hacer preguntas estúpidas.

Kylie se cruzó de brazos tras darle la pequeña caja de tonalidad púrpura.

Sabía que su hetmana no era muy detallista. No le gustaba mostraste cálida y amable, sino fuerte e inexpresiva. Pero también sabía que en el fondo era todo un trocito de pan.

Alexandra miró la caja unos segundos más antes de abrirla. Estaba decorada con un pequeño lazo lila que hacía contraste con el potente púrpura que entonaba la caja. La abrió cuidadosamente para encontrar un precioso collar de oro con las iniciales de Kylie y suyas.

—Es precioso; mágico. —dijo con estupefacción.

Debió costar un pastizal. Y por el diseño de las letras tan peculiar, entrelazadas perfectamente entre sí, la ojiazul se jugaría lo que fuera a que el diseño era de su propia hermana.

—Ha sido un regalo cien por cien suyo. —Agregó su madre, desde la distancia.

¿De dónde habría sacado el dinero ? No merecía algo tan caro; pero era un regalo de su hermana.

—Gracias. —Susurró.

Se acercó a su hermana lentamente. La miraba algo avergonzada. Esa actitud suya que la hacía tan especial. La abrazó con todas sus fuerzas.

—Lo llevaré conmigo siempre.

Betrayal | Eyeless JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora