Más que pensar en algo, Alexandra miraba a Jack con los ojos llenos de curiosidad. Contemplaba los movimientos de sus manos, de sus dedos contorsionándose en el aire. El enmascarado parecía estar trazando un plan mentalmente, un plan que le hacía menear los dedos en el aire.
La ojiazul no dudaba de Jack, puesto que si había algo que le caracterizaba no era la voracidad como pensaba su padre, tampoco la crueldad como creyó en un principio. Era su lealtad y su sentido de la justicia, su don de la verdad. El asesino del bisturí hacía décadas que no decía una sola mentira, y no comenzaría a decirlas ahora.
La muchacha se llevó la cantimplora a la boca y dio un buen trago de agua. Los dedos oscuros de Jack dejaron de moverse, y Alex juró haber visto como una sonrisa apareció bajo esa máscara de color azul eléctrico.
—Hay una parte de la cueva que es una trampa mortal. —dijo él, casi con emoción. —Si consigo llevarles hasta allí podré matarlos a todos.
La chica separó los labios del cuello de la botella de metal y tragó con fuerza. No sabía del todo como debía intervenir, alzar la voz cuando Jack seguía maquinando parecía ser algo peligroso. No obstante, no podía quedarse callada. Entendía que no estaba en condiciones de pedir un final feliz, pero la respuesta no era una ejecución premeditada.
—¿Matarlos? —bramó consternada. —Ni hablar Jack, no podemos hacer algo así.
El enmascarado se arrodilló justo en frente de la fémina, que pasó saliva por su labio inferior presa de la tensión. Trataba de encontrar la forma de ordenar sus ideas y tratar de explicarle las cosas para que pudiera entenderlo.
—Si van a entrar aquí no va a ser desarmados, Alex. —espetó, escéptico. —He estado en la guerra y se como funciona esto. Créeme que tu no.
—No he estado en la guerra pero creo que hay más soluciones, y la muerte no debería ser una de ellas.
Eyeless Jack encontró torpemente un mechón del cabello de Alex palpando cerca de su rostro. Lo paso entre sus dedos con suavidad, acercándolo a sus fosas nasales para poder aspirar el aroma floral que desprendía, ese que tanto adoraba.
—Van a ser ellos o nosotros. —susurró. —Y sabes que no permitiré que seas tú.
Alexandra removió los restos de ese líquido viscoso negro que goteaba por las cuencas del enmascarado y esbozó una sonrisa. Entendía lo que Jack le decía, puesto que sentía lo mismo. Por nada del mundo estaba dispuesta a permitir que alguien le hiciera algo a él, su más preciado tesoro. No obstante, estaba convencida de poder aguantar hasta que su madre viniera con la ayuda. La intervención de la justicia no podía terminar por solucionar aquel embrollo, y sin necesidad de acabar con vidas inocentes.
Alex no quería que Jack volviera a mancharse las manos de sangre, no después de haber conseguido dejar el pasado atrás, ese que sólo hablaba de guerras y de desesperación, de sentimientos devastados y de soledad. Jack se había interesado por el mundo exterior, por adaptarse a la actualidad. Aunque estaba reacio, consideraba la opción de abandonar de una vez por todas la cueva y vivir una vida tranquila lejos de el frío polar que desola cada rincón. Más importante, parecía estar dispuesto a vivir con ella, y esa posibilidad, por lo más remota que fuera, era razón suficiente para aguantar.
—Tiene que haber otra forma. —insistió ella. —Podríamos tenderles una emboscada, hacer que se pierdan o simplemente escondemos, pero no es necesario matar a nadie.
Jack bufó. EL positivismo de Alexandra, por mucho que la muchacha quisiera que lo fuera, no era contagioso. El enmascarado pensaba que la única manera de vivir era matar, y sus palabras de optimismo no podían cambiar aquello.
—Por favor Jack, confía en mí.
—No es cuestión de confiar, Alexandra. —suspiró. —¿Recuerdas los nombres que leíste en aquel muro? —la ojiazul asintió. —Pues eran tipos que pensaban como tú. —se libró de mis manos, que acariciaban su rugosa máscara. —Y ahora están todos muertos.
Se puso en pie, como si no tuviera nada más que discutir con ella. Jack era un tozudo cuando quería, pero Alex confiaba en poder persuadirle. Después de todo, era la única que había podido acercarse a ese corazón herido en décadas.
—Puede que hayan tenido mala suerte, en las guerras pasan esas cosas. —dijo ella. La chica era muy perseverante, tan testaruda como él. —Pero nosotros disponemos de algo más. —se dio un par de toques en la sien. —Cerebro. Si pensamos en algo, podremos con esto sin tener que llegar a esos extremos.
—Eso funcionaría si tuviéramos tiempo.
Los brazos fornidos de Eyeless Jack se colaron por detrás de la espalda y de las piernas de Alexandra. Atento a los sonidos de los pasos, y concentrado en averiguar si la intrusión que percibía era por parte de los enemigos o, por el contrario, de algún animal, había tomado a la chica en sus brazos. Estaba dispuesto a largarse de alli para ponerla a salvo. Eyeless Jack no huía jamás, pero con tal de asegurarse de que ella estaba bien, no le importaba tener que darle la espalda al enemigo.
—Jack...
El enmascarado siseó para que Alexandra guardará silencio. Los sentidos del chico eran más agudos que los de cualquier animal de la cueva, pero sólo podría aprovecharlos al máximo en condiciones óptimas, y tener a la chica preocupada, titubeando y temblando en sus brazos no era una condición favorable.
—Están aquí. —aseguró.
—Es imposible. —miró el reloj de su muñeca. —Aún no...
—A esto me refería. —la interrumpió. —¿Qué te hacía pensar que iban a jugar limpio? —la ojiazul tuvo que agachar la cabeza. —O que tu padre cumpliría con su parte del acuerdo. —hundió el dedo en la yaga.
—Tienes razón. —contestó amarga. —Yo solo...
Después de todo, las cosas eran tal y cono Jack decían que era. Alexandra había sido una estúpida confiando en la palabra de un hombre que había sido capaz de estafar a su propia hija con tal de saciar su sed de triunfo y veneración. Un hombre que se preocupaba más de cazar a un ex-militar recluido antes que de cuidar de su propia familia. Un ser despreciable.
—¿Qué hacemos?
La muchacha se aferró a Jack y este pudo sentir el miedo que Alexandra sentía, un temor incontrolable que le hacía apretar los dientes con fuerza, rabioso y a punto de estallar de la cólera. Si tenía que aniquilarlos a todos, lo haría, pero su chica no volvería a aferrarse a él con ganas de hacerse diminuta.
—Nos esconderemos.
Por lo pronto debía encontrar un lugar seguro donde poder dejar a Alex y ganar un poco de tiempo para pensar en un plan. Los pasos que había escuchado eran pesados, y tal como le había dicho instantes antes a la chica de orbes claros, aquellos que había decidido poner un pie dentro de la cueva no lo hacían por darse un paseo. Venían bien armados, y con un objetivo clave en su misión; atrapar a Eyeless Jack.
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Betrayal | Eyeless Jack
Fiksi PenggemarEsa época era muy distinta a la guerra, sí, pero en realidad nada había cambiado. Las personas seguían siendo tan déspotas y crueles como en aquel entonces, traicioneras, interesadas y materialistas. Confianza, respeto, lealtad, honor... Todo aquell...