Respiró hondo atendiendo a las instrucciones que el doctor le daba. El hombre continuaba presionando su espalda con ese instrumento que le permitía escuchar su respiración.
—Muy bien. —susurra para él.
Esa era la señal que le indicaba que podía volver a colocarse la ropa y de tal forma Alex actuó colocándose la camisa.
Abrochó los botones a ritmo que escuchaba al médico hablarle a su padre en voz baja y él, en respuesta, no dejaba de asentir.
Era la segunda revisión desde que Alexandra apareció cerca de la entrada de la cueva. No recordaba absolutamente nada de lo que pasó después de que se desmayara, a excepción de esa pesadilla que se repetí cada noche desde aquel día. Esa en la que Eyeless Jack destrozaba sus órganos, aquella que parecía tan real que la creyó de tal manera.
Dejó de prestar atención en cuanto el doctor tomó unos folios en blanco y los introdujo en la impresora, probablemente para recetarla algún otro medicamento más.
—Todo está bien.
Por un momento sintió que todo a su alrededor se desmoronaba, pero todo estaba bien. Eso era lo que el doctor decía y era lo que Alex tenía que creer para no terminar volviéndose completamente loca.
Por fin le darían el alta, y con mucha suerte podría volver a casa con su madre y su hermana. No había hablado mucho con su padre en todo ese tiempo, ella suponía que se sentiría algo culpable por lo que había sucedido. Afortunadamente, esperaba que con todo aquello se le olvidase el asunto de continuar indagando sobre el fenómeno de la cueva a través.
—¿Cómo vas?
Papá conducía con calma, le daba tiempo a su hija para contemplar el paisaje por la ventana del copiloto.
—Bien, sólo quiero llegar cuanto antes.
No se hacía a la idea de las ganas que tenía Alex de fundirse en un abrazo eterno con su madre, o de poder mirar a los ojos a su hermana para poder decirle que la quería con todo su corazón, aunque a veces fuera una pesada.
Si de algo le había servido el reciente incidente fue para darse cuenta de lo importante que era su familia para ella; lo más valioso que tenía. Porque de nada le serviría lograr todos sus objetivos en la vida si ellos no la acompañaban tanto en el trayecto como en el triunfo. Sin ellos, estaría vacía.
Por eso tenía una nueva determinación, y era arreglar todos los problemas existentes. Solucionar los malentendidos entre su padre y madre. Volvería a estructurar su familia de la forma en la que debió permanecer siempre. Podrían volver a ir a cualquier lugar los domingos, a cenar juntos en casa los viernes viendo alguna película los cuatro, a celebrar las navidades como solían hacerlo... en definitiva, volverían a estar unidos.
El coche se detuvo frente a la casa.
—Espera a que baje yo para que te ayude.
No necesitaba su ayuda, ya estaba casi recuperada físicamente.
Abrió la puerta del vehículo y esperó a que su hija bajara. Acto seguido la cerró y la colocó el brazo por detrás de la espalda. Caminaron juntos en dirección a la entrada.
Por la mente de Alexandra pasaban cosas que sólo sucedían en las películas, como que la pudieran recibir con globos y decoraciones de colores o que su nombre andase colgado en forma de letras de colores por los techos de la casa. Teniendo en cuenta que situaciones como las que vivió allí dentro, no le sorprendería tener una gran fiesta sorpresa de bienvenida. Pero no sería así.
Estaba nerviosa. Su padre introdujo la llave en la cerradura y le dio un par de vueltas. La puerta se abrió hacía el interior apagado de la casa.
Al contrario de lo que imaginó, su hogar estaba más vacío que nunca. Triste y oscuro. No quedaba rastro de su madre o de su hermana, o por lo menos no las veía por ningún sitio.
Se desprendió del soporte que su padre le aportaba acompañándola de cerca y buscó por todas partes. Cuando se dirigió a las escaleras, la voz de su padre la detuvo por completo.
—No te molestes, no están.
Alex casi pudo sentir como el corazón se le detenía junto con sus propios movimientos.
—¿Dónde están?
Se giró para mirarle directamente a los ojos. Su padre se encogió de hombros. Su mujer y su segunda hija no estaban en casa y no parecía ni afectarle.
—Vamos a buscarlas.
—No van a volver.
La ojiazul le miró con todo el desprecio que podía emitir en una sola mirada.
—¿Te da igual?
—Deberías descansar para que te recuperes del todo.
—Te da igual. —Afirmó.
Se sentó en uno de los escalones y respiró hondo. Trataba de contener las lágrimas inútilmente.
Todo lo que Alexandra quería era verlas y abrazarlas, llenarlas de besos. Incluso a él, al que le importaba todo una mierda. Quería que todo se arreglase y volvieran a ser una familia normal.
—Todo es culpa tuya.
Jamás le habría hablado así, no a él; pero aquello había ido demasiado lejos.
—Si tu decisión es quedarte con la puta cueva y el demonio que reside en ella, no te detendré, pero no pienso acompañarte al infierno.
Se puso en pie con intenciones de atravesar la sala de estar para salir a la calle. Su madre y su hermana estarían probablemente en casa de los abuelos, y Alex iría con ellos.
Su padre la sujetó del brazo.
—No puedes irte.
Alex se deshizo de su agarre. Claro que podía. Entonces él se sacó un papel perfectamente doblado del bolsillo interior de la americana y se lo entregó.
—¿Qué es esto?
—Léelo.
Resopló pero comenzó a leer el documento que le había entregado. En el se dictaminaba su obligatoria participación en la investigación, de la cual no se podía retirar aunque quisiera. Y estaba firmada por ella.
—Yo no he firmado nada.
—Sí que lo has hecho, en el hospital. ¿No te acuerdas?
No podía haber sido tan rastrero, tan infame y vil.
—Este documento no tiene validez, será desestimado cuando presente la objeción.
—Hazlo, pero hasta que consigas un veredicto deberás participar en la investigación.
Estaba anonadada. Le parecía imposible que su padre hubiera recurrido a algo tan despreciable para mantenerla de su lado, para continuar con su ambición. Aprovechándose de la debilidad de la burocracia y de su estado de inconsciencia.
—Te odio.
Había destrozado su propia familia, la estaba alejando de ellos y obligándola a entrar en un infierno desconocido.
El padre al que admiró desde niña sólo había resultado ser un fraude. Era escoria humana; pero esa niña ya no lo admiraba más. Lo detestaba con todas sus fuerzas, lo despreciaba.
Desgraciadamente, la niña se vería obligada a colaborar con su padre hasta encontrar una forma de escapar de la trampa que le habían tendido.
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Betrayal | Eyeless Jack
ФанфикEsa época era muy distinta a la guerra, sí, pero en realidad nada había cambiado. Las personas seguían siendo tan déspotas y crueles como en aquel entonces, traicioneras, interesadas y materialistas. Confianza, respeto, lealtad, honor... Todo aquell...