CAPÍTULO 10

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Los árboles frondosos se movían hacia atrás a causa del viento. Un viento no muy helado pero que era de cierta manera molesto al transportar todo tipo de sedimentos.

Alex quería despejar la mente. Quería pensar en cualquier cosa que le aportara algo positivo para dejar de reflexionar acerca de todo lo negativo que estaba por llegar.

El movimiento de todas estas personas que ni conocía le hacían ponerse en lo peor. Se negaba a continuar con eso solo que estaba obligada. Tenía que ser precisamente ella la primera persona que se encuentrase a ese bicho y que salía con vida para contarlo, demonios. Ahora nadie podría sustituirla.

Quería volver a su vida normal. Pronto acabarían las vacaciones, debía volver a estudiar. Cerca de su madre y de Kylie, también de los abuelos. Con toda la gente que la quería.

—Señorita Green. —dijo un hombre trajeado, con una máscara que dificultaba su entendimiento. —Cuando esté lista.

Nunca. Si era una respuesta válida, esa era la única opción que daría. No quería poner un pie en ese agujero de masacre humana. ¿Quién querría hacerlo? Sólo el loco de su padre.

—Desearía poder esperar un poco más.

—Me temo que eso no es posible señorita Green.

¿Para qué la había preguntado en primer lugar si igualmente iba a rechazar cualquier tipo de acción que la impidiera entrar en la cueva? Pura cortesía se atrevía a asumir.

Alex no necesitaba de su cortesía, necesitaba de su sentido común. Para que no la dejasen entrar en ese maldito lugar.

—Cinco minutos más. —Le recordó.

Le habían puesto unas ropas ligeramente más resistentes, por si se les iba de las manos. Le habían colocado algo similar a un chaleco antibalas para proteger órganos vitales, lo cual no evitaba que terminase seriamente dañado en algunas otras zonas.

De solo pensar en que volvería a sentir otra vez ese dolor se le encogía el corazón; pero del temor.

El tiempo seguía fluyendo, no se detenía. Todos seguían su propio camino mientras que ella me quedo atrapada en aquella pesadilla.

Su madre, Kylie, los abuelos... Todos seguirían sus caminos alejados de ella si algo salía mal.

Se quedó estancada en hacer feliz a su padre, que se sintiera orgulloso de ella. Las cosas buenas se tornaban en malas y luego en peores en muy poco tiempo. Todo desaparecía.

Es todo lo que le había importado en mucho tiempo. La fuerza que movía sus decisiones.

—Ya es hora. —Anunció.

Respiró profundamente. No creía que pudiera hacerlo con tanta calma dentro de esa cueva de los mil demonios. Y más sabiendo que clase de ser se encontraba en su interior.

Dio un paso al frente, aún sin estar dentro de la cueva. Sintió que todo su cuerpo temblaba como un flan.

Tenía mucho miedo aunque se suponía que estaba más segura que la vez anterior, a pesar de que podía ser rescatada en una situación de peligro. Entonces, ¿por qué se sentía incluso más terror que aquella vez? No había un sólo músculo en todo su cuerpo con ánimos de moverse. ¿Como se suponía que afrontaría esta situación si ni si quiera podía entrar en ese lugar por su propio pie?

De nada le servía quejarse cuando aceptó hacer esto por su padre. Alex tenía que comerse su palabra y cumplir con lo que le prometió a su padre, también al comité con el que colaboraban, o de lo contrario meterían a su padre a la cárcel. Términos legales, negligencia.

Dio otro paso más para introducirse en la oscuridad opaca de la gélida cueva. Un escalofrío recorrió su columna vertebral en cuestión de segundos a medida que se alejaba. Ya no veía la salida y antes de darse cuenta ya estaba corriendo sin rumbo fijo.

Se detuvo y escuchó detenidamente. Parecía un goteo continuo. Se dirigió hacia donde quiera que ese goteo se produjera. Lo que no esperaba era encontrarse a la criatura descansando sobre unas rocas con formas irregulares.

¿Qué debía hacer? ¿Correr? ¿Comprobar si podía llegar a ser racional?

Su corazón le rogaba que eligiera la primera opción y su erebro le ordenaba la segunda. Y es que por encima de todas las cosas estaba su padre, y no quería que le pasase nada por su incompetencia. Porque era la persona a la que más admiraba.

Alexandra alzó las manos mostrándole sus palmas vacías, no quería tomar ninguna pose amenazante que pudiera alterar a la criatura. Para cuando notó su presencia toda su tranquilidad se tornó en amenaza. La pose que mantenía no le inspira a Alex la confianza suficiente como para iniciar la fase uno; pero si regresaba con una negativa su padre colapsaría.

Lo primero que debía hacer era sentarse en el suelo aun mostrándole las palmas de las manos. Cualquier ser entendía que eso excluía intenciones hostiles. Después, debía tratar de comunicarse con él de alguna forma. Lo que sea que se le ocurriera, debía proceder con cuidado.

Trató de usar el lenguaje de signos con él. Dudaba que su paladar estuviera lo suficientemente desarrollado como para que pudiera hablar correctamente. Así que dejaría una conversación oral como la última opción posible.

No hubo respuesta. Realizó los signos lentamente y con cautela para que no lucieran hostiles. Además mantuvo contacto visual con él en todo momento. Pero en ningún caso parecía entender nada de lo que intentaba transmitirle. ¿Que otras opciones tenía? ¿Símbolos?

Alex trató de dibujar cosas que fueran reconocibles para él, teniendo en cuenta cómo era su entorno. Lo que buscaba no era información, sino una respuesta a lo que sea que le mostrase. Sin embargo, tampoco dió resultado. No emitía ni un sonido. Solo le quedaba probar el idioma, aunque dudaba que diese resultado.

A este paso decepcionaría a su padre.

—Mi nombre es Alexandra, ¿entiendes mi idioma?

Gruñó en respuesta. Tenía forma humanoide pero era totalmente primitivo. No estaba segura de que pudiera hayar una forma de comunicarse con él.

Pero ¿qué mas le quedaba por hacer? No podía volver con papá diciéndole que todo había sido un fracaso. Echando a perder todo el esfuerzo y dedicación de años de investigaciones por su parte.

—Jack, ¿ese es tu nombre? Reaccionaste a él la última vez que nos vimos.

¿Qué hacía hablando sola? Era evidente que no entendía absolutamente nada de lo que Alex le decía

—¿Por qué has vuelto?

Su voz era grave, demasiado, hasta un poco ronca. Su pronunciación se le hacía algo extraña pero era capaz de entender aquello que quería decirle.

Betrayal | Eyeless JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora