Era de noche. Su padre seguía conduciendo y Alexandra miraba por la ventana dolorida. No podía apoyar la espalda en el asiento a causa de esas heridas en la misma. Ese sujeto tenía unas garras descomunales que estába claro que no temia a usar.
—Lo siento de verdad, Alex.
Se disculpó solemnemente.
—Lo sé papá. —Tratĺ de reconfortarle. — ¿Has pensado ya qué le dirás a mamá?
Sin aún le estaba dando vueltas la chica de ojos azules, no era capaz de imaginar el lío que debía tener su padre en la cabeza.
—No lo sé.
Respondió serio. Por su expresión, no parecía haberle agradado la pregunta en absoluto
— Ya se me ocurrirá algo en su momento.
—Mamá no es tonta.
No quería que sus padres volvieron a discutir otra vez y acabarán diciéndose cosas que no pensaba en realidad, quizá cosas de las que podrían llegar a arrepentirse en un futuro.
—Lo sé Alex, de sobra. No necesito que me lo recuerdes hija. —Respondió, feroz.
Era evidente que no le había gustado para nada la pregunta y por supuesto el comentario adicional que Alexandra le había dedicado mucho menos. La chica creyó entonces que hubiera sido mejor permanecer callada.
Dirigió la vista de nuevo a la ventana. Sólo era capaz de distinguir árboles y arbustos durante camino de vuelta a casa, y lejos de esa horrible cueva.
Estiró la mano hasta la radio del coche y cambió la emisora. Alex puso algo de country ya que le encantaba a su padre para poder aligerar ese ambiente tan incómodo.
Se volvió hacia la ventana y se apoyó sobre el cristal neblinoso de esta. No le dolía la espalda en esa postura y sentía que podía relajarse y respirar un poco en paz pues sus heridas no dejaban de arder y de recordarle a ese monstruo.
Aquella situación resultaba inverosímil. Y aún más el hecho de que existiera una criatura así de aterradora a la par que letal.
—¿Sigues pensando en ello?
Aunque no apartado a sus ojos de la carretera, parecía tener la tencion fija en su hija.
Alex se preguntaba cómo olvidarlo, si casi se llevaba su vida con él. Ni si quiera sabía si las evidencias que había encontrado podrían llegar a explicar algo sobre su existencia. Quién sabia si en realidad tendrían algo que ver con él.
—Alex...
Asintió sin dejar de mirar por la ventana. Poco a poco los arboles estaban desapareciendo y estaban lejos del bosque y, por consecuente, lejos de esa cueva confinada en el interior del bosque.
—Puedes tratar de dormir algo, hija —Propuso bajando un poco el volumen de la música. —Debes estar exhausta.
Ladeó la cabeza, sin moverse de la posición en la que estaba menos adolorida. Cerró los ojos y trató de relajar el cuerpo, su padre tenía razón y necesitaba descansar.
Todo estaba negro. Flashbacks de su rostro, de sus garras, de sus ojos envueltos en negrura.
Abrió los ojos y ahogo un grito, asustada. No dejaría de ver su rostro ni si quiera durmiendo, o intentándolo.
—Sube la música, papá. —Le pidió. —No quiero dormir.
Su padre no preguntó acerca de los motivos que tenía para no poder conciliar el sueño y subió la música para complacer su petición. La ojiazul se retiró de la ventana de abrir la guantera del coche. Saco el cuaderno el lugar y escaneo las páginas en busca de los bocetos que su padre había elaborado con anterioridad. Tenía algo de información relativa al caso.
Saco también un bolígrafo y te ha hecho la palabra 'hipótesis'. En su lugar garabateó la palabra 'realidad' y cerró el cuaderno. Lo guardo de vuelta dónde estaba y volví a adoptar su posición anterior.
La única verdad resultó en era una terrible realidad.
—En menos de una hora habremos llegado y curaré esas heridas, ¿vale? — La sostuvo la mano.
Alexandra le dio a entender que le había escuchado con el sonido de su garganta. Estaba convencida de que su padre se sentía muy culpable por lo que le había sucedido; pero también sabía que eso no iba de tenerle. Al contrario de impulsar y a seguir con esa estúpida investigación hasta el final.
Lo consideraba un gran error. Eran humanos, mortales que apenas podían realizar alguna acción sin valerse de algún tipo de mecanismo para conseguirlo. No podía sobrevivir al frío sin ropa ni alimentarse sin fuego. Estaba segura de que no tenían nada en su mano para combatir la voracidad del inquilino de la cueva a través.
Los párpados le pesaban y la espalda no deja de doler. Se sentía extenuada, derrotada. Tenía miedo a dormirse pero no podía evitarlo. Aún trataba de resistirse a no caer rendida pero el cansancio era más fuerte.]
—Alex, ya hemos llegado. —Oía la voz de su padre, algo lejana. —Alex, despierta.
Sentía como le movía el hombro lentamente. Abrió los ojos y se sorprendió al sentir coche parado. Y no sólo eso, sino que estaba estacionado justo frente a su casa. Por fin lejos de todo aquello.
—Vamos. —Le ofreció su mano.
La tomó como el impulso que necesitaba para salir del coche. Una vez fuera pudo respirar en paz.
—Te curaré las heridas nada más llegar.
Caminaron hasta la puerta y Alex pudo ver como su padre metía la mano en el bolsillo de su pantalón. Saco el manojo de llaves, busco la adecuada y la introdujo en la cerradura, le dio varias vueltas y abro la puerta punto dejo que su hija pasara primero.
—¡Alex! —Exclamó su madre.
Siempre había sido muy cariñosa.
Se acercó a la chica de ojos azules y la abrazo con todo su amor y sus fuerzas. Trato de ahogar un grito cuando su madre apretó contra ella pero le fue imposible, la espalda me ardía demasiado.
—Alex, ¿estas bien? ¿Qué te ha pasado?
Se dio la vuelta para mirar a su padre.
—Se ha caído por las escaleras. Pero está bien, voy a curarla en seguida.
Afirmó, mintiendo con descaro.
—¿Por qué no la curaste donde los abuelos?
Le dedicó una mirada severa, cruzada de brazos.
—No queríamos causarles ninguna molestia
Tenía un don para la mentira. Lástima que tuviera que ser así, papá.
—¿Hasta cuando vas a seguir mintiéndome, Peter? —Cuestionó con indignación, frunciendo el ceño.
—No lo hago ¡Díselo Alex!
Su padre había recurrido a ella en esa ocasión solo que Alexandra no podía mentirle a su madre. Ella odiaba las mentiras. Agachó la cabeza y guardó silencio.
—Sé que no habéis ido donde los abuelos
Las cosas no podían ir a peor.
—Ya hablaremos después. —Le escupió a mi padre. —Ven hija, yo curaré tus heridas.
Definitivamente mentir, ya fuera para bien o para mal, no era bueno. Las mentiras tenían patas cortas y descubrirlas era lo que más dolía.
Su padre jamás debió mentirle a su madre en su cara punto ahora las cosas serían más difíciles.
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Betrayal | Eyeless Jack
FanfictionEsa época era muy distinta a la guerra, sí, pero en realidad nada había cambiado. Las personas seguían siendo tan déspotas y crueles como en aquel entonces, traicioneras, interesadas y materialistas. Confianza, respeto, lealtad, honor... Todo aquell...