CAPÍTULO 17

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La chica caminaba por la cueva tranquilamente. Esta vez llegaba a tiempo y Jack estaba satisfecho. Podía oler su aroma desde que puso un pie en ella y la esperaba en su lugar con impaciencia.

Alex tenía muchas ganas de verle. Por momentos, cuando hablaba con él, se le olvidaba que venía a estudiarlo. Se olvidaba que era un ser distinto a ella, se olvidaba del comienzo de todo. Sólo se centraba en escuchar su voz grave y rasposa, áspera. Se concentraba en no separarse mucho de él y disfrutar el tiempo que pasaban juntos.

Porque desde hacía un tiempo Alex había dejado de ver a Jack como un monstruo. Al contrario, le veía como la persona más humana que jamás hubiera conocido.

—Llego pronto esta vez, ¿a qué sí?

—Bueno. —se cruzó de brazos.

A Alexandra le alegraba que Jack prestara atención no solo lo que le traía y le contaba del mundo exterior, sino a sus gestos y expresiones. Como por ejemplo coma cuando se cruzaba de brazos cuando estaba disconforme con algo. Ahora él lo hacía tambien, y había sido sólo reconociendo a base de tacto y oído. Era lo que le hacía especial. No tenía ojos, pero podía ver a través de las personas; de las almas.

Se sentó junto a él y sacó una manzana de la mochila.

—Lo cierto es que ya no se me ocurre que traerte. —suspiró. —Cómetela, ¿vale?

—Tráeme lo que quieras. Me gustará.

Tomó la manzana con las manos. La olfateó y la palpó, entonces, gritó que ya lo tenía. Alex le regañó por alzar la voz de esa manera, Jack refunfuñó por lo bajo. Guardó silencio hasta que Alexandra le indicó que estaba dispuesta a escuchar. Carraspeó la garganta y se dispuso a hablar.

—Fruta. —respondió.

Alex aplaudió muy contenta, había acertado. Entonces Jack le dio un mordisco a la manzana también, contento. Le gustaba jugar a ese juego con ella, y más le gustaba ganar.

Sus dientes eran tan afilados que había perforado hasta el hueso de la manzana. Alexandra rió por lo bajo.  En otra ocasión, quizás cuando Alex no conocía del todo a Jack, hubiera reaccionado de otra forma. Quizá horrorizada, super escandalosa gritándole que eso no debía hacerse. No obstante, el cariño había aflorado en ella. Y ese mismo cariño era el que la impulsaba a verle feliz, devorando todo el fruto en su totalidad.

Sólo cuando terminó de comer habló.

—Hueles diferente, ¿sabes?

Alex se encogió de hombros, un gesto que Jack no pudo percibir. Entonces, preguntó a que sé refería.

—Tu aroma es distinto. Solía ser más fuerte, ahora es dulce.

—Oh, he cambiado de perfume.

El enmascarado siguió el aroma que le embriagaba sin atender a las palabras de la chica. Ya había caído en el embrujo de la fragancia, y no podía detenerse.

—Sí, justo ahí. —decía ella, algo nerviosa por tener al asesino del bisturí olisqueando su cuello.

—Me gusta.

Una de las rocas que colgaban del techo se desprendió para precipitarse justo donde Alex descansaba junto a Jack. El ex-militar, consciente de ello gracias a la agudeza de sus sentidos, la agarró con fuerza y la sacó de la zona de peligro.

El corazon de Alex latía a mil por hora cuando vio los trozos de roca chocar violentamente contra el suelo. Suspiró verdaderamente aliviada y se lanzó a abrazar al enmascarado.

—Gracias Jack. —susurró, abrazándole con fuerza.

El calor se su cuerpo le transportó a sus recuerdos de la infancia, a la calidez del cuerpo de su madre cuando se despedía de él por las mañanas antes de ir a trabajar. Todo eso antes de que cayera enferma.

—Se supone que le devuelves el abrazo a una persona, ¿sabes?

—Lo sé.

Era sólo que Eyeless Jack había estado tanto tiempo sólo y helado. Sin el contacto de nadie, sin calor ni afecto. No sabía como reaccionar, incluso sus instintos se habían bloqueado.

Pero Alexandra estuvo allí para recordarle como debía hacerlo, y poco a poco la envolvió con sus brazos largos y fornidos.

—Muy bien. —musitó ella.

Los brazos de Jack resultaron ser más acogedores que los de su propia madre, más cálidos y firmes. Su corazón latía acelerado pero a la vez en calma, pues se encontraba protegida por el tacto del chico de la máscara, que finalmente se la sacó para poder aspirar su delicioso aroma.

—Póntela a partir de ahora. —le ordenó a Alex. —Me gusta ese aroma.

—Está bien.

Jamás pensó que se sentiría tan cómoda con él respirándole en el cuello y envolviéndola con esa firmeza que resultaba verdaderamente delicada.

Finalmente Jack se separó de ella violentamente. Se colocó la máscara con rapidez. Sin embargo, era tarde. Alexandra había sido capaz de ver como sus mejillas estaban coloradas, al igual que las suyas. Sólo que el no podía verlo.

—¿No te tienes que ir?

—¿Quieres que me vaya?

—Me da igual. —respondió con simpleza.

Alex rió por lo bajo. Cada vez disfrutaba más del tiempo que pasaba en compañía de Jack.

Había dejado de ver aquello como una obligación, como un pase al infierno. En cambio, lo veía como una oportunidad de seguir conociendo en profundidad a Jack, que era sin duda la persona más interesante que jamás había encontrado.

Betrayal | Eyeless JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora