Alexandra respiraba más tranquila pegada al hombro de Eyeless Jack. Empezaba a acostumbrarse al aroma a vísceras podridas, y lo cierto es que él tenía razón. Cuando llevabas un tiempo dentro de la gruta, ya no era tan notorio. Seguía apestando, eso no iba a cambiar, pero se podía aprender a ignorarlo.
Para Jack era casi irónico, pues no le hacían falta los ojos para ver que la chica continuaba concentrada en tolerar el pesado ambiente de la cripta. En cambio él no dejaba de pensar, pensaba con tanta insistencia como no lo había hecho en años. Su raciocinio había regresado con el toque de humanidad que Alexandra había sembrado en él. Y por primera vez, esa semilla traía algo diferente, traía el valor para levantar la voz, para que en lugar de hacer eco en su mente, sus pensamientos se emitieran en voz alta. A partir del preciso momento en el que la muchacha de ojos claros decidió poner un pie en su matadero, de su mano, decidió que cambiaría. Tomaría las riendas de su vida, sin avisar y sin pedir permiso.
—¿Por qué no... por qué no te vas de mi lado?
—Pues quizá esté loca. —levantó la mirada. —No hay palabra en este mundo que me haga cambiar, Jack.
Las declaraciones de la muchacha rebotaban por las gruesas paredes de la cripta, y no sólo ahí. Por la cabeza de Eyeless Jack se escurría cada sílaba pronunciada por ella.
—¿A qué te refieres?
—A que he perdido la cabeza... u otra cosa. —suspiró. —Mi padre, la persona que me crió, la persona a la que tanto admiré... resultó ser una mala persona. Un egoísta, un vanidoso. —se apoyó sobre la pared, liberando al muchacho de su peso. El ex militar jamás la había escuchado hablar con tanta amargura. —Y tú eras una bestia, un animal salvaje. Después de lo de mi padre, creí que no debía sorprenderme que tuvieras ese corazón tan grande escondido por algún lado.
—¿Esa es razón... suficiente?
—¿Sólo esa? ¿Estás loco? —volvió a apoyarse en su hombro. Echaba de menos su calor. —Hay cientos de razones.
—Pues cuéntamelas.
—Nunca estás tan hablador. —se quejó ella. —¿Quieres hablar conmigo porque tienes miedo de que me desmaye?
—No es eso. —ladró. —Siempre quiero hablar, pero no puedo. Y ahora sí.
La muchacha se incorporó tan rápido como un rayo y se volvió hacía él.
—Jack, ¿te das cuenta? —le sujetó de las ropas estropeadas. —¡Eso es de lo que hablo!
—¿De qué? —replicó confuso. —Alexandra, ¿te encuentras bien?
—De maravilla. —respondió con una sonrisa. —Te digo que está ahí, bien escondido tras ese mal talante.
Era cierto. Eyeless Jack se guardaba las emociones bajo llave. Sacaba las garras y ocultaba tu corazón.
—Que alivio. —suspiró. —Por un momento creí que te habrías arrancado el corazón como hacías con los riñones de los demás.
—Eres rara. —logró que la muchacha se desprendiera de él. —No podría vivir sin corazón.
De pronto los agudos oídos del enmascarado captaron algo. Siseó para lograr que Alexandra guardara silencio, y deseó en silencio que su plan funcionara. No estaba seguro de que la cripta pudiera camuflar su calor, y ahora que la muchacha había conseguido acelerar su ritmo cardíaco, temía ser descubierto.
Se separó de ella con sigilo y pego la oreja a la roca que tapaba la brecha. Los escuchaba, a través de la densa capa de piedra, escuchaba los sonidos de sus radares y esos pasos indecisos que daban. Retrocedió con cautela y enganchó a Alexandra del brazo.
—Vamos.
Tenían que alejarse todo lo posible de la puerta. Con la posibilidad de que sus radares fueran capaces de atravesar paredes consistentes, debía esconderse del rango de los propios aparatos, o al menos intentarlo. Arrastró a Alex con él, adentrándose aún más en la gruta. Era un habitáculo blindado por rocas y firmes paredes.
Le pidió que continuará guardando silencio, de la manera en la que lo había estado haciendo. Sabía que el olor era más fuerte, más nauseabundo. Estaban justo al lado de la piedra central que el ex militar utilizaba como mesa de disección, y era justo de lo que Jack quería mantenerla bien lejos, sobre todo desde que había dejado restos de la última vez.
Alexandra luchaba para resistir, se refugiaba en su pecho, respirando contra su cuerpo. Trataba de ignorar el sonido de las moscas revoloteando alrededor de aquello que era el origen del hedor, inútilmente. No le quedaba nada en los intestinos, y aún así tenía ganas de vomitar. Se moría del asco, le daban espasmos con sólo pensar que esos asquerosos bichos podían acercarse a ella.
—Respira hondo y no pienses. —le dijo él. —Despacio, concéntrate y aguanta un poco.
A Jack solo le importaba ella, y parecía funcionar. Cuando Alex escuchaba el sonido de su voz se armaba de valor, y se olvidaba de estar en un sucio agujero, al lado de unos restos en descomposición. Precisamente por eso, el enmascarado continuó hablando.
—Estoy aquí y no te va a pasar nada. —insistía, con dulzura en la voz. —Has superado muchas cosas, ¿no es así?
Ella asintió contra su cuerpo.
—Entre ellas, yo. —aseguró el muchacho. —Si has podido conmigo, puedes con todo.
—Tú eras... mejor. —susurró ella. —Tú no me dabas náuseas.
Le acarició la cabeza con suavidad y masajeó su espalda con la misma delicadeza. Las ganas que Alexandra tenía de vomitar parecían haberse aplacado, y el enmascarado pudo respirar más tranquilo.
—Quédate aquí. —la pegó a la pared. —Toma.
Se quitó la máscara y después hizo lo mismo con su sudadera, la cual le entregó a la chica.
—¿Funcionará? No tengo ni idea, pero tú mete la nariz ahí.
—¿A dónde vas? —le hizo caso y se enfundó en las ropas del muchacho. —No me dejes aquí sola.
—No oigo nada, y no sé si es porque estoy demasiado lejos como para percibir algo, o es que se han ido. No voy a salir, sólo me acercaré un poco.
—¿Y si nos...?
Eyeless Jack la detuvo antes de que dijera cualquier tontería.
—Como ya te dije una vez, no te va a pasar nada.
Y era cierto que las palabras de Jack en muchas ocasiones servían para calmar a Alexandra. No obstante, no era ella misma lo que le preocupaba, sino él.
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Betrayal | Eyeless Jack
Hayran KurguEsa época era muy distinta a la guerra, sí, pero en realidad nada había cambiado. Las personas seguían siendo tan déspotas y crueles como en aquel entonces, traicioneras, interesadas y materialistas. Confianza, respeto, lealtad, honor... Todo aquell...