Chapter Four

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Estaba siguiendo a unos extraños que podrían secuestrarlo y llevarlo hacia donde se les diera el interés.

Usualmente no hubiera aceptado, pero tenía que ir, quería proteger su alcohol en gel. Tenía la idea en la cabeza de que si no iban podrían quitarle su alcohol en gel y sinceramente no podía arriesgarse de tal modo a algo tan fuerte.

No alcohol en gel significaba tener muchos más gérmenes de los que tenía. Si le daba asco estar como estaba ahora, ni se imaginaba sin su alcohol.

Miró a aquellos chicos que iban caminando de la mano con una gran sonrisa.

Parecían bastante normales como para estar allí, era sorprendente lo bien que se veían.

— Se que mi novio es hermoso, pero deja de mirarlo o te golpearé, señor Desconocido. — Habló el castaño más bajo.

Notó que el ruloso lo miraba confundido para luego mirar al moreno aún más confundido. ¿Acaso el desconocido lo estaba observando?

Sabía que su novio reaccionaría ante tal cosa, sea verdad o mentira. A veces su novio podía ser un poco posesivo pero aún así lo amaba.

El más alto pasó su brazo por encima de los hombros de, quien de suponía, era su novio.

— No estaba mirándolo. — Se defendió Zayn con una sonrisa arrogante.

Si seguía así de idiota perdería quien lo lleve hacia la terapia grupal y terminarían sabiendo que tenía su alcohol en gel escondido.

El ojiclaro lo miró indignado, como si se sintiera ofendido.

Claramente el moreno lo había tratado de mentiroso, lo cual sólo hizo molestar mucho al castaño.

Probablemente si las miradas mataran, Zayn estaría kilómetros bajo de tierra, tan así que podría llegar al otro lado del mundo.

El moreno se encogió de hombros, no le interesaba demasiado lo que el contrario pensara de él.

No había nacido para caerle bien a todo el mundo.

Pudo oír como el ruloso le susurraba cosas al oído pero no se metería porque sino, el chico paranoico lo atacara nuevamente.

[...]

Cuando llegaron notó que ya se encontraban todos sentados mientras se pasaban una libreta luego de escribir algo en ella.

Cerró la puerta en su espalda pero quede aclarar que había sido con su pie. Quien sabe cuantos gérmenes tendría esa perilla.

Notó que las miradas fueron puestas en él. Eran tan molesto que lo observaran tanto. Sabía que era hermoso pero tampoco para tanto.

Se giró y pudo ver que un hombre de, más o menos, su altura se le acercaba.

No. No. No. No.

Era un hombre pelirrojo con los ojos grises. Le quedaba bastante bien, debía admitir. Tenía la misma bata que tenía la doctora entrometida pero él se veía más agradable.

Si ese hombre pensaba siquiera tocarlo, estaba completamente loco. Ni borracho lo dejara tocarlo.

Al momento que ese extraño le extendió la mano en modo de saludo, el moreno la miró e hizo gesto de desagrado.

¿Quien sabe cuando fue la última vez que se lavó las manos? 

No podía arriesgarse tanto. Quién sabe cuántas bacterias podría tener, había saludado a todos y ellos tampoco eran de fiar.

  — Mucho gusto, soy tu psicólogo John. —Se presentó.

Y su mano seguía allí extendida esperando que el contrario la aceptara pero estaba en lo equivocado si lo pensaba.

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