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El doctor acomodaba sus gafas mientras caminaba hacía la habitación de su actual paciente, soltó un suspiro antes de pronunciar esas palabras otra vez. Pasó su vista a las personas que le acompañaban.――Ya puede retirarse, ha sido dada de alta. 

Escribía en un pedazo de papel algunas cosas, arrancó la hoja y la extendió a la señorita que estaba a su lado.――Sigue sorprendiéndome como es que ella no ha resultado en una tragedia, alguien debe protegerla demasiado para procurar que nunca se llegue a más, sin embargo, podemos evitar que siga ocurriendo esto...――la persona recibió el recado――Existen diversas Instituciones encargadas a estudiar más de cerca estos trastornos depresivos, deberían hacer algo ahora que pueden o será muy tarde después. No todo el tiempo la suerte estará de su lado.

Los dejo en la habitación solos, ambas personas se miraron para compartir la misma jaqueca.

―¿Te has percatado de lo que has logrado? El Doctor piensa que eres una maniática, ¿Por qué no puedes ser normal por una vez? Siento tanta vergüenza ahora mismo.

Salió de la habitación dejándola sola, se escuchaba el ruido del monitor cardíaco que estaba junto a su antigua camilla. Una vez más escuchando esas pulsaciones que le indicaban, había fallado.

―Me han entregado esto, son sus pertenencias con las que ingreso al hospital, sus padres le esperan afuera.

Tambaleándose un poco por el frío al quitarse la bata, comenzó a vestirse. Hizo una pausa en sus muñecas, que tenían vendas hasta el inició de su codo. Aún le ardían, ¿Cómo había llegado a tanto? 

Amanda y Tom le esperaban en las puertas del hospital, con los brazos cruzados, no tenían una expresión muy contenta. ¿Quién podría tenerla?

Subimos al auto, escarbé en mis bolsillos para encontrar el pequeño reproductor de música, ¿Tendrá batería? Olvidé la última vez que le he cargado, desenrede los audífonos, por suerte tenía un poco de energía aún. 

Cerré mis ojos, se sentían pesados, cuando los entreabría podía ver a Tom hablando con molestia, seguramente hablando de mi. Amanda negaba de igual manera, lamento ser un estorbo para todos, enserio, incluso me estorbo a mi.

Una vez estacionaron el auto fuera de la pequeña casa, ellos esperaron a que yo saliera primero, con mis manos en los bolsillos caminé hacía mi hogar, la puerta estaba abierta. 

No estaba con ánimos de discutir, nunca los tenía pero ellos insistían en hacerlo, todos los malditos días, de Lunes a Domingo, corrí a mi habitación para evadir la pelea verbal que vendría, los insultos, ¿Por qué no pueden ayudarme en lugar de humillarme más?

―Jung, necesitamos hablar.

Abracé mi almohada, enterré mi cara con fuerza en ella.――Hoy no, por favor, estoy cansada.

Entraron aunque les negué el paso. Tom está vez fue el primero en hablar.――Escucha Jung, no puedes seguir haciéndote esto, habrá un día en el que simplemente será muy tarde, los doctores no podrán salvarte, ¿Es acaso que no tienes amor propio? Esto no puede seguir así. Creo que estabas presente cuando el Doctor nos dio está información, ¿Es lo que quieres? ¿Que te enviemos a un lugar para locos? Eres una adolescente, no puedes odiar tu vida a este extremo.

―Ella no piensa en sus padres, ni siquiera respeta el hecho de que están muertos y su madre dio la vida por ella.――Amanda concluyó.

Solté un suspiro decaída, nuevamente recordando uno de los motivos por los cuáles estaba tan perdida.

―¿Así nos tratas después de que te hemos cuidado?, mocosa.

―Yo no te pedí que lo hicieras.


Ella iba a comenzar a gritar como siempre, por fortuna Tom la tomó de los hombros para que ambos salieran.――Solo te diré que somos tus tutores, y conversaremos el hecho de que asistas a esa Institución, aún no eres mayor de edad, seguimos estando a cargo de ti, quieras o no, y te limitarás a obedecer lo que decidamos. Las cosas serán así a partir de ahora, quise darte la libertad de cambiar, no lo hiciste, entonces se harán a mi manera, mañana volverás a la escuela, y no me interesa si hay alguien que te acosa, lo harán hasta que dejes de ser tan...demente.

Mordí mi labio aguantando las lágrimas para dejarlas salir una vez que ellos salieron. 

¿Por qué habían alejado a mis padres de mi? ¿Por qué tenía que perderlos a ambos? Esto no valía la pena, yo no valía nada, no había caso para ver un lado positivo. 

Ni siquiera acabar con mi vida era fácil, era una inútil hasta para eso. No tenía a nadie, ni a mi.

(...)

Era la cuarta vez en el mes que ella se lastimaba tanto, limpié mis lágrimas de miedo, sentía presión en el pecho cada que la veía tan sola. Tirada en su habitación, encontrarla en el baño, negué peinando hacía atrás mi cabello con desesperación, ya no tenía idea de qué hacer.
Odio verla llorar.
Aunque ella no podía verme, me senté a su lado mientras lloraba abrazándose a si misma, recargué mi cabeza en su hombro, si tan solo pudiese saber que yo estoy aquí.

 Ya no llores más, deja de odiarte, ¿Es que acaso no ves que tienes una vida que descubrir? por favor, no te odies, ya no.

Ángel I. ◈ 𝕡𝕛𝕞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora