Capítulo 3

7K 731 120
                                    

"Tenemos que aprender a no asombrarnos

de habernos encontrado, de que la vida pueda estar de pronto

en el silencio o la mirada."

Julia Prilutzky


Taly había escuchado pacientemente el relato. Ahora sabía que él iba a la capital cuando su auto de alquiler se había descompuesto muy cerca de su tienda.

Y sabía que necesitaba ayuda.

En general ella hubiera ayudado a alguien en aquella situación, pero esta vez se sentía increíblemente tentada a negarse, sin embargo no podía pasar por alto que se lo debía.

Después de todo lo había juzgado equivocadamente, cosa que él no sabía y jamás se enteraría. Además también lo había golpeado, era una suerte que no le quebrase la nariz y que no tuviese un ojo negro, de hecho el hombre hasta podría acusarla de atacarlo. Por último, lo quería lejos , tan lejos como fuera posible (se negaba a analizar el por qué) y para que esto resultase así, era necesario que lo ayudara.

Sólo había un mecánico, ya que el otro había viajado -"muy oportuno" pensó Taly –, y no abriría su taller hasta dentro de un par de horas. Lo único que ella podía hacer, si quería deshacerse de aquel hombre , y definitivamente sí quería , era guiarlo hasta la casa de Lucas para que le arreglara el auto lo más pronto posible.

-Muy bien, puedo decirle cómo encontrar al mecánico – dijo ella aunque su cara expresaba sus dudas

-¿Qué sucede? – preguntó notando su inquietud

-Lo cierto es que Lucas es muy buen mecánico pero poco afecto a trabajar en horas de descanso, así que le costará convencerlo de que repare su auto en un horario no laborable.

-¿Pero si usted se lo pide la escucharía, verdad?

-Supongo que sí...

-Entonces debe acompañarme

-Por si no se dio cuenta, no puedo caminar lejos y usted ya no tiene auto

-¡Vaya! Eso es verdad – dijo él con un gesto de incredulidad que resultaba cómico en aquel hermoso rostro masculino.

En algún lugar Taly tenía corazón pues acababa de darse cuenta pues iba a ceder. Iba a ayudar a aquel hombre.

-Tengo una idea, usted puede conducir mi auto.

-¿Me acompañará?- preguntó él y ella contestó de muy mala gana.

-Sí lo haré.

-Gracias- dijo él sencillamente y ella emitió un sonido semejante a un gruñido.

-Buscaré las llaves, el auto está al lado, en el garaje de mis vecinos. Sinceramente espero que sea un buen conductor , puede que sea una chatarra pero estoy encariñada – dijo ella mirándolo como una directora de escuela a un alumno malo.

-Soy muy buen conductor, le doy mi palabra de honor –contestó él medio sonriendo mientras ella tomaba las llaves del cajón de su escritorio.

-Vamos – ordenó y al pasar por su lado él tomó su mano y la obligó a apoyarse en su brazo.

-Caminará mejor si la ayudo y evitaremos que vuelva a caerse.

-No haga que me arrepienta de ayudarlo – dijo ella entre dientes pero él no cedió.

-Prefiero mantenerla ilesa si vuelve a lastimarse, dudo que me sirva de mucha ayuda.

Ella iba a contestar pero justo acababan de salir a la calle y el aire caliente la golpeó dejándola sin respuesta, definitivamente era muy mal día para pelear. Cerró el negocio y le dio las llaves del garaje que compartían con sus vecinos, unos minutos después el hombre estacionaba su viejo auto blanco frente a ella.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora