"Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado, de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o la mirada."
Julia Prilutzky
Taly había escuchado pacientemente el relato. Ahora sabía que él iba a la capital cuando su auto de alquiler se había descompuesto muy cerca de su tienda.
Y sabía que necesitaba ayuda.
En general ella hubiera ayudado a alguien en aquella situación, pero esta vez se sentía increíblemente tentada a negarse, sin embargo no podía pasar por alto que se lo debía.
Después de todo lo había juzgado equivocadamente, cosa que él no sabía y jamás se enteraría. Además también lo había golpeado, era una suerte que no le quebrase la nariz y que no tuviese un ojo negro, de hecho el hombre hasta podría acusarla de atacarlo. Por último, lo quería lejos , tan lejos como fuera posible (se negaba a analizar el por qué) y para que esto resultase así, era necesario que lo ayudara.
Sólo había un mecánico, ya que el otro había viajado -"muy oportuno" pensó Taly –, y no abriría su taller hasta dentro de un par de horas. Lo único que ella podía hacer, si quería deshacerse de aquel hombre , y definitivamente sí quería , era guiarlo hasta la casa de Lucas para que le arreglara el auto lo más pronto posible.
-Muy bien, puedo decirle cómo encontrar al mecánico – dijo ella aunque su cara expresaba sus dudas
-¿Qué sucede? – preguntó notando su inquietud
-Lo cierto es que Lucas es muy buen mecánico pero poco afecto a trabajar en horas de descanso, así que le costará convencerlo de que repare su auto en un horario no laborable.
-¿Pero si usted se lo pide la escucharía, verdad?
-Supongo que sí...
-Entonces debe acompañarme
-Por si no se dio cuenta, no puedo caminar lejos y usted ya no tiene auto
-¡Vaya! Eso es verdad – dijo él con un gesto de incredulidad que resultaba cómico en aquel hermoso rostro masculino.
En algún lugar Taly tenía corazón pues acababa de darse cuenta pues iba a ceder. Iba a ayudar a aquel hombre.
-Tengo una idea, usted puede conducir mi auto.
-¿Me acompañará?- preguntó él y ella contestó de muy mala gana.
-Sí lo haré.
-Gracias- dijo él sencillamente y ella emitió un sonido semejante a un gruñido.
-Buscaré las llaves, el auto está al lado, en el garaje de mis vecinos. Sinceramente espero que sea un buen conductor , puede que sea una chatarra pero estoy encariñada – dijo ella mirándolo como una directora de escuela a un alumno malo.
-Soy muy buen conductor, le doy mi palabra de honor –contestó él medio sonriendo mientras ella tomaba las llaves del cajón de su escritorio.
-Vamos – ordenó y al pasar por su lado él tomó su mano y la obligó a apoyarse en su brazo.
-Caminará mejor si la ayudo y evitaremos que vuelva a caerse.
-No haga que me arrepienta de ayudarlo – dijo ella entre dientes pero él no cedió.
-Prefiero mantenerla ilesa si vuelve a lastimarse, dudo que me sirva de mucha ayuda.
Ella iba a contestar pero justo acababan de salir a la calle y el aire caliente la golpeó dejándola sin respuesta, definitivamente era muy mal día para pelear. Cerró el negocio y le dio las llaves del garaje que compartían con sus vecinos, unos minutos después el hombre estacionaba su viejo auto blanco frente a ella.
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No creo en las novelas de amor
RomanceTalulha está convencida de que el amor no existe y puede justificar su posición de mil maneras diferentes, lo ha hecho toda la vida. Sus argumentos son muy convincentes, excepto para su romántica amiga Susana y para el hombre que acaba de aparecer e...