Capítulo 15

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"Es una extraña pretensión del hombre querer que el amor conduzca a alguna parte."

Víctor Hugo

Taly pensó que no volvería a probar nada en su vida, lo peor de una indigestión es el día siguiente. Se sentía totalmente agotada. Ni siquiera podía decir que se hubiera levantado, para ser sinceros se había arrastrado de la cama. Se había despertado muy temprano, había leído los mensajes en su celular, el de Aidan y uno de Su, y luego se había vuelto a dormir.

Cerca del mediodía, había resuelto levantarse pues aunque su cuerpo reclamaba seguir un par de semanas en cama, su mente se negaba a dejarse vencer por un exceso de comida.

Necesitaba algo para asentar un poco el estómago, pero su heladera estaba llena de cosas insalubres, tenía una buena reserva de chocolate pero nada de té de manzanilla, galletitas Light o arroz. De hecho ni siquiera tenía té negro, sólo café. Sacudió la cabeza, pensando que tendría que revisar sus prioridades alimenticias y también sus actitudes, había sido totalmente infantil y ahora pagaba las consecuencias.

Decidió dejar su desayuno- almuerzo para luego y darse primero un baño para reanimarse un poco. Media hora después deambulaba en bata por el salón cuando sintió que llamaban a la puerta.

Lo odiaba, pero no tenía ni siquiera fuerzas para rebelarse, no era justo que él luciera como un aviso publicitario cuando ella se sentía una piltrafa humana, y menos justo era que estuviera allí cuando era la última persona que quería ver. Una chispa de rebeldía ardió en su interior, pero se sentía cansada y dolorida como para pelear.

-¿Talulha? – la llamó él al verla tan pálida y confundida mientras sostenía la puerta y lo miraba como si fuera una alucinación.

-Aidan, ¿qué haces aquí?.

-Estaba preocupado por ti, así que decidí venir a ver cómo seguías.

-Viva, gracias por venir – contestó e intentó cerrar la puerta pero él fue más rápido e ingresó antes de que Taly pudiera evitarlo.

-Aidan...

-¿Ya tomaste la medicina? – preguntó él señalando con la cabeza el frasco que había sobre la mesa.

-Aún no .En serio estoy bien, no necesito que te quedes.

-Lo sé, pero quiero asegurarme. Y además traje esto – explicó levantando unas bolsas.

-¿Qué es?

-Comida adecuada para tu situación...

-Yo..

-¿No necesitas nada? –preguntó mirándola divertido y ella estuvo a punto de negarlo, cuando recordó que ni siquiera tenía un té para beber y que se sentía tan mal que salir de compras no era una posibilidad.

-No tienes que hacer esto.-insistió incómoda.

-Es que me siento responsable.

-Aidan, tú no me obligaste a comer – dijo ella con tono de cansancio.

-Es extraño, pero tengo la sensación de haberlo hecho – comentó muy astutamente y Taly se sintió estúpida y arrepentida. Tal vez la conciencia estaba localizada en el estómago, porque parecía haberla recuperado al mismo tiempo que sentía los dolores.

Toda la situación era de lo más extraña, ambos parados allí en el pequeño comedor. Taly no estaba segura de cómo proceder, Aidan había ido porque estaba preocupado por ella y eso era lo más extraño de todo.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora