Capítulo 10

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Sólo aquellos que no esperan nada del amor se enamoran con facilidad

Eun Hee-kyung

Taly contempló los objetos que tenía en su mesa de trabajo. Dos días atrás ella y sus compañeros de equipo se habían instalado en la empresa de Aidan para el proyecto de catalogar , estudiar y valuar los objetos para la exposición. Para peor de males había tenido que escuchar una larga perorata de Susana sobre los misteriosos caminos del destino que hacían que las vidas de dos personas se unieran una y otra vez en forma misteriosa y sobre lo maravilloso que era aquella posibilidad de trabajar junto a Aidan.

¡Más misterioso era el ADN de un mosquito y hasta más sorprendente también! Aquello de cruzarse una y otra vez a Aidan y su manía de llamarla Talulha sólo eran un gran dolor de cabeza.

De hecho hasta había estado a punto de quejarse con el profesor Lambert de que eso no estaba en su contrato, pero al fin decidió actuar como una profesional.

Sacudió la cabeza , en un gesto por despejarse, se volvió a calzar los lentes y miró cuidadosamente los tesoros que tenía a su alcance.

Había un par de terracotas del lejano oriente, unas piezas de joyería prehispánica, una estatuilla de jade, unas finas porcelanas chinas y una cajita labrada.

Al ver las porcelanas chinas, Taly recordó que muy poco tiempo atrás se habían rescatado muchas piezas del mar, un grupo de arqueólogos las había recuperado de un barco hundido de un comerciante desventurado. La chica se preguntó por el origen de aquellas, ¿pertenecían también a un cargamento hundido, o habían pasado de manos en manos hasta llegar a ella?

Frunció la frente , haciendo que se le formaran una serie de arrugas, al recordar el origen dudoso de las piezas y tomó apuntes mentales para el artículo que estaba escribiendo sobre el oscuro negocio de las subastas y el contrabando de piezas valiosas.

Luego tomó la caja labrada y observó el anillo que contenía. Era un Gimmel fabricado por los orfebres del Renacimiento.

El "gimmel", o anillo gemelo, llevaba dos aros, a veces tres, que se desplegaban en abanico desde el centro de la base. Al cerrarse, los aros se unían tan perfectamente que sólo se ve un único anillo, como símbolo de la unión matrimonial.

Alrededor del año 1600 al "gimmel" se le unió a otro símbolo romántico, las dos manos agarradas de la "fede" (término italiano que significa "fe"). Los aros enlazados del "gimmel" terminaban en unas manos que se unían cuando el anillo estaba cerrado. Luego a estos símbolos se le añadió un tercero, el corazón. En las sortijas especialmente elaboradas, un par de manos esmaltadas sujetaban un gran corazón de diamante.

De esa clase era la sortija que Taly tenía frente a sí, al mirarla recordó a su mejor amiga. Años atrás cuando Taly había hecho un seminario sobre joyería antigua, había descubierto la existencia del gimmel y se lo había contado. Susana había suspirado y luego había mirado su simple anillo de bodas, una banda lisa de oro, con cierta desilusión. Era obvio que la chica hubiera preferido tener un anillo gemelo que portara toda aquella simbología romántica, Taly no le había dado demasiada importancia, pero al ver el creciente desanimo de su amiga y las contantes referencias que hacía a la extraordinaria joya Renacentista, había tenido que tomar medidas.

En un descuido de Su, mientras lavaba los platos, Taly le había robado el anillo matrimonial, lo había tenido varios días como rehén y cuando la desesperación de su amiga fue patente, se lo devolvió. Desde ese día Susana, jamás había vuelto a mencionar el gimmel y había amado devotamente a su simple sortija, que después de todo era el símbolo de su unión con su marido y llevaba una romántica inscripción en el interior.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora