Capítulo 19

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"Los bailes me gustarían mucho más ––repuso su hermana–– si fuesen de otro modo, pero esa clase de reuniones suelen ser tan pesadas que se hacen insufri­bles. Sería más racional que lo principal en ellas fuese la conversación y no un baile. ––Mucho más racional sí, Caroline; pero entonces ya no se parecería en nada a un baile."

Jane Austen


Taly sabía muy bien que no era una de las mujeres de las novelas de Susana, no creía en eso de que un patito feo se trasformaba en un bello cisne la noche que iba a un baile.Pero, como joven mujer realista, sabía que si uno prestaba atención a resaltar los puntos fuertes y ocultar los defectos, podría lograr una imagen bastante mejorada de sí misma.

Y también aunque no le gustaba mucho asistir a fiestas, sí tenía ropa bonita, después de todo era admiradora de la estética clásica. Lo mismo que la hacía apreciar las ruinas del Partenón, le hacía admirar un bello vestido. Así que a pesar de los muchos consejos de Susana y de un pequeño deseo de revancha hacia Aidan, no salió corriendo a comprar nada, sólo buscó su vestido favorito en el guardarropas, unos zapatos de tacón y algunos accesorios. Dejó todo listo para la noche y se dedicó a sus tareas cotidianas, en las primeras horas de la tarde, llamaron a su puerta y al abrir la joven se encontró a un mensajero cargando una enorme caja.

El hombre le dejó el paquete y se marchó antes de que ella alcanzara a ver el remitente, cuando lo vio ya era tarde, no podía devolverlo. Entró a su casa, mientras insultaba en tantos idiomas como conocía, la caja era cuadrada y plana, no hacía falta ser un genio para saber que contenía. Diakos se había atrevido a enviarle un vestido, maldito hombre, ni siquiera era capaz de entender lo que le había querido decir. La estaba tratando como a una tonta cualquiera e iba a hacérselo pagar muy caro. Su primera intención fue arrojar la caja a la basura, pero la curiosidad pudo mucho más, ¿qué tipo de vestido había elegido para ella?. O quizá era una broma y le había enviado algo de encaje rojo o transparencias, aunque se odiara a sí misma no tenía tanta fuerza de voluntad como para resistirse. Se consoló recordando una frase de Nabokov que decía que la curiosidad es insubordinación en su más pura forma. Saberse una insubordinada la hacía sentirse menos patética. Desató el inmenso moño rojo y abrió la caja.

Dentro había delicado papel de seda envolviendo una caja más pequeña, aquello la sorprendió. Abrió la segunda caja y encontró otra.¿Qué había planeado Aidan?

Siguió desenvolviendo una caja tras otra, al menos estaba segura de algo, después de todo no le había enviado un vestido. Cuando ya estaba por perder la paciencia y había extraído por lo menos cinco cajas de la principal, encontró una pequeña, del tamaño de su mano, por lo visto acababa de llegar al corazón de aquel envío.

El envoltorio era dorado y el moño rojo, de gasa, al desatarlo se encontró un pequeño reloj de cadena y una nota.

El reloj era una pequeña obra de arte, el metal estaba labrado con flores y al abrir la tapa descubrió que las agujas estaban detenidas a las 11.59.

Leyó el mensaje y sonrió, aquel hombre la desconcertaba.

Para Talulha, quien nunca será Cenicienta.

Aún así, me atrevo a desearte una noche llena de magia que no acabe nunca,

que nunca sean las doce para ti.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora