"La dicha suprema de la vida es la convicción de que somos amados, amados por nosotros mismos;
mejor dicho amados a pesar de nosotros"
Victor Hugo – Los miserables
Taly se sintió sumamente ridícula, había ido a trabajar y estaba ocultándose, no quería cruzarse con Aidan y había hecho increíbles maniobras para no encontrárselo. Casi casi estaba capacitada para decir que se llamaba Bond..."Talulha Bond". Lo pensó y le causó gracia, lo único que faltaba era que por desmitificar las absurdas novelas de amor cayera en las de espías.
Avanzó con éxito hasta el ascensor, pero cuando dobló un pasillo para alcanzar la oficina en la que trabajaba se chocó de lleno contra el pecho de Diakos que también iba doblando.
-Buen día, Talulha, ¿te sientes mejor? – preguntó con aquel tono de voz que convertía su ridículo nombre en algo mucho más inquietante.
-Sí, sí, gracias- respondió intentando librarse de él.
-Debiste quedarte a descansar otro día.- le sugirió con una mirada escrutadora que hizo que ella pensara en su apariencia, y, peor aún, recordara su extrema estupidez.
-Me siento muy bien – contestó ella aunque su orgullo estaba totalmente malherido.
-Si te sientes mal, sólo avísame – dijo cortésmente.
-Claro...antes prefiero arrastrarme – contestó ella y dijo la última frase susurrando así que la sorprendió que Aidan la oyera.
-Si lo haces no comas nada que haya en el suelo Talulha, podrías volver a enfermarte – le dijo y luego huyó antes de que la joven encontrara algo que arrojarle.
Taly se encerró en la oficina a trabajar y no sintió el paso del tiempo, cuando se enfrascaba en algo que le gustaba, el resto del mundo dejaba de existir.
Regresó a la realidad cuando golpearon la puerta, y antes de que ella pudiera decir adelante, Aidan ya estaba dentro.
-Llegaron unos objetos más para la exposición – le comunicó él y al ver la expresión contrariada de la mujer, sintió deseos de disculparse por darle trabajo extra, pero sabía que a ella no le caería bien su disculpa.
-¿Y qué son?
-Creo que una momia y el sombrero de Harrison Ford...ya sabes el de Indiana – le dijo provocándola.
-¿En serio? Yo creí que eran objetos robados pertenecientes al patrimonio cultural de algún país demasiado pobre para defenderse.
-Me parece que también tenemos un par de esos...- contestó con una de esas sonrisas que a ella la indignaban, le provocaba algo en el cuerpo cuando sonreía así y prefería enojarse a analizarlo.
-De acuerdo, no hay problema, aún nos queda tiempo – dijo la joven intentando recuperar el profesionalismo. Los ingeniosos juegos de palabra con Diakos no podían llevar a nada bueno.
- ¿Quieres verlos?
-¿Ya los desembalaron?
-No, pedí que no lo hicieran. Me imaginé que tú querrías participar – contestó él.
-Gracias, ¿podemos ir ahora?
-Por supuesto, por eso vine a buscarte. Están en el depósito, tu equipo también va para allá.
-Vamos – dijo ella, guardó los archivos en los que trabajaba y salió junto a Aidan.
Al desenvolver las reliquias, se encontraron varias sorpresas, había más objetos de uso doméstico de Mesoamérica, un antiguo tapiz español, un incunable del S.XIV con historias populares y una estatuilla de madera de una mujer en una pose muy sensual.
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No creo en las novelas de amor
RomanceTalulha está convencida de que el amor no existe y puede justificar su posición de mil maneras diferentes, lo ha hecho toda la vida. Sus argumentos son muy convincentes, excepto para su romántica amiga Susana y para el hombre que acaba de aparecer e...