Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero.
Yo prefiero tu cuerpo.
Marguerite Youcenar
Lentamente Aidan se apartó y quedaron allí, los dos, mirándose y con las respiraciones agitadas.
Taly no sabía que hacer, el beso había sido tremendamente inesperado y mucho más inesperado el efecto que le había causado, todo el cuerpo le temblaba y estaba segura que no se debía a la lluvia.
En verdad él había conseguido su objetivo, se sentía incapaz de seguir hablando, incluso dudaba que fuera capaz de moverse.
Tampoco Aidan sabía que hacer, así que lo único a lo que atinó fue guiar suavemente a la silenciosa Taly hasta el auto, abrió la puerta y ella entró sumisa como una autómata. El hombre casi podía ver el remolino de pensamientos que se agitaba en el interior de la mente femenina, y agradecía aquella confusión porque le daba tiempo y le evitaba, estaba seguro de ello, una golpiza o al menos una buena bofetada.
También le daba la oportunidad de pensar su próximo paso, sabía que con Talulha había que ir despacio, era como un animal salvaje dispuesta a salir corriendo en cualquier momento y él se había dejado llevar.
Era un milagro que la mujer aún estuviera allí.
-¿Dónde vamos? – preguntó de pronto Taly como si saliera de su trance, su voz sonaba inexpresiva.
-Voy a llevarte a tu casa, necesitas cambiarte de ropa, te dejaré y luego iré a cambiarme también – se apresuró a explicar antes de que ella lo malinterpretara.
Luego la joven volvió a callar y se puso a mirar por la ventana, ignorado su presencia.
Cuando Aidan estacionó frente a su casa, ella sólo descendió sin decir palabra alguna. El hombre estuvo a punto de tomarle la mano y detenerla, pero no lo hizo, podía sentir como las púas empezaban a aflorar bajo la tranquila fachada de la joven, para subsanar su error anterior debía ser muy cauteloso, o la perdería.
Y después de aquel beso, Aidan tenía muy en claro que no quería perderla, así que simplemente la dejó ir y regresó maldiciendo todo el camino hasta su departamento, después de avisar a la oficina que se tomaría un par de horas.
Talulha entró a su casa, y se dirigió rápidamente a la ducha, dejó que el agua caliente recorriera su cuerpo mientras evitaba pensar. Después se puso ropa seca y preparó un café. Y cuando le llegó el aroma , los recuerdos se agolparon en su mente.
La cafetería, la discusión con Aidan, la lluvia y el beso.
Se preguntó si la lluvia la habría hecho enfermar porque sintió un leve temblor en el cuerpo, pero aquella reacción estaba asociada a la memoria de Diakos abrazándola, al calor del cuerpo masculino contra el suyo , calor que había percibido a pesar de la lluvia que los empapaba, y la caricia de su boca.
Un beso leve que se fue volviendo apasionado y desarmó su resistencia.
Por unos segundos, Aidan lo había llenado todo y ella odiaba eso.
¿Qué haría ahora?
Después de todo él la había besado para callarla y acabar la discusión, ¿debía dejarlo pasar? ¿o debía pedir explicaciones?
Él la había acusado de hacer berrinche por lo del baile, si le reclamaba lo del beso, sería aún peor.
"¿Qué mujer de treinta años le daba tanta trascendencia a un beso casual?"
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No creo en las novelas de amor
RomanceTalulha está convencida de que el amor no existe y puede justificar su posición de mil maneras diferentes, lo ha hecho toda la vida. Sus argumentos son muy convincentes, excepto para su romántica amiga Susana y para el hombre que acaba de aparecer e...