Capítulo 28

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"No es amor, un amor que cambia siempre por momentos, que a distanciarse en la distancia tiende.
Oh! no, es un faro imperturbable que contempla las tempestades y sin moverse..."

Sensatez y Sensibilidad- Jane Austen

Cuando bajaron los nuevos artículos para su tienda y Talulha vio entre ellos una alfombra persa, la mandó a devolver.

-Pero, señorita...-protestó el empleado que le entregaba el pedido.

-Nada de alfombras, traen muchos problemas...créame – dijo ella en un tono que no admitía réplicas y el hombre no tuvo más remedio que embalarla nuevamente y llevársela consigo.

-No necesitamos alfombras en esta tienda, nada de alfombras ...-se dijo a sí misma y se alegró que ni Su ni su madre anduvieran en los alrededores porque harían miles de hipótesis locas sobre su nueva fobia hacia las alfombras.

Hacía un mes que había regresado a su hogar, un mes de vida tranquila, un mes de reorganizar su tienda y escribir ensayos, un mes en su casa, en su pueblo , rodeada de gente que conocía. Un mes sin saber nada de Aidan Diakos.

Sin embargo , sí había escuchado otros rumores, unos que sonaban cada vez más fuerte y que no le gustaban nada. Aquella mañana había vuelto a escuchar a alguien mencionar que el marido de Su andaba involucrado con su secretaria.

No podía preguntarle a Susana, menos aún en su estado porque no quería preocuparla y cada vez que la veía tan alegre y creyendo que el mundo era color de rosa se sentía impotente. Si alguien la hería, ella sería peor que las Erinias desatadas, su amiga era demasiado confiada y cualquier traición la destruiría. Rogaba que todo fueran rumores.

Por eso ella no creía en el amor, uno no podía entregarse a otro de esa manera y darle el poder de herirnos, cuando uno dejaba de aparte la lógica estaba perdido. Se convertía en un barco a la deriva, a merced de las corrientes.

De solo pensar que Susana saliera herida, se sentía enojada, enojada con aquellas personas que difundían los rumores, enojada con Russ por ser imprudente, enojada con aquellas tontas novelas de amor que vendían al enamoramiento como si fuera la panacea de la humanidad cuando día a día se probaba que no existía y enojada con su amiga que creía en los finales felices y los príncipes azules.

"Por suerte estoy libre de todo eso" pensó para sí misma y se auto felicitó por ser una chica lista, pero un fragmento de conciencia le dijo que las chicas listas no se deshacían de una alfombra porque le recordaran como había conocido a un hombre.

"A veces las nubes negras traen verdaderas tormentas y no son sólo una amenaza", pensó Talulha cuando la tarde del día siguiente recibió un llamado de Susana. Estaba llorando.

-Ay..Taly...-alcanzó a decir y el llanto le cortó la voz.

-Su, ¿eres tú? ¿Qué sucede?

-Russ...Russ no quiere al bebé..

-¿Qué? – preguntó Talulha, pero del otro lado sólo se escuchaba a Susana llorando.

-Voy para allá – dijo y mientras iba apresurada a la casa de su amiga, Taly deseó poseer en la tienda alguno de los instrumentos antiguos de tortura, iba a necesitarlos porque iba a acabar con el marido de Susana y usando algún método muy doloroso.

Tardó unos quince minutos en llegar, apenas entró su amiga se le echó en los brazos.

-A ver, cariño...

-¡Taly!

-Su, cálmate, sentémonos y me cuentas, ¿sí? – dijo con paciencia porque su amiga se veía totalmente desvalida.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora