Capítulo 13

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"Yo no tengo ninguno de los motivos que suelen empujar al matrimonio a las mujeres. Claro que si me enamorara la cosa sería muy distinta; pero yo nunca me he enamorado; no va con mi manera de ser o con mi carácter, y creo que nunca me enamoraré."

Jane Austen

Taly pensó que Su se habría desilusionado por el completo desinterés que mostró Aidan por su reciente ausencia, sólo le preguntó al pasar si todo estaba bien y luego de escuchar distraídamente su respuesta se había olvidado del asunto.

Habían vuelto al trabajo sin alterar la rutina.

Aquello derrumbaba las teorías románticas de Susana y Taly se sintió aliviada, aliviada y muy tonta al pensar que había salido huyendo por una invitación a cenar sin la menor trascendencia.

De hecho, si lo razonaba fríamente, debería haber asistido y listo, qué podía ser tan grave en una cena. No había nada entre ella y Aidan, se dijo a sí misma y se metió de lleno en el trabajo, más de lo necesario.

Quedaban los preparativos finales para la exposición y Talulha hacía todo lo posible por acelerar el trabajo, de esa manera podría dejar de trabajar en aquella empresa y regresar a su labor full time en la Universidad. Y una vez acabado todo, podría regresar a la tranquilidad de su hogar, lejos de la ciudad.

Sin embargo, el destino tiene un sentido del humor perverso con algunas personas y éste era el caso de Taly.

Mientras ella se empeñaba más en apresurar las cosas, más contratiempos surgían.

El resto del equipo que trabajaba en la catalogación de las reliquias para la exposición tuvo algunos inconvenientes por lo que necesitaron su ayuda, además se perdieron un par de informes e incluso durante unas horas entraron en pánico por el posible extravío de una valiosa pieza que apareció tras un escritorio.

También había problemas en la Universidad y para completarla le devolvieron un artículo de una revista por un error en los autores citados, era obvio que estaba muy cansada.

Cuando un empleado que trasladaba algunos de los objetos, estuvo a punto de dejar caer un valioso jarrón oriental, ella sintió que el corazón se le salía del pecho y se dejó caer en el suelo.

Así la encontró Aidan, sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, los ojos cerrados con los lentes torcidos sobre la nariz y respirando para calmar la tensión.

-¿Te sientes bien? – preguntó inclinándose hacia ella.

-Sí, todo bien – respondió acomodándose un poco – sólo que he estado a punto de ver más de 400 años de historia chocarse contra el suelo y no es una sensación agradable.

-Me imagino, pero parece que todo está bien ahora. ¿Necesitas ayuda?

-No gracias – respondió en forma cortante, le avergonzaba que él dudara de sus capacidades profesionales.

-Bueno, ya sabes, cualquier cosa me avisas – le dijo y acto seguido para sorpresa de Taly se sentó junto a ella y cerró los ojos.

-¿Qué haces? –preguntó desconcertada.

-Pruebo tu método, estoy agotado – le respondió cerrando brevemente los ojos y echando la cabeza hacia atrás.

Entonces Taly lo observó, ciertamente parecía cansado, tenía leves manchas oscuras debajo de los ojos y la piel algo opaca, necesitaba descansar. Repentinamente recordó que no era algo que le importara a ella y se levantó de prisa, tenía muchas cosas que hacer y preocuparse por la apariencia de Aidan Diakos , no era una de ellas.

No creo en las novelas de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora