24.

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La noche pasó volando y también lo hizo mi turno de trabajo. Para cuando salí y con mi mochila llena de ropa me fui rumbo a casa de Jamia, ya estaba oscureciendo y mi buen humor no podía estar mejor. Aunque claro, tampoco podía evitar pensar en Gerard.

La sola imagen que mi mente creó de su rostro al leer mi último mensaje me traía sonrisas. Y ni siquiera me había molestado a ver qué había de nuevo porque mi teléfono seguía apagado, en mi hogar.

El reloj de la sala marcaba las seis de la tarde cuando llegué a casa de los chicos. No me molesté en tocar la puerta principal sino que pasé directamente al patio, dejé mi bicicleta ahí y entré a la cocina. Evan estaba preparando una pizza y Jamia estaba luchando con los cables para conectar la vieja Nintendo a la televisión inteligente de la sala.

— Deja que te ayude con eso —dije a sus espaldas.

Ella se sobresaltó pero en cuanto me vio besó mis labios.

— Pensé que no ibas a venir... no respondías a mis mensajes —dijo con un pequeño puchero, yo sonreí.

— Es que se me quedó el celular en casa... pero por nada del mundo dejaría de verte —suspiré contra sus labios antes de apartarme, tomando su lugar junto a la televisión para intentar conectar los cables.

— Me diste las buenas noches cerca de la una de la mañana pero tu última conexión fue poco después de las tres... no quiero parecer una novia obsesiva, ¿pero con quién hablabas?

Alcé las cejas con sorpresa y me golpeé la cabeza contra el mueble ante sus palabras. El estruendo provocado cuando una figura de cristal cayó al suelo y se hizo trizas fue suficiente como para desviar la atención. Evan fue a ver qué estaba ocurriendo y Jamia se mostró totalmente interesada por mi frente. Pero aun así seguía sintiéndome observado extrañamente por ella. Nunca antes me había dicho algo así. ¿Era eso señal de que algo andaba mal?

— No mueras aquí, por favor —murmuró Evan, lanzándose a mi costado en el sofá. Sus gafas fueron a dar al suelo pero a él no le importó en lo absoluto y fue su hermana quien tuvo que dárselas en la mano. Evan terminó de hacer la conexión y luego me ofreció un joystick.

Con Jamia a mi lado y Evan al otro lado comenzamos a jugar. Éramos sólo nosotros tres y era genial. Y en cuanto el mapa de Super Mario World apareció en la pantalla todas las otras preocupaciones se esfumaron.

Pero incluso eso tuvo que terminar y luego de unas cuarenta etapas logradas y tres mundos desbloqueados, Evan cayó dormido en el sofá. La pizza ya era historia y las doce cervezas también.

Abracé a Jam a mi costado y comenzamos a besarnos, recostados prácticamente sobre su hermano. Y no sé por qué mis manos se anclaron a sus caderas y comenzaron a acariciar en zonas que nunca antes me había atrevido a tocar en su cuerpo. Ella me miró avergonzada, pero en cuanto nuestras miradas se conectaron decidimos, sin palabras, que ambos queríamos lo mismo.

Jam y yo perdimos la virginidad esa noche.

Corrimos a su habitación y cerramos la puerta, con prisa nos desvestimos completamente y aunque ambos estábamos incómodos en nuestra piel, juntos nos sentíamos seguros. Volvimos a besarnos y así caímos a la cama. Nuestras extremidades se fusionaron en el cuerpo ajeno, nuestros labios se gastaron de tanto besarse y conocí por primera vez el mayor éxtasis imaginable. Lo conocí entre sus piernas. Varios minutos después ambos estábamos jadeantes y sudados entre las sábanas. Nuestras piernas seguían enlazadas y su cabeza estaba apoyada en mi regazo. No puedo mentir, sí recordé a Gerard mientras tenía sexo con Jamia, pero nunca lo imaginé en lugar de ella. Estaba con Jamia. Realmente quería estar con Jamia.

— Hey... —dije con voz ronca producto del cansancio.

— ¿Hmm?

— Te amo.

— Yo también te amo —respondió ella.

Y cerré los ojos, totalmente contento de dormir entre sus brazos.

puntos suspensivos; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora