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Mi nombre es Frank Iero y a mis 16 años… obtuve mi primer castigo. ¡ESTOY CASTIGADO SIN PERMISO PARA SALIR A NINGÚN LUGAR (salvo la escuela) DURANTE TODA UNA SEMANA!

Pero demonios.

Valió la pena.

Recapitulemos…

Ayer sábado desperté a las tres de la tarde después de volver a dormir. Comí con mamá y le dije que estaba invitado a salir con Gerard y su hermano, ella estaba contenta de que finalmente hiciera amigos así que me dio permiso. Se fue al trabajo y me dejó veinte dólares para usarlos por si tenía algún inconveniente.

Yo los usé para comprar alcohol. Dos botellas de vodka, una botella de tequila y siete botellas pequeñas de cerveza.

Guardé las botellas en mi mochila y fui a tomar una ducha. Me pasé quizá unas dos horas decidiendo qué maldita cosa ponerme encima. Debía ser algo casual y un poco desgastado para no parecer fuera de lugar. Algo un poco punk o algo así, pero no encontré nada de ropa de ese tipo así que finalmente opté por unos jeans rotos por mí mismo en las rodillas, una camiseta negra y una camisa a cuadros en rojo y negro encima. Entré al cuarto de mi mamá y tomé un delineador negro, entonces fui al baño de mi habitación.

Me delineé los ojos, no era primera vez que lo hacía así que no tuve problemas con eso. Difuminé hasta que quedó normal y luego acomodé mi cabello. Pensé en pintarme las uñas de negro, pero eso sería demasiado así que decidí por ir así.

Cerca de las nueve un mensaje llegó a mi Facebook, era Gerard diciéndome que era buen momento para irme a su casa. Así que con el estómago presionado tomé  mochila y me marché. Mi hermana menor se me quedó mirando cuando salí y se burló de mi delineado. Así que en el camino intenté quitarlo… aunque no sé si haya servido de algo.

Quizás llegué a casa de Gerard antes de lo previsto, porque fue su hermano menor quien me abrió la puerta. Traía unos jeans ceñidos que hacían lucir a sus piernas bastante delgadas, una chaqueta color negro igual de ceñida a su fina figura y el cabello castaño desordenado sobre la cabeza, resaltando el look con unas gafas cuadradas. Fuese donde fuese, Mikey Way luciría fuera de lugar.

“Soy…”

“El acosador, lo sé”, me interrumpió él. Su rostro lucía increíblemente serio pero una sonrisa torcida se formó en sus labios, con las mejillas completamente rojas le sonreí también. “Yo soy Mikey”, dijo haciéndose a un lado para dejarme entrar.

“Acosador suena bien, pero cuando no estoy acosando a alguien me gusta ser llamado Frank”, dije intentando sonar casual. Y creo que funcionó porque aparte de esa sonrisa torcida, logré sacarle una carcajada.

“Gerard está terminando de vestirse, ya baja”, murmuró Mikey regresando a la sala. Lo seguí de cerca y lo vi mirar hacia la cocina antes de comenzar a husmear en el bar de la sala. Tomó un par de botellas que no alcancé a ver con detalle, luego se acercó a mí y sin pedir permiso, las guardó en mi mochila. Por el reflejo del espejo del bar noté que me sacaba casi un cabeza de altura.

“¿Cuántos años tienes?”, me atreví a preguntar. Él regresó frente a mí y se encogió de hombros.

“Tengo catorce, pero luzco mayor que Gerard… o que tú. Además soy más alto que ambos.”

 Me preparé para responder, pero cuando escuché los peldaños de madera quejarse bajo el peso de Gerard, cualquier réplica desapareció de mi mente. Me giré y me acerqué a tiempo para verle bajar los últimos peldaños. Traía encima unos jeans claros y arriba una camiseta color negro, encima de eso una chaqueta de cuero un poco maltrecha que ocultaba de la vista su figura redondeada. El cabello negro caía como dos cortinas laceas a cada lado de su rostro.

“¡Frank, ya llegaste!”, su voz me trajo de regreso. Parpadeé un par de veces y sólo entonces noté que me había quedado mirándole fijo. Sus mejillas lucían rosadas y el contorno de sus ojos más oscuros que la última vez que los vi; parece que también tenía maquillaje encima.

“Luces… genial”, murmuré dedicándole una sonrisa, él relamió sus labios lentamente pero cuando se abrieron para hablar, su hermano interrumpió.

“Después siguen coqueteando, si mamá descubre que faltan dos botellas mientras nosotros seguimos acá… tendremos problemas.”

Gerard me sonrió y luego salimos de su hogar. Mientras caminábamos calle abajo me encontré  rezagado, mirando como ambos hermanos intercambiaban conversaciones entre ellos. Sin querer entrometerme ahí los seguí, sólo observándolos y sonriendo de vez en cuando. Ambos lucían tan diferentes entre sí que era imposible creer que eran hermanos y a la vez lucían tan felices que era todavía más complicado pensar en que hace sólo unos días habían estado llorando por la pérdida de su abuela.

Oh, mierda. Mamá acaba de llegar de trabajo. Iré a fingir que estoy durmiendo porque parte del castigo es que tampoco tengo acceso a internet. Mañana seguiré con el cómo me gané el castigo. Y también con el cómo conseguí el WhatsApp de Gerard.

xoFrnk

Estado: ¡LA VIDA ES BELLA!

puntos suspensivos; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora