28.

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            Era sábado y mi turno de trabajo había terminado hace horas ya, pero yo seguía dando vueltas por ahí porque era demasiado aburrido llegar a casa cuando no había nadie en ella. Y porque cuando estaba ahí entraba a internet y las ganas por desbloquear a Gerard de todas las redes sociales para saber qué estaba haciendo con su vida una semana y cinco días después de nuestra última conversación eran demasiado grandes. Pero no podía ceder. No podía.

Además a Gerard ni siquiera le hacía falta mi compañía.

Sus palabras habían quedado grabadas a fuego en mi mente y luego de superar la rabia inicial fue una lástima terrible hacia mí mismo lo que me inundó. Quería culparlo por lo que había pasado... pero todo era culpa mía. Yo había ido a hacerle compañía, él no lo pidió. Yo me había ilusionado, él no lo pidió. Yo me había ofrecido a él, él no lo pidió.

Buscaba incansablemente alguien con quien hablar sobre mi pesar. Alguien a quién contarle lo sucio que me sentía luego de haber hecho el amor tres veces con él. Para mí era haber hecho el amor... para él sólo eran buenos polvos. Y sus palabras herían mi cabeza. Herían mi corazón como profundas dagas que aunque podía, no quería quitarme.

"El dolor me hará más fuerte" me repetí mil veces. Creyendo que de ese modo iba a odiarlo e iba a dejar de añorarlo. Pero la verdad estaba muy lejos de eso. Lo sabía. Él lo sabía.

Jamia había adivinado que algo andaba mal conmigo, más me fue imposible contarle. ¿Cómo hacerlo sin decirle que le había sido infiel con Gerard? Y cuando la ignoré le pidió a su hermano que hablara conmigo, pero a él tampoco pude decirle nada. No había nadie, absolutamente nadie con quién compartir el error que tanto me atormentaba.

Con la pereza habitual en mí tracé el camino a casa, con un pie tras el otro y unas quince canciones después encontré el césped de mi jardín. Busqué las llaves en mis bolsillos y luego alcé la mirada en dirección a la casa. Pero algo cautivó mi atención. Y ese algo resultó ser un alguien que en cuanto me vio se puso de pie de un salto y se acercó a mí.

— ¡Frankie!

"No... por favor, no..."

— Hey.

Mi voz sonaba débil, yo me sentía débil y una sola pregunta se repetía una y otra vez en mi cabeza "¿Por qué?" Él lucía contento, lucía tan natural como siempre mientras que yo estaba deshecho, deshecho por palabras que habían salido de esos mismos y perfectos labios. Esos labios que ahora me sonreían como si absolutamente nada hubiese pasado.

— ¿Qué te habías hecho? —dijo entonces, acercándose un poco más a mí. Yo estuve tentado a dar media vuelta y salir corriendo, pero no podía hacer eso porque mis pies estaban anclados al pavimento— Desapareciste de todos lados... me preocupé muchísimo. ¡Hice este viaje sólo por ti, Frankie!

— No era necesario... —susurré. Me sorprendí intentando esbozar una sonrisa para tranquilizarlo pero, ¿por qué? ¿es que acaso él se había preocupado por mi sanidad mental cuando me dijo aquello? — Sólo tuve un par de problemas.

— ¿Problemas? —Gerard alzó una ceja— No vas a decirme que lo hiciste por tu novia, ¿rompieron? ¿se puso perra contigo? ¡Te lo dije, Frankie!

— No, nada de eso —sacudí la cabeza—, es sólo que... no me he sentido demasiado bien — "después de lo que me hiciste" —, pero pasará pronto.

— Estás mintiéndome —dijo, pero sonreía—. Mikey me dijo que tu Facebook, tu Twitter, tu Whatsapp y todas esas cosas siguen vivas... creo que me bloqueaste, Frankie. ¿Por qué?

Tragué saliva pesadamente. Sentía mi rostro arder y un resquicio amargo, sabor a culpa bajando por mi garganta. Pero no entendía por qué me sentía culpable por haber hecho algo en pos de mi bienestar. Llevé una mano a frotar mi rostro para intentar calmarme, pero era imposible, no podía estar tranquilo en presencia de Gerard. Tenía ganas de ir a patear sus perfectos dientes hasta que no quedara nada de ellos, pero al mismo tiempo tenía ganas de besar sus labios hasta que corrieran el mismo destino.

Y mientras sufría por mis sentimientos mixtos descubrí que seguía irremediablemente enamorado de él. No importaba absolutamente nada de lo que hubiese pasado antes. Yo lo amaba y si él me decía que lo intentáramos yo no tardaría en ceder porque así es el amor.

— ¿Qué pasa, Frankie?

Yo solté un suspiro y fui a tomar asiento sobre el césped, y poco después él hizo lo mismo. A mi lado. Demasiado cerca para mi comodidad. Cerré mis ojos para intentar calmarme y luego de unos minutos me atreví a responder.

— ¿Un buen polvo, Gerard?

Gerard se quedó en silencio durante un buen rato antes de hablar.

— ¿Qué hay con eso?

— ¿Por qué dijiste eso?

— ¿Qué querías que dijera, Frankie?

— Que... —mordí mis labios, ¿Qué quería que dijera? — Que hicimos el amor. No lo sé.

— Qué cursi —rió, pero yo no reí— ¿No bromeas? —Preguntó, yo negué— Por Dios, Frankie... —suspiró él— ¿De verdad sigues enamorado de mí?

Volví a cubrir mi rostro con ambas manos y sin siquiera poder hacer algo al respecto salió un gemido que pronto se convirtió en un sollozo. Mi cuerpo se estremeció por completo y las lágrimas no tardaron en llegar. Me abracé fuertemente, quería desaparecer o mínimo estar al interior de mi hogar, lejos de él, pero eso no fue posible. Las lágrimas no querían dejar de salir y para cuando lo hicieron ya fue demasiado tarde. Las manos de Gerard estaban acunando mi rostro y sus verdes y perfectos ojos estaban fijos en los míos. Había una pequeña sonrisa en sus perfectos labios y me besó. Fue un beso tan dulce, tan... tan nuestro que todo lo que había pasado antes desapareció. Me abracé a él como si mi vida dependiera de ello y él me besó con más ganas. Fue un beso perfecto y tan largo... pero eventualmente se rompió, y él se apartó de mí. Nos quedamos mirando a los ojos, y él volvió a sonreír.

— Debes superarme, Frankie —murmuró con voz queda—, yo... yo no puedo corresponderte.

— ¿Por qué? —grité sin darme cuenta.

— Yo estoy enamorado de Robert, Frank. Lo nuestro es demasiado importante, te lo he dicho muchas veces en el pasado. No puedo amarte por sobre él, lo he intentado, pero no puedo. Tienes que entenderme... yo sé que durante muchísimo tiempo le hemos estado poniendo, tú le has estado poniendo unos lamentables puntos suspensivos a esta relación que nunca fue tal, pero es momento de parar con eso. Yo sé que he jugado contigo y me arrepiento de eso... pero no puedo estar contigo, Frank. No puedo.

— ¿Entonces por qué viniste?

Las lágrimas habían vuelto a caer.

— Vine porque quería recuperar mi amistad contigo, pero veo que eso no es posible así que... creo que debo irme. De verdad lamento todo esto, Frank. No tengo palabras, pero... lo siento. No me odies, por favor.

— Pides demasiado —dije con voz ronca.

Él no respondió nada y se marchó. Y esas últimas palabras que le dije quedaron eternamente grabadas en mi mente. 

puntos suspensivos; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora