8.

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A veces leo las primeras entradas de esta cosa y siento que cambió de ser el diario virtual de un adolescente depresivo al ser la bitácora de un acosador. Pero me gusta este nuevo giro… es mejor mantener la atención sobre alguien más que sobre mí mismo porque entonces.

                                               E L

                                                       H O R R O R

Pero no vengo a hablarles de eso, sino que de algo mucho más importante y creo que saben de quien se trata. También siento que están preguntándose por mi ausencia. Después de todo fueron dos días en los que no publiqué nada aquí.

Dos días.

¿Qué hice en dos días?

Gerard.

Es difícil poner las cosas en orden… y tengo una enorme ensalada de cosas en la cabeza, de las cuales sólo la mitad son reales y la otra mitad sucedió en mi cabeza. De todos modos, creo que debería comenzar por el inicio.

Hace dos días. Bien.                                                                                                              

Después de haber escrito la última entrada me acosté para intentar dormir algo y bueno, matar así algo de tiempo. Pero no resultó. Los ojos de Gerard, las palabras de Gerard, su voz agrietada y los dibujos en su cuaderno… algo no andaba bien. Abandoné la cama y me senté frente al escritorio, fui a su perfil de Facebook, comencé a buscar entre sus contactos.

Filtré la búsqueda por el apellido Way.

Michael. Donna. Marie. Ann. Claudia. Donald.

Comencé por Michael. Su perfil tenía demasiada seguridad como para averiguar algo ahí. Lo descarté y salté a Donna. Lucía de unos cuarenta y pocos, algunos de sus rasgos lucían como los de Gerard… podría ser su madre. Bajé un poco por su perfil, una foto de ella junto a una anciana y una descripción larguísima. Comencé a leer, aunque sabía que no debía. La anciana era su madre… había estado enferma y ahora había partido. Vi la fecha.

La publicación era de hace dos horas.

Dejé de leer luego de eso, sentí que estaba invadiendo su privacidad, me sentí enfermo y todo comenzó a tener sentido. Quien escribía eso seguramente era la madre de Gerard y la anciana en cuestión… era su abuela.

Gerard estaba llorando por la muerte de su abuela.

Dos ideas llegaron a mi mente. Bien podía dejar el tema pasar y esperar a que Gerard apareciera por la escuela… o podría seguir con mi papel de acosador y averiguar un poco más.

Donna no tenía nada de privacidad en sus fotos y fácilmente pude navegar por ellas. Hace unos meses había publicado una foto de la decoración de navidad, era una casa de ladrillos en una esquina.

Y para mi grata sorpresa… sabía exactamente donde estaba.

Tomé un suéter y bajé corriendo las escaleras. En menos de cinco minutos estuve en la calle que daba a esa intersección y desde mi lugar pude ver el desfile de personas vestidas de negro y una cantidad enorme de vehículos estacionados en la calle. El olor a flores llegaba hasta mí.

Cuando llegué a la casa comencé a mirar en busca de alguien… quien fuera. A decir verdad, no sabía qué demonios hacer.

Una mujer se acercó, su maquillaje se había corrido y lucía llorosa. Pero la pude identificar como la víctima de mi acoso en línea. Ella me dedicó una sonrisa triste y suspiró, enjugándose las lágrimas con el dorso de una delicada mano antes de murmurar:

puntos suspensivos; frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora