Y aunque la parte pensante de mi cerebro me decía que viajar a donde estaba Gerard era la cosa más estúpida de todas las cosas estúpidas que podía hacer, yo lo hice. Pedí permiso en mi trabajo, le mentí a Jamia y le mentí a mi madre y al dos días después del mensaje de Bert, a las diez de la mañana, tomé un bus con dirección a Nueva York.
Pocas veces había visitado la gran ciudad y mi falta de conocimiento casi me hace enloquecer un par de veces. Pero preguntando encontré el autobús que me dejó casi fuera del edificio y lo demás fue pan comido. Sólo tenía mi mochila conmigo cuando golpeé la puerta de su apartamento. Y a eso me aferré para no salir corriendo cuando escuché unos pasos acercarse.
Ni siquiera cuando su abuela murió lo había visto tan mal. Tenía unas orejas terribles, la nariz roja y la piel más pálida de lo normal. Estaba vestido de forma que dejaba bien en claro que no había salido de la cama desde que Bert se marchó, y dentro todo olía un poco mal. Pero me sonrió, y yo tontamente sonreí de vuelta.
— No preguntaré como llegaste hasta acá —dijo—, pero realmente estoy feliz de verte. Adelante, estás en tu casa.
El apartamento era pequeño pero era totalmente genial. El tipo de lugar en el que cualquiera querría vivir. Gerard abrió una ventana y me invitó a tomar asiento en el amplio sofá en forma de L. Él tomó asiento junto a mí, recargado contra el respaldo de sofá, con ambas piernas dobladas bajo su cuerpo.
— Yo... —comenzó, pero pronto se llevó una mano a la cara y antes de poder agregar nada más comenzó a llorar.
Yo me quedé mirándolo y paseé la mirada por todo el lugar antes de volver a mirarlo. Estaba llorando, ¿qué debía hacer? ¿Debía abrazarlo o esperar a que se le pasara? ¿Debía ir a buscarle un vaso de agua, un pañuelo o algo así? No tenía idea de qué hacer cuando la gente estaba llorando. Así que estiré un brazo y le di un par de palmaditas en la espalda. Él alzó la mirada y volvió a sonreírme y luego de negar suavemente se acercó a abrazarme, y escuché sus sollozos nuevamente, pero esta vez no podía ver su rostro porque estaba recargado contra mi pecho, y con una mano intenté abrazarlo mientras acariciaba sus cabellos. Su aroma se impregnó en mis sentidos. Y volví a sentir lo mismo que hace casi dos años.
— Quiero pensar que fue lo mejor... —dijo después de un largo rato— Pero yo... yo de verdad lo amaba y él... Dios mío, no sé qué hacer. Si vuelvo con él todo será como antes pero sino... siento que mi corazón se parte en dos, Frank. Nunca había experimentado una angustia tan grande...
Mordí mis labios para no decir nada y volví a abrazarlo. No sabía qué demonios decir, cómo demonios actuar. La verdad es que sentía unos descomunales celos por Bert aun cuando él ni siquiera estaba presente. Y deseé con todas mis fuerzas ser yo la persona por quién Gerard lloraba.
Seguimos abrazados y charlando esporádicamente de tema central hasta que los lamentos y las palabras de apoyo se agotaron. Eventualmente Gerard me ofreció comer algo y preparó unos fideos que mezclamos con atún y los comimos sentados en el sofá, mientras mirábamos un repetido capítulo de Doctor House. Lavamos los platos juntos cuando acabamos de comer, y descubrimos que era ya pasada la media noche.
— Sólo tengo una cama... —Gerard dijo con tono afligido.
— No importa, puedo dormir en el sofá —contesté y me encogí de hombros. Pero él siguió con la misma mueca en el rostro.
— No me sentiré bien si duermes en el sofá... ven a la cama conmigo. Es grande, quizás ni siquiera vamos a encontrarnos mientras dormimos.
Me quedé mirándole y luego decidí que no podía negarme a un ofrecimiento así. Lo seguí hasta su habitación y juntos acordamos dormir sólo en camiseta y ropa interior porque Gerard dijo que acostumbraba a dormir desnudo. Pero yo no iba a acceder a eso tan fácilmente. Nos acostamos cada quien en una mitad de la cama y luego de apagar las luces nos quedamos ahí, escuchando a la ciudad, siendo iluminados sólo por ésta misma.
— ¿Cómo estás con tu novia? —preguntó eventualmente, habían pasado largos minutos y claramente ambos seguíamos despiertos.
— Bastante bien... Jamia es genial, y, uh... hace poco lo hicimos y... fue genial —dije, y ni siquiera sé por qué revelé aquello. Quizás fue como venganza.
— ¿Fue tu primera vez?
Yo asentí.
— Me hubiese encantado ser tu primera vez —dijo después de un rato.
Yo tragué saliva pesadamente y me quedé mirando su perfil, y sin saber por qué respondí:
— Todavía puedes serlo...
Escuché como su respiración se detuvo por momentos y luego se giró por completo para encararme. Yo sonreí levemente y me acerqué a él y besé sus labios y él no se apartó. Una de sus manos fue a acariciar mis cabellos mientras nuestro beso cobraba intensidad, y antes de darme cuenta nuestros cuerpos estaban enlazados y sentí su erección frotarse contra la mía. Gerard cortó los besos y luego de desvestirme se dio a la tarea de prepararme para aquél momento. La sensación de sus dedos en mi interior fue más de lo que pude soportar y eyaculé entre nuestros cuerpos, entre tenues gemidos que poco a poco iban cobrando intensidad. Para cuando su hombría invadió mi interior yo tenía una erección nuevamente. Estábamos de costado, él apegado a mi espalda, podía sentir sus latidos contra mi piel y en todo momento estuvo esparciendo besos por mi cuello, mi rostro y mi cabello. Todo mi cuerpo se estremeció cuando él culminó y juntos experimentamos un intenso orgasmo que nos dejó exhaustos.
Me giré y nos besamos durante largos minutos más y luego él se quedó dormido abrazado a mí, y yo seguía acariciando su rostro mientras mis pensamientos giraban en torno a lo que acabábamos de hacer y la inmensa culpa que invadía mi alma al haber traicionado de esa forma a mi novia.
Frank.
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puntos suspensivos; frerard
FanfictionFrank Iero de 16 años necesita volcar sus sentimientos en palabras, así que comienza a escribir un blog, lo que no tenía planeado era que este se convirtiera en un diario de vida. Descargar en PDF desde aquí: https://empxthetic.wordpress.com/201...