Diez días

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       Había pasado un poco más de tres meses desde la última vez que hablé con Madamme Súniga por teléfono en aquel parque. Durante todo ese tiempo me dediqué a estudiar, intenté que mi vida sea normal —como si nunca hubiera tenido el sueño—, quise volver a hacer las cosas que hacía antes, quise continuar con mi vida desde el momento exacto en el que la había dejado pero no funcionó.
     
      Mía había regresado a casa con su mamá, quien aún seguía en tratamiento; iban juntas a la llamada «Casa de reposo» tres veces por semana para que evalúen los avances de la señora, cada semana mejoraba y se veía más tranquila. Joel iba a visitarme cada vez que podía, a pesar de que vivía en la casa de al lado no era fácil que me visite todos los días porque después de haber iniciado las clases en nuestro último año teníamos menos tiempo disponible.

      El único lugar en el que podíamos vernos era en la escuela, Joel pasaba por mi casa todas las mañanas para ir juntos y al llegar nos encontrábamos con Mía y Steve esperándonos en una pequeña tienda que se encontraba cruzando una estrecha pista. Eran así todos los días, hablábamos en los recreos, en las clases que teníamos juntos y a la salida pero después en la tarde ya no cruzábamos palabra alguna por las cosas que nos mantenían ocupados y todo eso ocasionó que en vez de que yo esté con la mente ocupada en los estudios me ponga a pensar más en el sueño y en qué debía hacer para que ninguna otra persona tenga que pasar por eso.

      Mi pequeño grupo, ahora de cuatro personas, intentó convencerme de que lo mejor era dejar las cosas ahí; también me dijeron que ya había pasado lo peor y que no dejarán que lo vuelva a pasar en caso decida seguir pensando en ese sueño...

—Devorah, es momento de dejar las cosas ahí —habló Steve— no es correcto que cometas el mismo error.
—¿Te gustaría que eso le suceda a tus hijos y tú no sepas qué hacer para ayudarlos? —le dije mientras sacaba mi envase con comida. No sé cómo me convencieron para que le cuente todo a Steve, se suponía que sería un secreto pero Steve era confiable para Joel y Mía así que se lo conté días después de haber tenido el accidente con los patines.

—Pero Devorah, si dejaras de pensar por un momento en...
—¡No lo voy a hacer! —grité— Steve, ni tú ni nadie sabe lo que se siente estar dentro de ese lugar, ustedes no pueden decidir si está bien o no porque no lo han vivido. Yo solo hablaré del tema con Madamme Súniga porque ella sabe mucho de sueños y ella conoce a las otras personas que pasaron por lo mismo mientras tanto ustedes no me digan nada. Ninguno de ustedes puede opinar porque no saben lo que siento.

     Estaba tan cansada de que me repitan lo mismo, no tenía nada en contra de alguno de ellos pero cuando me repiten lo mismo una y otra vez ya no puedo evitar reaccionar así.

     Bajé la mirada hacia mis botines negros, oí los suspiros ahogados que daba Mía, sabía que ella me entendía pero también sabía que era algo complicado para todos nosotros.

—Yo creo que Devorah tiene razón —empezó Mía— ninguno de nosotros sabe a qué nos estamos enfrentando cuando hablamos de “el sueño” pero si buscamos a Madamme Súniga podremos saber algo más y ahí si podríamos ayudar un poco. De todos modos tendremos que ir a visitarla como se lo prometimos.
—Podremos ayudar solamente si estamos dentro del sueño como lo estuvo Devorah —añadió Joel. Él sí me daba la razón. Sentí el aire frío recorriendo mi piel.

    Nos quedamos en silencio por un momento, yo aproveché ese momento en pensar, ellos empezaron a comer su refrigerio. Joel había dicho algo muy cierto, ellos solo podrían ayudar si estuviesen dentro del sueño. Entonces eso me dio una idea.

—¿Quieren ayudarme? —pregunté un poco dudosa acomodando mi asiento en el comedor del colegio.
—¡Sí! —respondieron al unísono dejando sus cubiertos en la pequeña mesa, al fin coincidíamos en algo.
—¿Cuándo tenemos vacaciones? —pregunté. Quizá ellos esperaban otra pregunta pero aún así buscaron el calendario dentro de su mochila.
—En diez días exactamente —me respondió Joel.
—¿Quieren ir conmigo a casa de mis tíos Max y Úrsula todas las vacaciones? —pregunté. Joel y Mía se miraron como descubriendo qué era lo que en verdad quería, Steve no entendía por qué mi afán en ir a casa de mis tíos pero aun así los tres dijeron que sí.

     Al terminar el día en el colegio regresé a casa acompañada de Joel, no había nadie como de costumbre lo único diferente era mi plato de comida dentro del microondas listo para calentar. Después de dejar mis cosas en el mueble caminé hacia la cocina y agarré el teléfono para hacer una llamada.

—¿Aló? —se escuchó del otro lado del teléfono.
—¿Tía Úrsula? Soy Devorah —dije sonriendo, al oír mi nombre ella le dijo a mi tío Max que no haga ruido porque estaba hablando con su sobrina favorita y ambas reímos.

—¿Cómo estás, Devorah? Nosotros los extrañando mucho; a ti, a Joel y a Mía, ¿cuándo vuelven? —preguntó.
—No sé si la incomode pero llamé para hablar sobre eso...
—¡Nunca incomodas, hija! —exclamó— ni tu, ni tus adorables amigos. Di todo lo que tengas que decir Dev.
—Está bien tía, en diez días tenemos vacaciones y me gustaría poder ir a su casa de nuevo con Joel y Mía —pensé por unos segundos— también con un nuevo amigo llamado Steve.
—¿Steve? Creo que una vez lo mencionaste hace mucho tiempo... ¿Es ese chico con cabello cobrizo?
—Sí, es él —respondí recordando al Steve que era mi mejor amigo antes de que Joel lo fuera.
—¡Pero claro que sí! Pueden venir los que quieran —sonrió, se notaba en su forma de responder que estaba sonriendo— a esta casa le hace falta un poco más de vida.
—¿De verdad? Muchas gracias tía, yo hablaré con ellos para que pidan permiso y podamos ir.
—¿Nos vemos en diez días entonces? —añadió.
—Nos vemos en diez días —asentí y colgué.

     Grité de la emoción. Quizá para algunas personas eso sea una tontería pero yo más que nadie quería regresar a la casa de mi tía Úrsula, el lugar en donde ella vivía era tan hermoso y me traía tantos recuerdos. También me alegraba la idea de volver a ver a Madamme Súniga, ella podría contactarme con el joven que sabe cómo ir y regresar de ese pueblo.

   Volví a llamar a mi tía Úrsula para asegurarme de algo.

—¿Hola? —esta vez fue mi tío Max quien contestó.
—¡Hola tío! —exclamé— perdone la llamada otra vez...
—¡Devorah, bonita! —se alegró— No tengo que disculparte, ya sé que quisiste saludarme también pero Úrsula cortó rápido la llamada, ¿no es así?
—Eso fue exactamente lo que pasó —dije ocultando la risa—, también quería dejar un recado con ustedes... Es para Madamme Súniga.
—Ella vendrá a la casa en unos días —pensó— ¿Qué deseas que le digamos?
—Solo díganle que estaremos pronto en su casa, ella sabe sobre qué hablaremos.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora