Estuvimos dos días más en casa de Madamme Súniga y en casa de mis tíos, un día y medio. El chofer de Steve llegó muy temprano para trasladarnos de regreso a mi ciudad, Eduard fue con nosotros.
Ya no veía las cosas de la misma manera, valoraba mucho más lo que sucedía ya que no estaba segura si volvería a pasar, valoraba cada vez más los momentos junto a la gente que quiero y descubría muchos más secretos a medida que avanzaba.
—¿Dónde vives, Eduard? —preguntó mi mejor amiga.
—No tengo un lugar fijo, me gusta mucho viajar y por ahora tengo alquilado un departamento cerca al trabajo de mi papá —explicó.
—Entonces, ¿nos veremos seguido? —pregunté esperando un “sí” como respuesta.
—En unos meses viajaré a Europa y Asia en busca de nuevos conocimientos musicales para abrir la mejor escuela de música que tendrá el país —nos contó—, estaré viajando constantemente pero no me olvidaré de ustedes.El auto se detuvo. Eduard había llegado a su destino y bajó al encuentro de su padre, un hombre idéntico a él quien vestía una bata blanca bien planchada.
—¡Devorah! —exclamó Mía— El papá de Eduard es el doctor Johnson.
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Fue un poco complicado decirle a mamá que ya conocía a mi primo Eduard, no sabía cómo empezar, no quería mentir pero tampoco quería decir toda la verdad porque eso implicaba contarle que estuve en un país muy lejano y a ella no le iba a agradar la idea. Opté por decirle que fuimos a casa de Madamme Súniga y ahí conocimos a un chico agradable... Ese fue el punto de partida para mi relato.
Conversamos sobre muchas cosas familiares, le pregunté también si conocía una historia familiar que contaba la existencia de un país lejano...
—Claro que sí —dijo ella— cuando eras niña te contaba esa historia. ¿Te la vuelvo a contar?
—Sí, por favor —pedí mientras me acercaba a ella y me acurrucaba a su lado.
—Había una vez un reino muy bonito y lejano donde habitaban personas inmortales...La historia se me hacía muy conocida después de haberla vivido, oí el relato de mi mamá con mucha atención y entusiasmo al igual que cuando era niña.
—Mamá, ¿alguna vez fuiste a aquel lugar? ¿es real? —pregunté.
—Una vez cuando tenía diez años estuve en una casa de campo dentro del bosque, era un domingo familiar y todos jugábamos. Había un cuarto al que no podíamos entrar, estaba prohibido pero recuerdo claramente que esa vez lo hicimos. Tenía una puerta blanca y esperamos a que sea de noche, al abrirla vimos una tela transparente que parecía inofensiva, la cruzamos y caímos a un vacío.Me contó que ella junto a su hermana (mamá de Eduard) y sus tres primos llegaron a aquel país, estuvieron unas horas –aquí en la tierra transcurrieron pocos minutos– y para regresar cruzaron otra puerta que se encontraba al pie de una torre. Fueron a aquel lugar varias veces, conocieron a gente agradable pero todo terminó cuando sus padres se dieron cuenta y quitaron la puerta dejándola en medio de la nada.
Los adultos decidieron no volver a ir a la casa de campo puesto que ellos sabían que no era un juego, les quitaron toda la posibilidad de regresar. Dejaron la puerta blanca abandonada porque pensaron que así nadie más podría ir al país pero se equivocaron porque Eduard descubrió la manera de formar aquella cortina que permitía el paso. Por esa misma puerta cruzamos nosotros.
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Entre las piedras [Borrador]
FantasiSEGUNDA PARTE DE DETRÁS DE LOS ARBUSTOS. Después de salir del sueño Devorah intentó seguir con su vida pero había algo que la llamaba a regresar a aquel lugar. Esta vez es ella quien convence a Joel y Mía para que la acompañen en esta nueva aventur...