¿Quién le tiene alergia a los gatos?

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      Tres días antes del día programado para viajar les conté todo mi grandioso plan; lo había tenido guardado en mi mente para que a la hora del viaje no se nieguen a ir, entre otras cosas. Me quería asegurar primero de que hayan pedido permiso y una vez que todo estaba seguro les aclaré lo que haríamos.

    Nos reunimos de nuevo en el comedor, esa vez yo llevaba una enorme sonrisa reflejada en el rostro y ellos quisieron saber qué me pasaba. Cuando ingresé al comedor, mis amigos, ya estaban sentados en nuestra mesa favorita y corrí hacia ellos, me senté de inmediato y lo dije.

—En estos días me he comunicado con mis tíos del sur y con Madamme Súniga, a través de ellos. —empecé intentando poner énfasis y suspenso a lo que estaba diciendo— Ya le había dejado un recado antes pero hoy en la mañana Madamme Súniga me confirmó que cuando estemos en su ciudad podremos hablar con el joven que ha encontrado la manera de ir y volver de ese pueblo del sueño.

     Noté que Mía y Joel se miraron como diciendo “lo sabía, Steve estaba atento a mis palabras y solo asintió ligeramente sin entender por completo, al notar que nadie me respondía él lo hizo.

—Yo también tengo algo que decirles —sonrió— mis padres no me dejan ir en bus porque puede ser peligroso, ellos quieren que vaya en uno de sus autos con un chofer.
—¡Pero quedamos en ir todos juntos! —exclamó Mía ligeramente enojada.
—Quería saber si ustedes quieren ir conmigo en el auto de mis padres. —Steve miró a Mía sonriendo aún más. Ella lo abrazó diciendo que sería una gran idea, yo pensé lo mismo porque llegaríamos más rápido y Steve se sentiría más seguro estando con un chofer de su plena confianza, era una idea perfecta.

—Entonces en tres días volvemos a lo mismo —hablé. Mía soltó a Steve y Joel me agarró la mano por debajo de la mesa, los tres me miraron con su rostro lleno de dudas. Me gustaba hacerlos sufrir un poco con mi suspenso.

      La idea estaba perfecta, iríamos en el auto del papá de Steve, nos hospedaríamos en casa de mis tíos y en casa de Madamme Súniga estaría la única esperanza que tenía para regresar al pueblo del sueño y averiguar la verdad. Quería regresar a aquel lugar pero no sola, tenía miedo que a la hora de la verdad Joel, Mía y Steve no Quisieran acompañarme; estaba feliz por una parte pero en mi mente seguía la imagen de aquella mujer del sueño mirándome con desprecio y las ganas de conocer la verdad disminuían.

    Ya había cambiado mi vida en muchos aspectos pero cada vez que alguien me decía algo feo o cada vez que alguien me miraba mal me sentía bastante triste y, aunque no lo diga, todas las palabras, incluyendo las cosas malas que pasaron en aquel momento, me seguían afectando hasta ahora.

—No volverás a estar sola, Dev —dijo Mía acercándose para darme un abrazo. Yo sonreí, Joel y Steve también sonrieron.




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              El día del viaje...

     El día del viaje mi mamá me ayudó a sacar mi maleta rosada a la calle, me hizo recordar que tenía permiso para quedarme allá tan solo seis días porque en siete días terminaban mis vacaciones. Dentro de mi cabeza se formaron muchas ideas, sentía que era imposible averiguar todo lo que quería o visitar el pueblo y conocerlo a fondo en tan solo seis días o quizá hasta en menos tiempo.

     Mamá se quedó conmigo esperando en la puerta de mi casa hasta que poco a poco fueron llegando mis amigos, el que llegó minutos después de que yo haya salido a la puerta fue Joel quien se acercó arrastrando su pequeña maleta negra, saludó a mi mamá y me dijo en el oido: Estoy trayendo todo, la ropa de invierno también.

     Yo reí y le dije que estaba perfecto. Un día antes del viaje, Joel hizo un grupo de cuatro por internet donde nos dijo que llevemos ropa de invierno –a pesar de que estábamos en verano– por precaución, después de eso eliminó el grupo y no dejó que alguno de nosotros escribamos alguna respuesta. Demasiado extraño.

    Mamá y Joel empezaron a hablar de las cosas que habían pasado hace semanas, les causaba gracia algunas de ellas pero cuando recordaron lo sucedido con Mía ninguno de los dos continuó hablando. Yo estaba de espaldas a ellos y cuando rondaba el silencio me acerqué y les dije un poco seria: ¿Pueden olvidar eso? Las cosas están bien ahora, ya se arreglaron esos problemas y no es necesario que sigan hablando de lo mismo todo el tiempo. Mientras más recuerden algo que dañó una vez, más dolor va a causar.

    Después de decir eso regresé a la posición en la que me encontraba antes y recordé que eso mismo fue lo que me dijo Mía antes de pensar en viajar de nuevo, pensé que estaba mal retroceder siempre y volver a los hechos que nos hicieron daño pero en algunos casos es bueno voltear a ver el pasado para remediar las cosas en el presente y saber que todo será diferente.

     Llegó Mía corriendo velozmente porque, según ella, el taxi la había dejado a unas cuadras más allá y fue esa su excusa –yo sabía que había venido corriendo desde su casa porque siempre había querido correr por la calle con una maleta–, luego notó que Steve aún no llegaba y se tranquilizó diciendo: Solo hay que disculparlo porque nos va a llevar gratis a casa de tus tíos. Joel aguantó la risa justo antes de que un hermoso auto se dentenga al frente de mi casa.

—¿Ese es el auto del papá de Steve? —dijo mamá susurrando en mi oído.
—Sí. —le respondí sin dejar de mirar la maravilla que tenía al frente de mi casa— No olvides que la familia de Steve es dueña de casi todos los grandes edificios de esta ciudad.
—¡Cómo olvidarlo! ¡Si veo ese carro enorme brillando! —añadió ella y empezamos a reír.

     Un hombre vestido de negro que tenía un aparato introducido en el oído bajó cuidadosamente del auto y se acercó a mi mamá, mientras eso sucedía Steve bajaba del asiento de copiloto arreglándose el cabello y se acercó a Mía saludándola con un beso en la mejilla, luego saludó a Joel con un apretón de manos y por último a mi.
 
      El hombre de negro era muy alto y al acercarse a mi mamá le hizo una serie de preguntas extrañas como “¿Usted tiene mascotas?” o “¿Cada cuanto tiempo fumiga su casa?”, Steve al darse cuenta de eso se acercó al hombre y le dijo que termine las preguntas porque ya se estaba haciendo tarde, el hombre se despidió cortésmente de mi mamá e inmediatamente empezó a subir nuestro equipaje en la parte de atrás.

—Disculpe las preguntas, señora —se disculpó Steve— mi mamá quería asegurarse de que todo esté bien, es porque ella no la conoce todavía...
—No te preocupes por eso, Steve —respondió mi mamá— creo que cualquier madre haría lo mismo pero... ¿Por qué me preguntó si tenía mascotas?
—¡Ah! ¡Eso! —rió nervioso— es que soy alérgico a los gatos.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora