La verdadera historia

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     Pasados unos minutos él empezó a interrogarme, llegó a la conclusión de que su papá y el mio no eran familia –o no tenían algún familiar en común–, tampoco era posible que seamos hermanos porque nuestras madres eran diferentes personas pero se apellidaban Ailann.

—¿Tu mamá tiene hermanos? —quiso saber en tono detectivesco.
—Sí, mi mamá tiene tres hermanos, dos hombres y una mujer.
—Los hermanos hombres no importan ahora... Cuéntame todo lo que sabes de la hermana de tu mamá —pidió enseguida.

     Yo empecé a pensar, no sabía casi nada de ella... Solo sabía que era unos años mayor que mi mamá, solía vivir en la casa donde años después se mudó Joel –en la casa de al lado– y se alejó de nosotros días después de la muerte de mi abuelo.

—¿No sabes a qué se dedicaba? —preguntó— ¿Era enfermera? ¿Se casó con un médico?
—No —respondí a secas. En realidad yo no sabía nada de esa persona, no llegué a conocer mucho a mi tía porque se alejó cuando yo tenía tan solo seis años.

—¿Cómo conoces aquella canción? Esa canción la inventó mi abuelo cuando era joven y desde que la oí supe que mi destino estaba ligado a la música y al arte —se acomodó más cerca a mi, puso su mirada tierna y soltó una ligera sonrisa.

     Ya eran muchas coincidencias, en aquel momento no quise soltar hipótesis ni ideas alocadas a pesar de que todo era obvio... Ni él ni yo quisimos dar conclusiones apresuradas pero sabíamos que había algo y sabíamos que por alguna extraña razón él y yo habíamos tenido ese sueño.

     Dejamos de hablar, volteé la cara hacia la esquina en la que me encontraba recostada, las piedras estaban rayadas muy extrañamente pero noté una imagen que ahí y en cualquier parte significaba lo mismo. Vi una flecha señalando hacia abajo, seguí con la mirada la dirección de la flecha y noté garabatos como si alguien hubiera dejado un mensaje secreto...

—¡Eduard! —grité— ¿Estamos solos aquí?
—Sí, los guardias solo protegen a la reina... ¿Por qué?
—¡Ayúdame a escarbar!

     Me arrodillé hacia el otro lado dejándole un pequeño espacio para que él se acomode, mi hermoso vestido blanco se había llenado de polvo pero no me importó porque sabía que lo que buscaba era algo clave para mí. Por algo pasó todo eso, por algo llegué a prisión, por algo me fui a un rincón, porque alguien pensó igual que yo y sabía que su secreto permanecería a salvo conmigo y con Ed.

—¿Qué es esto? —Dijo Ed sacando un pedazo de tela doblada, me lo dio y desdoblé la tela roja con cuidado, dentro habían papeles igualmente doblados en muchas partes... Tuve miedo de abrirlo pero lo hice, no era un solo papel, eran tres. A continuación leí en voz alta para que mi agradable compañero escuche.

     Para aquella persona prisionera que esté leyendo esto:
Mi nombre es muy largo para ser de este país, que ustedes están acostumbrados a oír nombres cortos así que les dejaré tan solo mis iniciales: L.J. Ailann. Pero me pueden llamar joven Ailann.

Cuando era niño mi abuelo me contó una historia que era contada de generación en generación pero nunca pensé que esa historia era cierta, era la historia de un pueblo que poco a poco se convirtió en un país enorme y magnífico al igual que sus ciudadanos.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora