Cumpleaños de Adalina

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      Habían pasado varios meses desde el día de nuestra llegada a aquel pueblo, nosotros cuatro teníamos habitaciones hermosas dentro del castillo y vivíamos felices siendo atendidos como parte de la realeza.

     Una semana antes del cumpleaños de Adalina el Rey notó que Eduard había fabricado su propia guitarra y notó que la sabía tocar muy bien, ese día le dijo que sería un honor que toque algunas canciones para el cumpleaños de la pequeña princesa; Eduard aceptó con la condición de que yo cante junto a él y así practicamos todos los días para hacer un hermoso número.

     Me sentía muy feliz porque no tenía ninguna preocupación, no recordaba mi mayor miedo y por eso estaba muy tranquila...

—¿Ya estás lista? —preguntó la reina Irina esperando que termine de peinarme.
—Ya casi —dije riendo— ¿Hay muchas personas ahí afuera?
—Hemos invitado a todo el reino, pero no todos pueden venir por eso mandamos a cada comunidad un aparato gigante inventado por el Rey para que vean tu presentación y todo el cumpleaños real.

     La reina estaba muy emocionada, era la primera vez que ellos usarían esos televisores y todo el país estaría pendiente de la celebración. El Rey era un hombre muy ingenioso e inteligente, siempre tenía nuevos inventos para la felicidad y el bienestar de su país, la reina Irina le ayudaba a hacer llegar esos inventos a todo el país y juntos hacían un gran trabajo.

—¡Ella me invitó! —gritó un hombre.
—No puede ingresar a la habitación, querido aldeano —habló un guardia muy cerca a mi habitación.
—¡Exijo hablar con la reina! —gritó nuevamente.

     Bastaron estas palabras para que la reina admita el ingreso de aquel hombre.

—¡Querida reina! —gritó eufórico— ¡Gracias por la honorable invitación al cumpleaños de su joven hija!
—Es un honor que todo el reino asista, gracias a usted por venir —le respondió ella amablemente.

     Yo me encontraba de espaldas terminando de peinar mi cabello cuando aquel hombre gritó mi nombre.

—¡Dev del Río Ailann!
—¿Señor Jeb? —pregunté algo dudosa, di la vuelta y él canoso hombre se encontraba de pie a unos metros, me alegre de cumplir mi promesa de verlo otra vez. Corrí para abrazarlo.
—¡Me enteré que estarías en el estrado oficial! —seguía emocionado—No podía perderme tu participación en este día de fiesta.
—Muchísimas gracias —respondí contenta de tener a alguien que se emocione de verme cantar.

     La reina sonrió y llamó a sus guardias para que le den un espacio en primera fila a aquel hombre, así podría verme de cerca y estar ubicado en un lugar privilegiado. El señor Jeb salió agradecido y empezó a bailar de una forma extraña, ambas reímos.

     Aquel día se celebraba que la hermosa princesa deja de ser una niña y empieza su etapa de preparación para la realeza –por ese motivo esa celebración fue a lo grande, otros cumpleaños fueron internos–.

—¡El príncipe Joel del Río Ailann hace su ingreso! —anunció el guardia al notar que Joel estaba ingresando a la habitación.
—Aún no me acostumbro a que me digan príncipe —dijo riendo mientras se acercaba a darme un beso en la frente.
—Mereces ese título por ser el verdadero amor de la princesa Devorah, ya eres de la familia —respondió la reina con la tranquilidad que la.caracterizaba.

     Cuando la reina Irina nos puso el suero supo toda la verdad de mi vida, ese día conoció que mi verdadero amor sería Joel y por eso le otorgó el título de príncipe.

—Yo tampoco me acostumbro a que me digan Princesa Devorah —respondí sonriendo.
—¡Pero si tú siempre has sido mi princesa! —comentó él y me abrazó.

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      Ya nos encontrábamos ubicados en primera fila, al frente del enorme escenario que tenía forma de media luna puesto que la princesa había nacido una noche de media luna. Habían más atractivos para los niños y jóvenes, juegos y comida por todas partes pero la mayor cantidad se gente se encontraba cerca al escenario.

      La primera fila era corta y al inicio de la media luna estaba el señor Jeb quien no dejaba de bailar cada vez que oía música, a su lado derecho se encontraba Steve, luego iba Mía, Joel junto a mi, a continuación Eduard junto a los reyes, a su lado la bella princesa Adalina junto a cinco familiares de la Realeza –por parte del Rey–.

      Habían muchas personas familiares de los Reyes en la segunda y tercera fila –a partir de la segunda fila cada una contenía un mínimo de ciento ochenta personas–, también había gente que pertenecía a la nobleza y en las demás filas los agradables pobladores.

       Ese día fue inolvidable, un joven presentador se encargó de amenizar la celebración, se presentaron varias personas haciendo acrobacias y malabares, otros prepararon bailes típicos de su localidad y un hombre hacía aparecer y desaparecer diversos objetos. Fue un día muy hermoso y los nervios se habían ido hasta que oí: “Antes de presentarles a la princesa Adalina tenemos un número nunca antes visto que será realizado por dos jóvenes de la familia real”.

¡Con ustedes el príncipe Eduard y la princesa Devorah del Río Ailann! —el presentador gritó y todo el público empezó a aplaudir, estaban emocionados porque por primera vez alguien de la realeza saldría a hacer algún número en el escenario.

     Ed y yo subimos con trajes hermosos que la Reina había mandado a confeccionar, Ed se colocó la guitarra en el hombro y nos acercaron dos micrófonos –muy diferentes a los que hay aquí en la tierra, esos micrófonos parecían botones y se adherían a la ropa. Teníamos planeado tocar una canción ligera pero con un ritmo agradable, todos nos miraban con atención y Ed se presentó con gran desenvolvimiento.

—¡Hola a todos ustedes! —gritó y todos aplaudieron— Espero que les guste esta canción y que nos acompañen con las palmas.

      Él empezó a tocar y yo traté de imaginar que eso era un sueño para no sentir los nervios, Ed empezó a cantar su parte mientras tocaba la guitarra y vi cómo las personas sin conocer la letra de aquella canción aplaudían y se notaba que disfrutaban ese momento. Fue gracioso ver desde el escenario al señor Jeb bailando junto a un guardia de seguridad, los reyes sonreían y aplaudían y la princesa Adalina trataba de imitar todos mis movimientos. Cuando terminamos aquella canción las personas pidieron otra más y al final tocamos cuatro canciones –que eran las que Ed y yo cantábamos en nuestros ratos libres–.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora