Antes de partir

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     Durante todo el trayecto en el taxi Eduard se notaba muy alegre, en cambio yo estaba muy asustada... Era comprensible porque esa iba a ser la primera vez que viajaría por decisión propia a un pueblo extraño que no es parte del planeta Tierra. Él se encontraba en el asiento de adelante al lado del chofer, yo estaba sentada al lado de la ventana izquierda, a mi costado Mía, a su costado inmediato estaba Steve y Joel iba al lado de la ventana derecha.

     Sin darme cuenta el taxi se detuvo en medio de la carretera, sabía que era el momento de bajar junto a ellos. Otra vez mi corazón se estaba acelerando pero respiré profundo para no preocupar a los demás.

     Cuando el taxista dio la vuelta y regresó por él camino que habíamos recorrido empezamos a caminar introduciéndonos en el bosque, Eduard conocía perfectamente el camino al igual que yo y caminamos muy despacio mientras aclarábamos algunos detalles. En pocas horas estaríamos allá y habían muchas cosas que no conocíamos.

—Les diré cosas que deben saber antes de llegar allá para que no les pase lo mismo que a mi —sonrió recordando algún hecho en especial—, nosotros no estaremos en un pueblo... Iremos a un país enorme conocido como “Entre las piedras”...

     Nos indicó que los habitantes del país son muchos así que no se iban a dar cuenta de que nosotros estábamos llegando de otro lugar u otro planeta, por eso debíamos fingir ser parte de ellos así que Madamme Súniga nos ayudaría con la vestimenta para el viaje y allá compraríamos la ropa que sea necesaria. No tenían una moneda específica, valoraban mucho las piedras preciosas y de colores así que podían darte comida a cambio de una piedra bonita que encuentres tirada en el piso.

—Otra cosa muy importante que deben saber es que el tiempo de allá es muy diferente... —se detuvo un poco— ¿Madamme Súniga les contó que estuve viviendo en casa de la mujer del sueño por cinco años aproximadamente?

     Nosotros asentimos, recuerdo claramente que Madamme Súniga nos contó que Eduard había sido obligado a ayudarla a escarbar en el piso con una rama –que encontré tirada por ahí– durante cinco años.

—Yo viví allá cinco años pero aquí eso no es mucho, quiero decir que si lo ponemos al tiempo de la tierra tan solo estuve con ella un día y medio.
—¿Qué? —pregunté un poco confundida.
—Ya te darás cuenta, pequeñita —me respondió Eduard dándome pequeños golpecitos en la cabeza.

     No me di cuenta que ya estábamos a escasos metros de la casa de Madamme Súniga; caminamos apresuradamente el corto espacio que nos separaba y Joel tocó la campanita –en ese instante recordé que la primera vez que fuimos él no había notado la campanita hasta que yo se la enseñé–.

—¡Pero mira quienes llegaron! —exclamó la mujer que llevaba un vestido largo y marrón. Se alegró al vernos después de mucho tiempo y nos indicó que pasemos a su pequeña casa de madera.

     Steve nunca había estado en una casa así de pequeña y acogedora, empezó a examinar cada parte del lugar y sonreía cuando veía algo extraño. Desde que ingresamos Mía me agarro del brazo y se sentó a mi lado, noté por primera vez que ella también tenía miedo pero le dije “esto es muy emocionante para que se tranquilice un poco. Joel se sentó al lado de Madamme Súniga y Steve junto a Eduard.

     Sin darme cuenta el pequeño gato de Madamme Súniga se acercó a nosotros, intenté acariciarlo pero se fue corriendo al igual que siempre...

—¿Por qué siempre te alejas de mi? —le pregunté un poco triste esperando un maullido como respuesta.
—Debes hacer lo que él quiera —respondió Eduard—, él te quiere examinar y saber si puedes ser su súbdito, debe asegurarse de que no le harás daño por eso si lo intentas acariciar de frente se va a alejar de ti.

Entre las piedras [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora